Qué es realidad y qué ficción en la serie 'Antidisturbios'
El primer capítulo de la serie de Sorogoyen "es el que presenta la parte más real", según tres policías de la UIP.
″¡¿Qué somos?! ¿Monstruos?!”, grita el policía interpretado por Patrick Criado a modo de lamento en la serie Antidisturbios (Movistar+). Pese a las quejas de quienes ven en la serie de Rodrigo Sorogoyen pura demagogia y falacia (principalmente los propios antidisturbios), el director muestra a personajes de la Unidad de Intervención Policial (UIP) tan humanos —el de Roberto Álamo— como demonizados —el de Álex García. No deja de ser una ficción sobre un grupo policías con una trama pegada a la actualidad, la de la corrupción.
Coincidiendo con su estreno el 16 de octubre, sindicatos policiales como SUP y JUPOL pusieron el grito en el cielo por cómo se presenta a algunos de los protagonistas de la serie y la imagen que se da de la Unidad. “No son drogadictos. No son agresivos. Son personas normales, defensores del orden constitucional”, escribieron en Twitter llamando al boicot de la producción.
Dos agentes de la UIP y un inspector del Cuerpo Nacional de Policía (CNP), que antes pasó por muchas unidades, han contado a El HuffPost que han tenido que abstraerse para ver la serie e interpretarla como pura ficción. No quieren revelar su identidad. “Se aleja mucho de la realidad. De antidisturbios sólo existe el primer capítulo. En el resto, han plasmado todos los estereotipos sobre la UIP”.
El primer capítulo arranca con el grupo de la Unidad enfrentándose a un desahucio que acaba en violencia y con una muerte. “El episodio recrea genial los momentos de tensión que se pueden vivir en la UIP”, explica uno de los agentes del personal operativo. Por el contrario, su compañero apunta que “nunca ha estado en un desahucio en el que se actúe así”, ni siquiera en el que se bloquee el paso a los implicados, como sí ocurre en la serie.
“Es verdad que en algunas partes reflejan muy bien lo que somos: que estamos dejados de la mano de Dios, que estamos vendidos, que nos utilizan… Pero lo que me fastidia es el trasfondo político. Dan a entender también que somos una panda de descerebrados, que nos tapamos unos a otros en cosas turbias”, relata el inspector. Y pone un ejemplo de algo que ocurre en la producción de Movistar+ en el episodio del desahucio que no se corresponde con la realidad: es ilegal quitar un teléfono a un ciudadano para que no grabe lo que está ocurriendo o eliminarle archivos.
“Se han documentado muy bien, pero no me he visto reflejado”, coinciden los tres. El funcionario del CNP defiende que Antidisturbios está muy bien recreada, pero es una falacia.
“Cuando entra en juego el tema político se estigmatiza a la Policía. La queja es porque se nos muestra como fascistas, como que somos malísimos y nos gusta dar palos, mientras que todo el que se pone frente a nosotros es bueno”, lamenta. Esa visión “demagógica e ideológica” es la que ha sentado mal en la corporación y la que generó la polémica con el SUP.
Polémica que llegó al gremio político. Gabriel Rufián aseguró en Twitter que Antidisturbios es “un documental” y recibió la respuesta de gente del cuerpo:
“Cuando decidí entrar en la Unidad de Intervención Policial (UIP) el último motivo que me impulsó era pegar a la gente. Estamos en todos los eventos importantes de nuestro país, y esa parte me parece bonita”, explica uno de los agentes.
Lo último que quiere este policía es que se olvide que bajo el uniforme de los antidisturbios hay personas: “Puede llegar a ser un trabajo incómodo. Cuando vas a un desalojo de una familia que no tiene recursos o una persona mayor, a alguno se nos puede escapar una lágrima. Pero nuestro trabajo es hacer cumplir la ley”.
Al llegar a casa después de un momento así, intenta dejar su vida laboral de puertas para afuera, aunque haya momentos puntuales en los que le dé vueltas. Ese tipo de desahucios, aclara otro compañero, son los menos complicados porque desde las plataformas se buscan soluciones para los afectados.
Las manifestaciones también se muestran en la serie. Sin embargo, en la vida real, explican los agentes, el 95% de ellas son pacíficas. De una concentración que puede durar entre seis y siete horas, “apenas hay dos minutos en los que se produce una carga, y luego parece que ha sido todo violencia”.
Además, “la mayoría de la gente respeta nuestras indicaciones”. Eso sí, a veces pagan justos por pecadores porque “los que tiran la piedra nunca están en primera fila, sino escondidos entre la multitud. Los que están en primera fila son los que protestan porque creen en la causa”. El que se lleva el golpe sin hacer nada estaba en el lugar equivocado en el momento equivocado.
Tampoco es fácil, relatan, aguantar insultos y a veces empujones, pero están entrenados para ello y para lograr mantenerse “templados”. “Nosotros somos meros transmisores, tenemos que hacer cumplir la ley”, explican. Porque la Policía “no toma decisiones, acata órdenes”.
Los problemas, si llegan, suelen aparecer al final de las manifestaciones. “Tenemos que actuar. El resto de ciudadanos no tienen por qué ver cortado el paso. Imagina también que tenga que pasar una ambulancia”, justifican. Recuerdan pues, que están al servicio del sociedad. Desde luego, Sorogoyen ha hecho ruido.