La mujer que solo existía en sus fotos
A mediados y finales de los 50 en Norteamérica Vivian Maier era una niñera más del montón. No destacaba por ser cariñosa, imaginativa o divertida y tampoco tenía unos modales dignos de admirar. Probablemente no fuera esa clase de institutriz que podría fascinar a los niños, sino más bien lo contrario, algunos incluso llegarían a odiarla. Pero a ella le gustaba su trabajo, ya que le proporcionaba dinero y la libertad de pasear por los rincones -más o menos recomendables de la ciudad- arrastrando a los críos con ella. Su objetivo lo tenía claro: hacer fotos de todo y de todos. Lo suyo era una especie de cacería, y apuntar a sus presas debía su mayor subidón. De hecho, esta mujer no revelaba muchos de sus carretes, porque no se lo podía permitir, y tomaba fotos sin descanso y sin que pareciera importar el resultado final. Ella era niñera, no fotógrafa. Pero nosotros, unas cuantas décadas después, sí podemos apreciar ese resultado final, quedarnos boquiabiertos al descubrirlo y concluir que la señora Maier era una fotógrafa que trabajaba de niñera. Daba igual que los pequeños se aburrieran mientras ella disparaba su objetivo.
Era lo que se dice una mujer rara... Y sin que nadie lo supiera, también era la autora de unas fotografías en las que cazaba a sus modelos fortuitos e involuntarios sin apenas darles opción a reaccionar. Ahora esas mismas imágenes atrapan al espectador que se involucra automáticamente en las historias mínimas que cuentan cada una de sus imágenes. Niñera de profesión y luego, voyeur, bastante psicótica, huraña, introvertida, observadora y fotógrafa, sobre todo una fotógrafa compulsiva, Vivian Maier (Nueva York, 1926 - Chicago, 2009) tal como la han definido “estuvo sin estar y no estuvo estando”.
Es un personaje y una artista que engancha a medida que se la va descubriendo. Ahora en Madrid lo tenemos un pelín más fácil para acercarnos a su obra. Bernal Espacio Galería presenta (hasta el 25 de mayo) la exposición Vivian Maier: The Color Work. Se trata de una muestra que a través de un conjunto de veinte fotografías, hechas en su mayoría en las calles de Chicago entre 1956 y 1979 y en color, nos permite espiar la obra de esta excéntrica mujer y maestra (sin serlo) de la fotografía callejera.
Los detalles y personajes aislados son los protagonistas de la puesta en escena de la vida cotidiana de gente en la calle, con retratos, autorretratos (que hacía con el reflejo de su imagen en los lugares más insospechados) y niños, la infancia, una de sus debilidades. Como una testigo silenciosa Maier fue capaz de componer el relato de una época y, al mismo tiempo, dejar constancia de su paso por ella.
Vivian Maier, una mujer soltera, solitaria, que vestía zapatos y camisas de hombres y hablaba inglés con un remarcado acento francés, vivió en el anonimato y murió sola y en la más absoluta miseria. Esa invisibilidad le permitió secuestrar instantes de la sociedad -con humor, sarcasmo y cierto matiz dramático- mientras callejeaba con su inseparable Rolleiflex colgada al cuello o filmando con su cámara de Super-8.
Sin embargo ahora Vivian Maier existe y seguramente con una entidad y trascendencia que ella difícilmente podría haber imaginado y que presumiblemente no le hubiera interesado. La artista y su trabajo renacieron tras una ardua labor de investigación por parte de un joven que se topó por casualidad con algunos de sus negativos.
Maier no revelaba muchos de sus carretes porque no se lo podía permitir. Solo tomaba fotos sin descanso y sin que pareciera importar el resultado final.
Las trampas del tiempo: Maier murió dos años antes de haber podido acariciar el albor de su reconocimiento ¿Qué hubiera sido de ella si ese joven, John Maloof, un agente inmobiliario, que en 2007 descubrió en una subasta una caja repleta de sus negativos, hubiera tirado mucho más rápido del hilo para descubrir quién se escondía detrás de las magníficas fotos que, entonces, compró por solo 380 dólares? Este joven, impulsado por la curiosidad y la fascinación, fue siguiendo pistas, adquiriendo más material -recopiló unos 150.000 archivos y una gran parte aún en carretes sin revelar- entrevistando gente que la había conocido y armando como un puzzle la figura de esta extraordinaria y extravagante artista (aunque ella no lo asumiera).
El propio Maloof, que ya disponde de una fundación para conservar y difundir estos tesoros, está detrás de Finding Vivian Maier un magnifico documental que reconstruye la peculiar odisea en la que embarcó para descubrir la figura de esta fotógrafa. Una aventura que acabó cambiando su propia vida y abriendo una nueva y fascinante ventana en el mundo de la fotografía. La película es absolutamente recomendable.