La normalizada rutina de heridas y muertes en Gaza
El día estaba configurado para el drama: una tormenta soplaba desde el Mediterráneo; el mar blanco y el aire lleno de polvo desafiaban lo que se suponía que era la primavera. En el hospital al-Aqsa, en el centro de la Franja de Gaza, el viento azotaba una carpa instalada en los terrenos del centro y brindaba algo de fresco al personal médico. La carpa se había levantado como parte de un sistema de triaje médico, un sistema de clasificación y gestión del riesgo clínico de los pacientes ante la afluencia masiva de heridos que se esperaba procedentes de las protestas cerca del límite fronterizo con Israel.
Era 30 de marzo y se cumplía el primer aniversario de las manifestaciones semanales de la llamada ‘Marcha del Retorno’. En este año, más de 190 personas habían perdido la vida y 6.800 habían resultados heridas por disparos de las fuerzas israelíes. Todo el sistema de salud de Gaza estaba en alerta, listo para recibir cientos de heridos en unas pocas horas, tal como lo había hecho en los peores días de la primavera y el verano del año pasado.
Sobre las dos y media de la tarde, la radio crepitó y se corrió la voz: había diez casos en camino. La primera sirena de la tarde cortó el aire, la ambulancia naranja y blanca se detuvo y empezaron bajar los heridos: un joven con un vendaje en el cuello, tal vez a causa de cortes por metralla; un hombre inmóvil en una camilla con un impacto de una bala de goma en la cabeza; otro joven con una bala en el pie y con una mueca en el rostro mientras saltaba a una pierna para entrar en la tienda.
La tarde continuó así, con pacientes llegando juntos en pequeñas ráfagas de dolor y médicos y enfermeras de MSF ayudando al personal del Ministerio de Salud y de otra ONG en las exploraciones, diagnósticos y tratamientos. Muchos venían con heridas de bala en las piernas, con sangre acumulándose en lo que antes habían sido vendas blancas. Al mismo tiempo, enfermeras sujetaban férulas detrás de la espinilla para mantener los huesos rotos inmovilizados. Algunos gemían y lloraban, otros callaban y los había que, afectados por los gases lacrimógenos, temblaban y vomitaban.
Y sin embargo, una sensación de alivio se extendía gradualmente entre el personal médico. No era tan malo como se venía pensando tras una semana que había estado marcada por el lanzamiento de cohetes palestinos, los bombardeos israelíes y los rumores de guerra. Los esfuerzos de Egipto para negociar la calma entre Hamas, el grupo palestino que controla Gaza, e Israel, parecían haber tenido éxito.
No estaba siendo como el 30 de marzo del año pasado, o el 14 de mayo, u otras fechas menos conocidas, cuando los hospitales se vieron desbordados y los pacientes esperaban ser atendidos en los pasillos.
Lo que sería inimaginable en otro lugar se ha vuelto normal aquí en Gaza. Se terminaba un día en el que finalmente murieron cuatro personas y 64 sufrieron heridas por munición real. Y nos sentíamos casi felices porque no había concluido con los doscientos o trescientos heridos, o incluso más, que habíamos temido.
No es normal
No es normal que nuestros cirujanos tengan que reemplazar toda la sangre a un hombre de 25 años porque una bala le desgarre la arteria y la vena principal del pecho.
No es normal que tengan que extraer el riñón de un niño porque intentar salvarlo significaría que se desangraría hasta morir. No es normal que nuestros médicos de emergencia escuchen como los pulmones de un paciente, alcanzado en la garganta por lo que aparentemente era un bote de gas lacrimógeno, se llenan de sangre.
No es normal que demos de alta a un paciente de nuestras clínicas, y luego lo readmitamos cuando le vuelvan a disparar, solo para que su familia nos diga que volvió a la valla y lo mataron.
El cruce entre Gaza e Israel ahora está abierto de nuevo para los pocos afortunados que pueden usarlo. Se habla de que Israel proporciona más electricidad y más espacio a los pescadores de Gaza para ejercer su oficio. Israel espera a cambio la calma de los palestinos.
La mayoría de los medios de comunicación de todo el mundo que vinieron a ver qué pasaría el fin de semana del aniversario se fueron a casa, y Gaza, una vez más, desapareció de los titulares… hasta que la violencia vuelva a estallar.
Mientras tanto, Gaza continúa sufriendo circunstancias a las que sus habitantes se han acostumbrado: una economía en caída libre, un sistema de salud prácticamente quebrado por el bloqueo israelí y por las luchas internas palestinas, miles de pacientes con heridas de bala que esperan, con la esperanza de que se curarán.
Tras el paso de una tormenta que afortunadamente no estalló, volvimos a nuestras actividades habituales en nuestras clínicas y hospitales en toda Gaza.
Ingresaremos a más pacientes con heridas de bala y continuaremos tratando al casi millar incluido en nuestros registros, un recordatorio vivo del sufrimiento que ha padecido Gaza durante el último año.
Sin embargo y a medida que volvemos a la rutina, debemos hacer todo lo posible por recordar que esto no ha terminado. No es así como deben vivir las personas. Esto no es normal.