"La novedad es que lo ha dicho un ministro": los expertos apuestan por comer menos carne
Alberto Garzón ha despertado polémica con una campaña para reducir su ingesta.
Hasta Pedro Sánchez ha entrado al trapo. Las palabras del ministro Alberto Garzón, animando a los ciudadanos a reducir su consumo de carne han levantado ampollas. El titular de Consumo ha señalado que la ingesta de estos alimentos en España es muy superior a la de la media europea, además de los problemas de salud derivados de un consumo excesivo y del grave impacto medioambiental de la industria ganadera.
“Un chuletón en su punto… eso es imbatible”, ha dicho el presidente del Gobierno. Teodoro García Egea, Miguel Ángel Revilla o Emiliano García-Page también han cargado contra Garzón, pero el político de Izquierda Unida no es el único que apunta en esta dirección. En Inglaterra hay iniciativas como los lunes sin carne —Meat Free Monday— y son numerosas las instituciones sanitarias que han avisado del peligro de abusar de los productos cárnicos.
Beatriz Robles, nutricionista y tecnóloga de alimentos, explica que las palabras de Garzón pueden ser “un punto de inflexión” para poner en marcha una política integral que promueva la reducción de la ingesta de carne, que se está viendo ya entre personas más jóvenes, y para que no repercuta “en otros sectores de productores locales”. Entre los riesgos, avalados con datos, que conlleva un consumo excesivo están los problemas cardiovasculares o el cáncer colorrectal, asociado a una ingesta de carne roja o procesada.
Según Robles, comer menos carne a la vez que aumentamos el consumo de alimentos de origen vegetal se conseguiría un “efecto doble” que ayudaría a mejorar la salud en general. “Por un lado, se reducen los riesgos asociados a la carne y por otro aumentan los beneficios por comer frutas, verduras o legumbres”, sentencia.
La nutricionista insiste en que no hay que quedarse con el mensaje de “No comáis carne, vais a morir todos” sino que hay que “hacer pedagogía” y poner en marcha una estrategia en la que la educación nutricional es una pata fundamental. A esto habría que añadir nuevas políticas de fiscalidad, ayudas a ganaderos de producción local y una mejora en los sistemas de etiquetado. “Ya hemos visto que Nutriscore no se interpreta bien”, añade Robles.
A pesar del revuelo generado estos días, para el nutricionista y tecnólogo de alimentos, Aitor Sánchez, estas afirmaciones no son “nada nuevo”. “Es algo que está a la orden del día en la evidencia científica tanto de salud como medioambiental, así que no es ninguna ruptura del paradigma”, explica.
“Lo primero que sabemos es que en las guías alimentarias actuales recomendamos más productos de origen vegetal y menos de origen animal, esto se debe principalmente a que tomamos mucha proteína animal que tomamos, además en versiones poco saludables”, apunta Sánchez quien recuerda que comemos “muchos embutidos y charcutería”.
Para Robles, lo que ha dicho Alberto Garzón no es nada que no hayan dicho desde hace años organizaciones científicas y sanitarias como la OMS. “La novedad es que lo ha dicho un ministro y que manda un mensaje claro, de importante aplicación en países desarrollados como España, donde se consume muchísima carne”, señala la experta.
Sanchez explica que antes se recomendaba a diario y ahora varía entre dos o tres veces en semana. “Se intenta en esa rotación que no se sustente solo por carne, pescado y huevos y darle mucho más protagonismo a las legumbres, que tienen más beneficios para la salud”, explica.
Sánchez apela por llamar a esta tendencia reduccitaria ya que no se corresponde con el término original de flexitariano que era aque vegano o vegetariano que consumía productos animales un día puntual.
Desde la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN) también apuestan por seguir “las indicaciones de limitar el consumo de carnes procesadas y rojas” de instituciones como la OMS. “Recomendamos fomentar nuestro patrón de dieta mediterránea, que ha demostrado ampliamente sus beneficios en estudios como el PREDIMED, que evidenció una menor mortalidad y menores riesgos cardiovasculares en los sujetos que seguían dicho patrón mediterráneo”, añaden.
¿Y qué pasa con el pavo o el pollo?
Muchos ciudadanos se hacen la misma pregunta tras las palabras de Garzón. ¿En ese consumo de carne también entran las carnes de aves como el pollo o el pavo? Robles explica que la OMS pide limitar la ingesta de carne roja y evitar las procesadas, pero no se refiere a las carnes blancas, donde entrarían la mayor parte del pollo o el pavo, aunque los muslos del pavo se consideran roja.
Sí hay que prestar atención a los fiambres como la pechuga de pavo que, aunque parezca saludable no deja de ser un procesado, “en su mayoría con un porcentaje bajo de carne” y algunas, con azúcares.
Sánchez discrepa en este sentido y pide la reducción de “todo tipo de carne y productos de origen animal en general”, aunque se recomienda por ser más saludable el consumo moderado de carne blanca frente a la roja.
Los últimos datos disponibles de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) confirman que España es el país que más carne consume en toda la Unión Europea. En concreto, cada español come de media más de 100 kilos de carne al año, una cifra que supera las recomendaciones de las autoridades sanitarias.
Tal y como recoge Greenpeace, este consumo equivaldría a una ingesta de 275 gramos de carne al día, cuando se recomienda no exceder los 300 o 375 gramos semanales. Por tanto, como señala la ONG medioambiental, los españoles tendríamos que reducir en un 84% el consumo actual de carne para cumplir con los estándares de salud.
