La Pedroche y las angulas
En un mundo online, la gente se sigue pegando por salir en la tele, sea como sea. Si tiene alta audiencia, mejor, porque creen que es el pasaporte para el éxito.
Pero no todo el mundo es Cristina Pedroche, ni física, ni mentalmente.
Lo de esta chica es sorprendente desde hace tiempo, seguramente desde que tiene millones de seguidores en las redes sociales gracias a su deslumbrante paso por la televisión.
Por eso lo que dice y lo que hace se convierte en algo de interés público, hasta su apoyo al Rayo Vallecano, a contracorriente y con fuste.
Desde su boda con Dabiz Muñoz se nos hizo gastrónoma, o algo parecido.
No deja de ser curioso que la Pedroche tenga un apellido que a los gastrónomos les traslada a tierras cordobesas, el Valle de los Pedroches, donde se elabora uno de los mejores jamones ibéricos.
Pero ella, como Muñoz, nació en Madrid, una en Entrevías y el otro en La Elipa, en estos barrios se aprenden muchas cosas de la vida, pero sobre todo, se aprende a tener una tarjeta bancaria solvente.
"Dabiz no sabe cuánto tiene en el banco. No somos de gastar mucho. Cuando él empezó a ganar dinero, me dijo: 'Lo que quiero en la vida es que nadie me diga que la tarjeta no es válida porque no hay saldo. Nada más".
Así lo dijo Pedroche en una reciente entrevista, pero dijo más, y es lo que realmente interesa de su nueva faceta gastronómica.
Resulta que, por lo que se intuye, una marca de gulas, ese preparado que quiere parecerse a las angulas, le ofreció hacer publicidad, a lo que ella se negó, porque "eso no es Pedroche".
Lo que sí parecen ser Pedroche, según ella misma cuenta en la entrevista, son las propias angulas, de las que, al parecer, antes de su relación con Dabiz Muñoz, ni había oído hablar.
Y efectivamente, ella perspicaz, se ha dado cuenta de la diferencia sustancial entre las gulas y las angulas. "¿Dónde están los ojos de eso? A ver, antes de conocer a Dabiz no había comido angulas. Pero una vez que las pruebas...".
Ya. Eso es lo que dijimos algunos cuando años atrás las angulas fueron desapareciendo de las mesas por su estratosférico precio y hubo que sustituirlas por el sucedáneo de surimi.
No es lo mismo. Tienes razón, Cristina. Hace años, cuando económicamente era posible, en sociedades emblemáticas de San Sebastián, como Gaztelubide, en la víspera del patrono, allá por el 19 de enero, las angulas eran el plato emblemático del menú.
Los vascos las comían preparadas de forma sencilla, una cazuela de barro a fuego suave, un poco de aceite, ajos, una guindilla y las angulas estaban de muerte, eso recuerdo.
Qué bueno que Dabiz te las ponga a la mesa cuando aparecen por el invierno, lo malo debe de ser la factura, que puede rondar los 1.000 euros el kilo.
Es la suerte de tener un marido cocinero, gastrónomo rompedor que no tiene empacho en probar de todo. "Primer semen que pruebo y me ha encantado (no será el último)!", nos informaba tras probar semen de pulpo a la brasa en Japón.
Pero, cuidado. Los y las influencers tienen que cuidar toda su presencia pública. Y, se me ocurre, que quizá si lo de las gulas "no es Pedroche", quizá lo de las angulas tampoco lo sea. En internet hay criticones para todo.
Vamos a ver. ¿Qué es una angula? La cría de la anguila. Un recién nacido, un bebé. ¿Y eso, se preguntarán los que no saben de las delicias de la gastronomía, "es Pedroche"? ¿Comerse la cría de un animal? ¿Una cosa tan pequeña de un gramo de peso?
Un pequeño animal que llega desde el Mar de los Sargazos y, tras recorrer 5.000 kilómetros, aparece en las desembocaduras de los ríos de la península. Pobrecita la angula, semejante viaje para terminar en una cazuela de barro sin poder disfrutar de la niñez, la adolescencia, la juventud y la madurez y convertirse, como Dios manda, en una de esa anguilas que destripan en vivo en el mercado de Valencia.
Pero así somos los humanos, nos lo comemos todo. La cría de la anguila, el hígado de un pato elevado a Foie Gras, o una plantita recién nacida a la que llamamos brote. El caso es comer, y para eso hay que matar.
Qué cruel es esto de la gastronomía.