La lucha de los actores de doblaje: con el sueldo de Kit Harington, Jon Nieve en 'Juego de Tronos', se puede pagar a casi 2.500
En España tenemos a los mejores, pero también los peor pagados.
Encerrado en una habitación de 20 metros cuadrados, insonorizada y a oscuras. ¿Te imaginas pasar así 13 horas cada día? Esa es la rutina de un actor de doblaje. Pasar la jornada frente a una pantalla y con la única iluminación de una pequeña bombilla con la que casi tienen que adivinar lo que dice el guión colocado sobre un atril. En España tenemos a los mejores, pero también los peor pagados. Tanto que hoy cobran casi la mitad de lo que ganaban en 1993.
La profesión está tan interiorizada en nuestro país que es raro oír hablar de los actores de doblaje. Sin embargo, el fallo en el tercer capítulo de la última temporada de Juego de Tronos, cuando se tradujo she can´t see us (ella no no nos puede ver) por sicansíos, ha puesto el foco sobre el gremio. Se justificó como un fallo de traducción, aunque eso no impidió que se abriese el debate en torno a esta profesión de la que se sabe poco y sus condiciones laborales.
El salario de un actor de doblaje de una superproducción queda muy lejos de lo que cobran los intérpretes conocidos del elenco, aunque uno sea el protagonista y el otro su voz, es decir, una buena parte de su personalidad. “Imagina lo que cobra Kit Harington (Jon Nieve) —unos 442.000 euros por episodio— y tú vienes a trabajar para cobrar 180 euros. Lo has hecho en dos horas y él ha tenido tres meses”, explica Antonio Villar —director y actor de doblaje de Juego de Tronos— a El HuffPost en los estudios SDI Media. En base a estas cifras, con el sueldo de Harington en España se podría pagar a más de 2.455 actores de doblaje.
Las condiciones en las que trabajan los actores de doblaje de Juego de Tronos, a las que hay que sumar las prisas para que el doblaje sea para ya, o la diferencia de salarios entre las star talent (rostros conocidos) y los propios dobladores —como en el caso de Toy Story y Óscar Barberán— han puesto el foco sobre la situación del doblaje en España. El asunto viene de lejos: en 2017 los actores de Madrid ya estuvieron en huelga. Aun con ello, siempre ha existido un sector del público que ha devaluado el trabajo de estos artistas. Raro es no haber escuchado nunca que el doblaje resta fuerza a la película y hace que el espectador pierda matices (por ejemplo, el sentido de las bromas del guión original), como si ver cine en versión original nos hiciera pertenecer a una élite cultural.
El doblaje no resta calidad a la obra ni tiene que ver con el estatus social. Es, como explica Villar, “una oferta de ocio”. De hecho, menciona el fracaso de la versión original cuando hace unos años las grandes salas incorporaron en su cartelera algunos pases en VOSE. Muchas tuvieron que suspenderlos por la falta de afluencia de público: “El doblaje en castellano es muy serio, está muy bien tratado y está hecho con mucho respeto hacia el espectador”.
Lo de que solo se dobla en España (dentro de Europa) es otro de los argumentos para atacarlo, pero es también un mito. Se dobla en Francia, en Reino Unido, en Italia, en Alemania... Eso sí, en España es donde peor se paga este trabajo. “En Portugal no se hacía y ahora sí se dobla porque se han dado cuenta de que es una forma de mostrar su cultura. Se adaptan los chistes, es una baza con la que jugamos, siempre respetando el original”, apunta Villar.
Porque el doblaje transcribe, pero no sustituye el original. Simplemente, como apunta el director, si el diálogo se cita literalmente “el espectador no se entera”: “Imagina transcribir literalmente una poesía inglesa. No tendría rima. Tenemos que transformarla sin perder la esencia de la original. Imagina qué sería de El Quijote si solo lo hubiésemos dejado en castellano y no lo hubiésemos traducido, o qué flaco favor nos habríamos hecho si no hubiésemos traducido los sonetos de Shakespeare. Mirarlo con la perspectiva de un solo idioma... Me sigo quedando con los 500 millones de hispanohablantes que hay en el mundo”.
