La perspectiva de género en urbanismo y el "efecto placebo"
Cuánto más han crecido las manifestaciones y protestas de las mujeres en torno a las grandes movilizaciones mundiales contra el machismo, el acoso sexual y el cambio climático de 2019, más tímidas parecen las alternativas señaladas desde el ámbito del urbanismo para buscar la paridad en el uso de la ciudad, con medidas técnicas innovadoras del urbanismo definido con “perspectiva de género”, que ahora cumple casi 25 años, ya que fue definido por la ONU, en 1995, en Beijing.
El principio de igualdad de trato “es un principio inspirador de la nueva concepción del desarrollo urbano, que exige una ordenación adecuada y dirigida, entre otros fines, a lograr la igualdad efectiva entre hombres y mujeres...”. Sin embargo, a pesar de principios que extienden la participación pública de género, si no acabamos con la desigualdad estructural, no avanzaremos por el camino adecuado. El índice global de la brecha de género en España es del 74,6% en 2018; ocupamos el puesto nº 29 del ranking mundial. La brecha de género es un 17,6% más alta en las mujeres en 2018; en España no se superará en 202 años. La brecha de género en el porcentaje de salarios va del 17% al 22% menos. Harían falta 108 años para cerrarla. En pensiones, la brecha diferencial es del 35% en 2019; así no se superará hasta el año 2035.
Los cambios para la economía de las personas y las ciudades en este período han sido vertiginosos. Pero casi siempre, en lugar de incrementar la vindicación de la igualdad, al contrario, las nuevas variables socioeconómicas en vivienda, alquiler, empleos y salarios han consagrado la desigualdad urbana de las mujeres. La eclosión de la extrema derecha en el teatrillo político de la España corrupta quiere poner en cuestión certezas científicas basadas en datos fehacientes y contrastados. Por eso hoy es muy importante volver a remarcar que la aplicación de la perspectiva de género a la planificación urbana es trascendental. Pero no sólo eso. Desde un punto de vista técnico y profesional mantenemos discriminaciones reales, invisibles, en los desarrollos de los barrios. Porque esa no es una condición suficiente para disminuir las bases estructurales de las diferencias de rentas, accesos, servicios, salarios y pensiones entre hombres y mujeres. Las crecientes 3 brechas entre hombres y mujeres en la ciudad están identificadas. Están basadas en la desigual distribución de rentas aunque, con frecuencia, los urbanistas dan prioridad a otras cosas: Porque seguridad, iluminación, accesos, áreas libres o equipamientos, son asuntos sensibles en los que las mujeres deberían encontrarse ya con soluciones de urbanismo igualitario. Hasta 2019 la legislación básica ha seguido siendo anticuada e inadecuada en cinco asuntos clave: La ley de Arrendamientos urbanos; la ley de Propiedad horizontal; la ley de Enjuiciamiento civil; la ley de Haciendas locales: la del IBI, (ley del Impuesto de transmisiones patrimoniales y actos jurídicos documentados (ITPYAJD). Sólo tenemos un borrador de anteproyecto de la ley 10/2019 de Cambio Climático y Transición Energética de 2019, de progreso lento y precario.
En materia de igualdad la lucha es siempre desigual. Cuando creemos alcanzar un nivel estable, el patriarcal machismo celtibérico se revuelve, disfrazando la realidad para mantener privilegios o rebajar conquistas recién conseguidas. Tanta insistencia en el urbanismo desde el punto de vista del género suele acabar por dejar el urbanismo en el punto de la desigualdad flagrante. Moverlo de ahí es lo difícil. Frente a los poderes económicos de la ciudad de las tres brechas, los fondos buitre, la especulación inmobiliaria, el urbanismo con “perspectiva de género” viene a hacer un papel de placebo que acalla la mala conciencia de urbanistas y políticos.
Aunque, a veces, ni eso. La democracia local está tan pervertida que ahora gobiernan los que pierden las elecciones; pero pactando con los retrógrados de pelaje montaraz. El “neo-lenguaje” orwelliano de la derecha está adquiriendo formas descarnadas. Y nosotros, los urbanistas, todavía usamos eufemismos para no llamar a las cosas por su nombre. El urbanismo que no es igualitario no debería llamarse siquiera urbanismo; sería una asignación arbitraria de plusvalías. El urbanismo que no sea feminista es como el aborto que no sea libre y gratuito: equivale a realidades enmascaradas para disimular el expolio y la especulación.
No se trata, ni mucho menos, de devaluar el discurso sobre la perspectiva de género en la ciudad, ni mucho menos, orillarlo. Pero la realidad cambia muy deprisa. Hay que reclamar el urbanismo feminista y la ciudad igualitaria, antes de que las tres brechas sepulten a las mujeres en nuevos agujeros negros. En materia de vivienda, España está al nivel de hace 36 años, como denunció El País. En contaminación, Madrid acumula un atraso de 20 años. Y no hay que copiar a ciudades olímpicas, sino a ciudades que supieron eludir el cataclismo olímpico, como Calgary, Boston, Chicago, Hamburgo... Ciudades inteligentes con regidores a su altura, como las alcaldesas del cambio.
Los Pin y Pon de la política son un grupo de sinvergüenzas varones, liderados por el padrino Aznar. Su juego es reaccionario y su estrategia consiste en cambiar el lenguaje sobre los términos que identifican la realidad palpable que las mujeres afloran con su lucha. El urbanismo de género no puede ser un jarabe dulce de merengue; una medicina de conformidad a posteriori. Debemos trabajar, ahora más que nunca, por defender medidas reales, irreversibles y anticipadoras que no permitan a cualquier analfabeto funcional de la casta política -esa que se intercambia derechos como cromos- decir sandeces que no aceptaría ni un estudiante de bachillerato; ni las amas de casa, que saben urbanismo de sobra. El urbanismo con perspectiva de género es el urbanismo igual para todos. Y si tiene un nombre homologable y desacomplejado es el de urbanismo feminista. No hace falta revestirlo de más palabras inducidas por los patriarcas del eufemismo. Esos que ocultan los pactos, simulan los acuerdos y embellecen las felonías que hacen a nuestras espaldas.
Las mujeres no han ocupado las ciudades por casualidad. No se han manifestado masivamente en marzo para dejar que les quiten derechos y representación en junio. Los urbanistas no podemos dejamos robar el discurso al verano siguiente. No vale la excusa de que los enanos políticos se disfracen de representantes políticos del pasado, para seguir mangoneando nuestra vida y nuestra salud como si fueran suyas.