Para Sánchez, no importa tanto que sea España, “como si somos Suiza o Alemania”. “Tenemos un gran consumo de carne y los estudios publicados muestran que los productos cárnicos están dentro del top 3 de los que más contribuyen a las calorías de nuestra dieta”, explica. “En el caso español sería todavía más pertinente hacer estas recomendaciones”, apunta.
Para la Unión de Uniones de Agricultores y Ganaderos, esto no hace que la dieta sea peor. “No es cierto que la alimentación en España por el exceso de consumo de carne nos haga ser un país con una dieta poco saludable”, detallan.
Además, desde esta organización han recalcado que el sector crea puestos de trabajo en España y que la carne tiene más beneficios de los que indica el ministro. “Los datos están ahí, por mucho que se quieran obviar y mirar a otro lado. La carne siempre ha sido un elemento básico para una dieta saludable, tanto es así que los beneficios que aporta se persiguen constantemente en otros alimentos e, incluso, en laboratorios” señalan en un comunicado. “Al final acabaremos comiendo un filete de ternera impreso en 3D y nos preguntaremos cómo llegamos a esa situación”, apuntan.
El ministro de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentación, Luis Planas, ha salido en defensa de los ganaderos y ha alegado que no estaba al tanto de la campaña de Garzón. “El sector ganadero está siendo objeto de críticas profundamente injustas y merece un respeto por el trabajo honesto que hacen por nuestra alimentación y nuestra economía”. A su juicio, esa campaña es tan “errónea” como la de “el azúcar mata” y que no tiene “mucho sentido”.
El elevado consumo de carne no influye únicamente sobre la salud de los ciudadanos, también amenaza el planeta. Las emisiones de gases de efecto invernadero derivadas de la ganadería han aumentado en los últimos años y ya representan el 70% del total de las emisiones del sector agrícola del país.
Según datos de la FAO, se estima que el sector ganadero produce un 18% de las emisiones de gases de efecto invernadero, mayor que los medios de transporte. Algo que niegan desde las asociaciones ganaderas españolas. “No es cierto que el poder de contaminación de una vaca se pueda comparar al de los automóviles”, señalan desde la organización.
Según Aitor Sánchez, el modelo intensivo de macrogranjas que agotan los recursos del entorno es muy dañino para el ecosistema. “Estamos hablando de la contaminación por nitratos y purines de esas granjas, un impacto que es superior a las propias emisiones de la carne”, detalla.
Además el pastoreo y los forrajes también tienen su impacto en el ecosistema. Ocupan un 46% de la superficie terrestre y la producción de forrajes requiere un tercio de la superficie agrícola, según estima la FAO. Unas cifras que, por ejemplo, en América Latina se elevan al 70% de los bosques amazónicos.
En España, según datos de Greenpeace, la ganadería es la principal responsable de la emisión de gases como el amoniaco al medioambiente. Esto se debe en gran medida a lo que se conoce como ganadería intensiva, es decir, en granjas. En España, estas suponen el 84% de de las explotaciones ganaderas habiendo 86.641 granjas censadas, según el Ministerio de Agricultura.
En este sentido, la industria vacuna es la que más toneladas de CO2 genera, con más de 5.000 millones, seguida de la porcina con 819 millones y de la de avícola (concretamente pollos) con 790 millones, según datos de la FAO.
La FAO recuerda que la ganadería implica una gran contaminación de agua, donde se vierten purines, fármacos como los antibióticos y las hormonas que se filtran tanto en el terreno como en las fuentes hídricas y pueden ser perjudiciales para la salud. De hecho, en 2018 la Comisión Europea advirtió a España que debía controlar los nitratos que contaminaban el agua proveniente de las granjas animales.
Eso sin contar la cantidad de recursos hídricos que requiere el alimento de los animales, la fabricación de piensos, riego de pastos o transporte y almacenamiento de carnes. En la Fundación Acuorum recuerdan que el gasto hídrico de la carne llega al 22% y si este se redujera supondría un aumento considerable de las reservas de agua. “Si 10 millones de personas sustituyeran el consumo de carne de una de sus comidas por una proteína vegetal, se ahorraría un gasto de agua a nivel mundial equivalente al contenido de 5.000 piscinas olímpicas”, explican en su informe.
En este sentido, un informe de la ONU sobre el deterioro de la Tierra apunta a la ganadería como uno de los principales factores de la deforestación y recuerda que el 77% de las zonas agrícolas es destinado a la producción de pienso para alimentar animales para la producción de carne. En otro informe de la ONU sobre este asunto, publicado en Nature, señalan que “los serán significativamente cortos sin cambios drásticos en el uso global de la tierra, la agricultura y las dietas humanas”. Es decir, es prácticamente imposible combatir el calentamiento global sin intervenir en el consumo de carne y la ganadería.
Con estos datos, Nature señala que la supresión del consumo de productos animales reduciría las emisiones en 8 gigatoneladas de CO2 al año, lo mismo que si se hubieran sustituido los combustibles fósiles por energía nuclear en 2018. Mientras que limitar el consumo de carne diariamente lo reduciría en 5 gigatoneladas.
Estos datos llevan a Aitor Sánchez a afirmar que “producir animales para comérnoslos es muy ineficiente”. “Tienes alimentar durante meses a un ser vivo, que requiere mucha agua y muchos alimentos, para luego matarlo y comértelo. Hay una ineficiencia a nivel de ecosistema muy grande. Es lo que explica que contamine tanto la carne”, detalla.
La industria cárnica está abocada a reinventarse, y los consumidores también a cambiar sus hábitos de consumo en los que se apueste por una conservación de los ecosistemas de forma sostenible sin que una producción masiva repercuta en el entorno. Y, sobre todo, en la salud colectiva.