Por lógico que sea, 500 millones de hispanohablantes parecen no ser suficientes (todavía) para que los españoles mejoren sus condiciones laborales. En 1993 existía un convenio a nivel nacional que dejó de tener vigencia y ahora cada comunidad autónoma tiene el suyo propio para que “no se trate de pagar al mejor postor”, explica Villar. Mientras que en países como Italia cobran por líneas, los actores aquí trabajan por convocatorias (un canon de desplazamiento) y perciben alrededor de 38 euros por cada una. A eso hay que sumar la toma, es decir, el trozo de película que doblan, lo que les corresponde por su texto (4,22 euros). Cuesta lo mismo doblar solo un suspiro que interpretar cinco líneas. Si hacen 10 tomas cobran 42 euros más los 38 euros de la convocatoria general. “Para sacar un sueldo mínimo hay que hacer muchas de esas”, señala. Un director no cobra mucho más, a pesar de ser el responsable de la obra y del trabajo de ajuste: 4,77 euros por minuto, y no tiene convocatoria general. Si la obra dura 100 minutos cobrará 477 euros.
El desplazamiento se empezó a pagar cuando se tomó conciencia de que no se podía pagar el equivalente a cinco euros a ‘los rellenos’: actores que solo hacían una aparición y tenían que leer una única frase. Se les tenía seis horas y media sentados en una sala de espera a cambio de esa cantidad. Era la época del 35 milímetros, cuando el trabajo era lineal porque aún no existía el digital.
“Es un mundo injusto en ese aspecto, aunque la labor que hacemos gusta”, apunta Antonio Villar. Si no fuese así, no habría cuatro millones de descargas del primer capítulo de Juego de Tronos en castellano ni seis millones en el tercero.
La injusticia no acaba ahí. En el mundo del doblaje siguen existiendo clases e intrusismo. Una cosa es lo que cobran los actores, por convenio, y otra lo que perciben las star talent, por caché. Para ser más claros: Óscar Barberán (Woody en Toy Story) cobra como cualquier otro actor de doblaje y José Luis Gil (Buzz Lightyear) lo hace como star talent, aunque ambos sean protagonistas de la misma exitosa y rentable película. La diferencia: a Gil los espectadores ya le ponen cara por La que se avecina y Aquí no hay quien viva. Sin embargo, nadie se acostumbra a escuchar a Woody con otra voz que no sea la de Barberán, y eso que de momento solo ha sucedido en el tráiler de Toy Story 4. Después de tres entregas, el catalán es al menos el 50% de la personalidad del vaquero de Pixar. De momento, a un mes del estreno, Disney y él siguen en negociaciones y aún se desconoce si doblará al personaje.
En Cataluña, donde trabaja Barberán, el convenio no se actualiza desde hace veinte años, y también cobran por toma. El documento recoge ‘categorías’, aunque la diferencia es mínima. Por doblar una película de los sábados por la tarde de Antena 3 se cobra solo un 25% menos que por el doblaje de un taquillazo.
La diferencia salarial también afecta a los dos tipos de productos estipulados en el convenio: el vídeo (plataformas digitales, televisión, DVD) y el cine como tal. A pesar de que con el último la repercusión es mucho mayor que con el resto —en ocasiones se someten al examen de supervisores internacionales—, la diferencia es también del 25%. Un actor de doblaje que trabaja en el primer grupo y tiene en una mañana 10 tomas, cobra 50 euros por asistir y otros 50 por la lectura del texto, a lo que le deben restar las retenciones y la seguridad social. Es decir, la cantidad neta son unos 60 euros. Si lo que dobla es cine, cobraría 20 euros más: 80 euros. Eso es lo que distingue un vídeo manga, por ejemplo, de un blockbuster como Vengadores. “La repercusión no es la misma y la película del cine acaba pasando tarde o temprano por la televisión. El error es que no haya más diferencia de precios entre productos y que el protagonista cobre lo mismo que la persona que hace de vecino, de camarero... que solo dice una frase. Que quien pone voz a Tom Hanks y está cinco líneas hablando sin parar y dando mil matices cobre lo mismo que el camarero que dice ‘su café, señor’. Eso destruye el tejido de calidad”, explica Óscar Barberán a El HuffPost.
