La nueva estrategia de la ultraderecha que nace de una carambola
El "error" del apoyo de Vox al decreto para gestionar los fondos europeos crea una maraña de intereses cruzados.
El salvavidas que Vox procuró al Gobierno hace justo una semana ha creado una maraña de intereses cruzados en plena campaña de las elecciones catalanas. Lo cierto es que la abstención que permitió a Pedro Sánchez convalidar el real decreto que arma la gestión de los fondos europeos fue un “error” no calculado, según media docena de fuentes consultadas en los grupos involucrados en la “carambola” que tanto sorprendió en el Congreso.
Esa pasada de frenada se ha convertido en un arma política que ha recrudecido la pelea entre las tres derechas y ha terminado alumbrando una nueva estrategia de los de Santiago Abascal, que están intentando hacer de la necesidad virtud vendiendo su abstención como un servicio a España para permitir que los fondos “lleguen cuanto antes” pese a que ese decreto no determina la premura con la que arribará el dinero europeo a la caja, sino cómo lo repartirá Moncloa.
Para entender el “error” basta con fijarse en las horas de votación telemática de los diputados —desde el 27 de enero a las 14.00 hasta el 28 a las 12.00— y en cuándo anunció cada grupo el sentido de su voto. La ultraderecha, como el PSOE, emitió el suyo el miércoles, un día antes de la votación final en el pleno y el mismo día que ERC avisó, por la tarde, de su ‘no’ en plena escalada con el PSOE por la candidatura de Salvador Illa, considerada por los de Gabriel Rufián un misil a las relaciones que mantienen con los socialistas.
Los republicanos, uno de los socios habituales del Gobierno, se cayeron, pero la ultraderecha no advirtió oportunidad alguna para dañar a Sánchez porque Cs todavía podía salvar el decreto. El problema es que los naranjas también salieron de la ecuación. Edmundo Bal anunció el ‘no’ el jueves en rueda de prensa y la tensión se disparó dentro del Grupo Socialista. De modo que a Adriana Lastra le tocó arrastrar al ‘sí’ a partidos como Bildu, que dio su apoyo a última hora tras una negociación el mismo jueves por la mañana.
“Vox no tenía constancia de que su voto iba a ser determinante y menos aún el miércoles, cuando el Gobierno había trasladado que sí tenía los votos atados. Y, como ellos ya habían votado antes, no podían cambiar. Eso explica que no votaran contra un decreto al que Bildu dio su apoyo”, razonan en la izquierda abertzale.
“Estos de Vox cometieron un error, se despistaron y se abstuvieron porque pensaban que iba a salir y luego lo tuvieron que vender por algún lado”, piensan algunos en el PP. Esa necesidad de vender un “error” es la que está creando una nueva estrategia.
Con su servicio “de Estado”, como señaló el propio Sánchez, Abascal puede centrar a su partido y ofrecerlo como oposición fiable que arrima el hombro en asuntos clave para “la España que madruga” —hosteleros, especialmente—. No por casualidad, la popular Isabel Díaz Ayuso también pelea en Madrid con Vox por el favor de los propietarios de bares y restaurantes.
De esta manera, los ultras se sacuden el sambenito de partido circense que le colgó el PP y se entromete, además, en el espacio de Cs, pues esa ha sido hasta ahora la hoja de ruta de los naranjas. Además, la ultraderecha está siendo una de las grandes fugas de voto de los de Arrimadas de cara a las elecciones catalanas, según las encuestas del CIS. Dos pájaros de un tiro.
Eso sí, la defensa que ha hecho la ultraderecha de su ‘nueva utilidad’ no ha sido apasionada, porque son conscientes de que han sellado su destino al del Ejecutivo. Y eso le costó un largo hilo explicativo al popio Espinosa de los Monteros en Twitter.
Los de Casado, sin embargo, ya ven munición para hostigar a Vox. Por eso, fuentes oficiales del partido en el Congreso no terminan de ver en la abstención un “error” y alertan de una confabulación entre Abascal y Sánchez que evidenciaría la llamada de Lastra a Espinosa en la que la socialista preguntó qué habían votado los 52 diputados de Vox.
En Génova piensan que la ultraderecha puede perder mucho si pelea con ellos en este asunto. Ese es el motivo por el que los populares insistieron el miércoles en el informe del consejo de Estado sobre el decreto de los fondos, que sospechan demoledor por cómo se ha desarrollado y que deja en manos de Sánchez cuánto dinero va a quién. El PP cree que por eso Moncloa lo ha ocultado. La conclusión que sacan los de Casado es que Abascal se habrá caído si se demuestra que el informe es tan demoledor una vez se haga público.
PP y Vox, lejos de un alto al fuego
El mensaje oficial del PP advierte de la guerra abierta con Abascal. De hecho, las relaciones entre ambos se recrudecen con más intensidad según pasan los días y se acercan las urnas cen Cataluña. El líder de los populares bajó al barro este miércoles con el asunto del decreto y afeó al Gobierno que lo salvaran, precisamente, Bildu y Vox: “Ha pintado su Frankenstein de verde”, zanjó.
En el Congreso, una fuente curtida en los entresijos de parlamentarios intenta ponerse en la cabeza de los de Abascal para haber cometido ese “error” no forzado. “Habrán pensado: ¿Qué razón tenemos para votar ‘no’ si el día de mañana nos vamos a comer reproches por no haber facilitado todas esas ayudas? Abstenerse para ellos era gratis. No votaron con el Gobierno y si la gestión no es buena y hay fallos pueden decir que no votaron ‘no’ porque eran necesarios, pero tampoco que ‘sí’ porque intuían el desastre en la gestión. Al final han permitido que se tramite como proyecto de ley y ya jugarán mediáticamente con las enmiendas”.
¿Y el Gobierno qué saca de todo esto? No solo evitó la derrota parlamentaria sobre un tema clave, si no que puede lanzar mensajes contradictorios sin problemas aparentes. Sánchez está empeñado en arrastrar al PP a la órbita de la ultraderecha porque le beneficia: le deja libre el centro y une a sus socios de legislatura. Por eso, se lanzó en tromba a identificar al PP como el partido dispuesto a dejar caer el decreto de marras que tantos intereses cruzados ha destapado.