La incógnita del tiempo en la esclerosis múltiple

La incógnita del tiempo en la esclerosis múltiple

Se suele decir que el tiempo es oro. Esto es verdad en casi cualquier faceta de la vida y todavía lo es más para quien sufre una enfermedad.

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Por Diego Clemente, investigador principal del Laboratorio de Neuroinmuno-Reparación del Hospital Nacional de Parapléjicos, Hospital Nacional de Parapléjicos:

Se suele decir que el tiempo es oro. Esto es verdad en casi cualquier faceta de la vida y todavía lo es más para quien sufre una enfermedad. Este es el caso de las personas con esclerosis múltiple, una enfermedad grave, inflamatoria y neurodegenerativa que afecta al sistema nervioso central.

En esta patología, nuestro propio sistema inmunitario se altera y destruye la mielina, un complejo de lípidos y proteínas que envuelve los axones de las neuronas y que sirve para que el impulso nervioso se trasmita rápidamente a largas distancias. Gracias a la mielina podemos leer este artículo mientras oímos la radio, o pensamos en la lista de la compra de esta tarde mientras sentimos que nos pica un dedo del pie.

Cuando esta envuelta se daña, las personas con esclerosis múltiple experimentan los síntomas característicos de esta enfermedad como fatiga, pérdida de sensibilidad, problemas en la marcha o visión doble, entre otros muchos.

La esclerosis múltiple alberga muchas más incógnitas que certezas. Todavía no se conoce su causa, ni se le ha encontrado un tratamiento curativo. Tampoco estamos seguros del peso que tienen los hábitos de nuestra vida, sumados a los cambios en determinados genes, en que se pueda desencadenar la enfermedad.

Tampoco sabemos por qué vamos perdiendo con el paso del tiempo la capacidad propia del sistema nervioso de reparar la vaina de mielina dañada. Este fenómeno se conoce como remielinización y ocurre de manera espontánea en los primeros años de enfermedad (https://www.nature.com/articles/nrd.2017.115). También se ven afectadas muchas más mujeres que hombres, pero no sabemos la razón.

Una de las principales certezas de la esclerosis múltiple es que se la puede atacar para reducir la velocidad de su avance. Esto lo hacemos cada vez mejor gracias a la investigación de numerosos laboratorios en todo el mundo que se encargan de buscar moléculas que frenen el avance de la enfermedad.

Existen alrededor de 15 medicaciones diferentes para tratar la esclerosis múltiple, cada una de las cuales está orientada a un determinado perfil de paciente, muchas veces vinculado a la severidad de la enfermedad.

Sin embargo, hay otro aspecto de la esclerosis múltiple del que sabemos mucho y poco a la vez: el tiempo.

Hay numerosos estudios que indican que cuando una persona llega a la consulta de neurología y se le diagnostica la esclerosis múltiple, esta ya había comenzado con anterioridad a la presentación de los síntomas. El tiempo exacto en que todo se alteró y que dio lugar al pistoletazo de salida para el comienzo biológico de la enfermedad es, hoy en día, una incógnita.

Una vez realizado el diagnóstico, se sabe que cuanto antes se comience con el tratamiento, más tarde llegará, si es que llega, el avance de la discapacidad, con lo que todo eso conlleva en lo personal, laboral, sociosanitario y económico para el paciente, su familia y para toda la sociedad. Por ello, diagnosticar la esclerosis múltiple lo antes posible es una prioridad absoluta. También lo es determinar, con la mayor celeridad posible, qué grado de severidad podrá tener en cada paciente, dado el amplio abanico de fármacos existentes para su tratamiento.

La mayoría de los pacientes con esclerosis múltiple presentan brotes, es decir, momentos en los que aparecen nuevos síntomas o empeoran algunos previos, de los que se recuperan total o parcialmente. Con el tiempo, muchos evolucionan hacia una forma denominada “secundariamente progresiva”, en la que el incremento de la discapacidad es continuo (sin brotes) y en general sin recuperaciones funcionales. Otro momento crucial que permanece como incógnita, ya que no se sabe ni cuándo ni cómo ocurrirá, ni si tendrá lugar o no.

Numerosos laboratorios en todo el mundo, incluido el nuestro del Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo, trabajamos todos los días en la incógnita del tiempo en la esclerosis múltiple. En el cuándo comenzó la enfermedad y cómo de rápido o lento será su avance en cada persona, ya que éste se manifiesta en cada paciente de una manera diferente. Por eso se la denomina la enfermedad de las mil caras.

Buscamos lo que se llamamos “biomarcadores”, que son células, moléculas, pruebas de imagen y otras medidas sencillas que nos permitan adelantarnos al tiempo y poder prever el futuro lo antes posible.

Nuestro grupo está convencido de que el tiempo es un factor clave a tener en cuenta en el modelo animal de la esclerosis múltiple. Buscamos las razones por las que la enfermedad se presentará con más o menos gravedad en cada individuo. Los resultados que vemos en los animales nos ha mostrado que el control del balance entre fenómenos proinflamatorios y reguladores de la respuesta inmune podría ejercer un papel clave en el tiempo que tardará cada animal en enfermar, y en la velocidad a la que lo haga. También estudiamos si esto tendrá una repercusión directa en los fenómenos de reparación anteriormente mencionados.

Si algo ha puesto de manifiesto la crisis que vivimos con la COVID-19 es que las personas que tienen una enfermedad no tienen tiempo que perder. Por ello debemos apoyar siempre la ciencia como motor de avance en positivo para resolver problemas, también los de salud, incluida la resolución de los numerosos enigmas de enfermedades neurodegenerativas como la esclerosis múltiple.

Resolverlos es cuestión de tiempo, pero también de inversión. Quien maneja nuestro dinero ya sabe que si no se invierte en ciencia, no hay futuro. O, mejor dicho, que se tardará más tiempo en alcanzarlo. Un derroche de tiempo que no podemos ni debemos permitirnos como sociedad.

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