Precisamente, como el convenio tampoco contempla categoría de actores, el protagonista de una película de cine turco que graba cien tomas cobrará lo mismo que el de una película de Disney de la que se distribuyan 1.000 copias en las salas de cine de toda España y que facture nueve millones de euros. Por Toy Story 4, Óscar Barberán cobraría menos de 1.000 euros: “El asunto está en que cada uno cobre según el dinero que haga ganar a su jefe. Me pasó exactamente lo mismo con Ice Age, cuando doblé a Diego. Me llegó un talón de 400 euros y no me parecía normal, con el dinero que generaba. Para la tercera parte pedí más dinero y FOX me apartó”.
No es ni la primera ni la segunda vez que le ocurre algo así al actor. El catalán era la voz de Keanu Reeves y ganaba 800 euros por película. “Los contratos con las distribuidoras son leoninos”, valora. Al firmar, el actor cede su voz para toda la vida y cobrar 800 euros por una película y ‘regalar’ la voz para soportes futuros... desde luego no compensa. En Matrix 3 no llegó a cobrar ni 500 euros. Pidió más y le “hicieron desaparecer”.
En el caso de la nueva de Toy Story, le llamaron para hacer el tráiler y, siendo consciente de la repercusión del vídeo, pidió cobrar 500 euros y no los 60 que le querían pagar. Disney optó por cambiar la voz de Woody. ”¿De verdad crees que cualquiera puede doblar a cualquier personaje cuando ya tiene un público? Debes tener respeto por los actores y por el espectador”, reclama.
Hay profesionales que doblan el tráiler y todos los vídeos promocionales, pero cuando llega la hora de la verdad la distribuidora llama al personaje de moda. “Muchos de los actores que hay haciendo cosas en cine no deberían hacerlas porque no tienen la categoría de profesional. Como actor de imagen sí, pero no como actor de doblaje. Como está de moda, él ganará 5.000 euros y yo que iba a ganar 1.000 no los gano siquiera”, se queja Antonio Villar. Es algo muy habitual en el cine de animación, pero también ha empezado a pasar con personajes de acción real: “Solo tienen que tener amigos en las diferentes distribuidoras para que los llamen. Esto es más serio”.
No les ponemos cara, pero son tan actores como los que salen en pantalla. Se meten en la piel del personaje, se involucran emocionalmente y echan horas y horas ‘de rodaje’ en el estudio. Si a eso le sumamos que tienen que trabajar frente a una pantalla en negro... “Son condiciones extremas que no deberían darse. Necesitamos ver cómo se mueve el actor, sus sentimientos... Si quieren que trabajemos en esas condiciones, deberían estar mejor pagadas”, reivindica Villar.
A pesar de la polémica generada por Juego de Tronos, no es la primera vez que los actores se enfrentan a doblajes con pantallas en negro. Villar lo lleva haciendo desde Matrix. Con el largometraje solo veía un circulo en el que se encuadraba la cara del actor, por los mismos motivos que con la serie de HBO: la piratería, el miedo a las filtraciones. “La gente no debería trabajar enmarcada en este sistema”, lamenta.
Lo que piden no es descabellado. Darle una vuelta de tuerca al doblaje para concienciar a la gente de que lo que hacen es un trabajo artístico muy importante. Que los empresarios no les vean como el enemigo, sino como gente que colabora para sacar un mejor producto, que se tengan en cuenta sus criterios, tener más tiempo, no ir acelerados, que no haya tanta fricción, que las televisiones no abaraten tanto como para que los empresarios se sientan tan asfixiados. Engrasar la cadena de una profesión de la que vive tanta gente.