La novia de mi marido es mi amiga
Me da igual lo que hagan los demás y no creo que a los demás les tenga que importar lo que hago yo.
El término sofisticado para definir mi relación con Elizabeth es metamor, pero yo prefiero hermana-esposa o, simplemente, la novia de mi marido. Mi marido empezó a salir con ella hace un año más o menos y, desde entonces, su novia se ha convertido en una de mis mejores amigas. Nunca me ha convencido la monogamia y la mayoría de mis relaciones han tenido cierto grado de apertura. Cuando conocí a mi marido (una persona queer no binaria con una discapacidad) hace ocho años, comprendió que yo no aceptaba la monogamia a largo plazo.
Nos casamos seis meses después de conocernos, principalmente para mejorar las condiciones de nuestro seguro médico. Mi marido era un padre soltero con tres hijos y, aunque estoy segura de que parecía una locura, encajamos bien como una familia de cinco y estaba convencida de que podríamos estar juntos durante mucho tiempo.
Al principio de nuestro matrimonio, a medida que decidíamos qué tipo de relación queríamos y mientras yo me acostumbraba a ser madre de repente, decidimos centrarnos en la familia que estábamos creando. Así pues, pactamos ser monógamos por el momento, pero conscientes de que estábamos sentando las bases de una relación abierta.
Con el paso del tiempo, relajamos las normas de nuestra relación y yo empecé a acostarme ocasionalmente con otras personas cuando estaba de vacaciones, pero a ninguno de los nos quedaban fuerzas para hacer mucho más que eso. Durante la mayor parte de ese tiempo, acordamos que hablaríamos entre nosotros antes de acostarnos con alguien, pero nunca llegamos a hacerlo. Simplemente no nos quedaban fuerzas.
Unos años después de casarnos, tuvimos otro hijo, por lo que aún nos quedaron menos fuerzas para salir con otra gente. Aparte, yo no me encontraba en mi momento más sexy después de dar a luz. Entre los cuatro hijos, mis problemas de salud y demás, nuestra relación seguía siendo monógama en la práctica. Por suerte, los bebés crecen y necesitan menos cuidados, de modo que en los últimos dos años hemos podido tener unas cuantas citas más.
Es complicado comprender nuestra dinámica sin antes comprendernos a nosotros, pero mi pareja y yo somos personas radicalmente distintas. Él es una persona muy cariñosa que está siempre deseando mostrarme su amor. Yo, en cambio, voy más por libre y necesito pasar mucho tiempo a solas. Funcionamos así y nos va bien.
Y entonces, hace un año, mi marido conoció a Elizabeth en Tinder. Yo me emocioné muchísimo cuando supe que iban a tener su primera cita. A algunas personas les cuesta entenderlo, pero a mí me pareció bien que él saliera a conocer a una persona con la que pensaba que conectaría. Era mucho más principiante que yo en el poliamor y, aunque ya estaba dentro de este mundo, a esas alturas no había hecho más que dar sus primeros pasos. Nos queremos muchísimo y tenemos muchas cosas en común, pero, como le pasa a cualquier pareja, no podemos satisfacer todas nuestras necesidades respectivas. Yo le animaba a conocer a alguien que compartiera intereses con él que yo no tenía. El hecho de que a veces mi marido y su novia practiquen sexo no me parece demasiado relevante, ya que no cambia nada de mi relación con él ni sobre cómo nos sentimos juntos. Algunas personas no lo van a entender, pero nosotros estamos contentos así.
Cuando por fin conocí a Elizabeth, yo ya sabía que me iba a caer bien por cómo me había hablado mi marido de ella. Una de las cosas que hace que el poliamor nos funcione es que mi marido tiene un gusto exquisito. Elizabeth se parece mucho a mí: ambos somos inteligentes, testarudas y ruidosas. Como todas las personas que viven el poliamor, Elizabeth valora la comunicación directa. Si quieres conocer el secreto de nuesta relación, es que cualquiera de las dos (suelo ser yo) puede decir “necesito pasar un tiempo a solas” o “me he sentido apartada últimamente y necesito pasar más tiempo con él”, y ella sabe que no tiene nada que ver con lo que pienso sobre ella, sino que depende de mis necesidades.
Durante este último año, Elizabeth ha pasado a ser parte de nuestra familia y la considero una hermana. Al igual que mi marido y yo, ella también es queer y tiene una discapacidad, comprende quiénes somos como familia y cómo es nuestra vida.
Cuando nuestros hijos conocieron a los suyos, ya sabían desde hacía un tiempo que somos poliamorosos. Sin embargo, Elizabeth ha sido nuestra primera pareja suficientemente seria como para presentársela a nuestros hijos. Entre ella y yo no hay ninguna relación romántica y probablemente os decepcionaría el poco sexo que hay entre nosotros tres (tenemos 4 hijos, ¿vale?). Elizabeth suele pasar una noche o dos a la semana en nuestra casa en la habitación de invitados, ya que hemos establecido unas normas cuando están los niños en casa para no interferir en su rutina.
Quiero muchísimo a Elizabeth y la considero parte de la familia, pero a veces también siento celos. Hay veces en las que ella está con mi marido y preferiría ser yo quien estuviera con él, pero esos momentos son escasos y muy esporádicos. De hecho, ahora tengo mucho más tiempo con mi marido porque Elizabeth se queda cuidando de nuestros hijos para que podamos salir un día o irnos de escapada el fin de semana. A veces hay tensiones porque nuestro tiempo y nuestra energía son limitadas y nunca tenemos bastante de ninguna, pero lo resolvemos juntos para asegurarnos de que los tres satisfacemos nuestras necesidades.
Al igual que en cualquier otra relación cercana, a veces surgen conflictos, sobre todo a medida que Elizabeth va pasando más tiempo en nuestra casa y asume más responsabilidades ayudándonos a criar a nuestros hijos. Por ejemplo, así como a mí me parece bien que mi hijo de 5 años coma lo que le apetezca cuando le apetezca, a ella no le gusta que lo haga cuando está haciendo la cena (es comprensible) porque ese picoteo le quita el hambre para después.
Cosas como esta son fáciles de solucionar: si está cocinando ella, mi hijo tiene que esperar para comer. Si cocina otra persona, puede picotear lo que quiera. Lo más difícil es reconocer nuestras diferentes formas de pensar y encontrar una solución que todos aceptemos. Lo bueno es que Elizabeth respeta que los padres somos nosotros y yo trato de no olvidar que lo que hace ella siempre es con la mejor intención para mis hijos.
Personas distintas, formas de pensar distintas. En realidad me da igual lo que hagan los demás y no creo que a los demás les tenga que importar lo que hago yo. El poliamor no es una excusa y, desde luego, requiere de un esfuerzo que la monogamia no. No pasa nada si no te gusta esta dinámica ahora o en ningún otro momento. Nosotros seguiremos valorándola día a día, pero en este momento, mi relación con mi marido y su novia Elizabeth funciona para mi familia. Eso es lo único que importa.
Este post fue publicado originalmente en el ‘HuffPost’ Estados Unidos y ha sido traducido del inglés por Daniel Templeman Sauco.