La historia detrás de la foto del 23-F: “Salí con el carrete en el zapato, intentando no cojear y pensando cuál iba a ser mi destino si me descubrían”
El fotógrafo de EFE Manuel P. Barriopedro recuerda aquel día: “No te daba tiempo a pensar”, “nos íbamos pasando los mensajes en forma de cadena”.
“Sobre las seis y veinte de la tarde, desde mi posición en la tribuna de fotógrafos -sólo nos separa una barandilla de la de los diputados- escucho unas voces y unos ruidos que no eran normales en el Parlamento. En ese momento dirijo mi cámara hacia la puerta más cercana, que permanecía cerrada para que no hubiera alteración en los votos. El primer fotograma que hago es el de un guardia civil dando una patada a la puerta y un ujier tratando de impedírselo. A partir de ahí empiezan a entrar guardias civiles por la otra puerta. Empiezan los gritos de “todo el mundo al suelo”, “quieto todo el mundo”. Y comienzan los disparos”.
Lo rememora como si fuera ayer mismo. “Han pasado cuarenta años y la memoria está todavía fresca. Recuerdo perfectamente cómo ocurrieron los hechos, el miedo que pasamos la incertidumbre de no saber cómo era el final de aquello. Me lleva a pensar que menos mal que aquello fracasó”. Lo cuenta así en una conversación Manuel Pérez Barriopedro, el fotógrafo de la Agencia Efe que inmortalizó a Tejero con la pistola en la mano el 23-F, el único que pudo sacar aquel día su carrete del Congreso de los Diputados con esa imagen.
“Habitualmente cubría Parlamento y Presidencia del Gobierno, aquella tarde se presentaba aburrida, soporífera, íbamos a pasar horas encerrados esperando a que todos los diputados votaran porque era nominal, era la segunda votación de la investidura de Calvo Sotelo”, le viene a la cabeza dibujando los momentos previos al intento de golpe de Estado.
Tras la entrada de los militares al Hemiciclo, el fotógrafo siguió sacando fotos: “Cambié el objetivo, que era uno con zoom que me permitía acercar o alejar la imagen. Justamente en el último disparo me doy cuenta de que esas fotos que había hecho había que salvarlas”.
¿Y cómo? “Empecé a rebobinar manualmente la cámara, entonces no eran digitales, sino analógicas con carrete. Rebobiné a mano para no hacer ruido. Teníamos a un guardia civil que nos estaba controlando a menos de un metro”, retrata Barriopedro. Con la siguiente secuencia: “Ese carrete lo mantuve en la mano durante bastante tiempo, intentando ver en qué lugar del cuerpo podía guardarlo porque estaba claro que nos iban a requisar las cámaras, como así fue. Incluso a algunos compañeros les quitaron los carretes”.
“Lo mantuve en la mano hasta que encontré una postura, me di cuenta de que en el hueco del zapato podía esconderlo. Fui bajando la mano poco a poco y lo escondí en la planta del pie. Así lo mantuve toda la tarde y noche, hasta que a las once de la noche nos dejaron a los fotógrafos salir”, ilustra. Barriopedro continúa: “Las cámaras se quedaron allí, yo salí con el carrete en el zapato, intentando no cojear y pensando cuál iba a ser mi destino si me descubrían”.
Se daba la circunstancia de que tenían que pasar a la salida por el arco de metales: “Esperando que aquello sonara… Afortunadamente, no”.
El siguiente paso era llegar hasta la sede de la Agencia EFE, que entonces estaba en el número 32 de la calle de Espronceda en Madrid. “Salí del Congreso. Tenía, como muchos españoles, un 600, que había dejado aparcado muy próximo. Teníamos una autorización especial. Tuve que solicitar a los militares en la calle que me retiraran los vehículos para marcharme”. En su mente tiene ese trayecto grabado: “Sorprendentemente, según llegaba a la glorieta de Cibeles y subiendo Castellana, el ambiente que había era de cierta normalidad. Los autobuses y los taxis circulaban. Había también pequeños grupos de personas que caminaban. Hay que tener en cuenta que a esas horas en febrero prácticamente está todo vacío, pero había movimiento”.
Al llegar a EFE, continúa su relato, preguntó si había militares: “Dentro me dijeron que no, que no habían ido, pero que se les esperaba. Nunca pensé en esos momentos que eran las únicas fotos que habían salido del Congreso, no lo supe hasta ver los periódicos a partir de la una y media con ediciones especiales. Salían con la fotografía de Tejero”. Consiguió hacer once fotogramas, pero sólo uno completo. “Es la única foto que está encuadrada y perfecta de luz”, apostilla. Esa imagen sería para la Historia de España y le valdría el World Press Photo.
Dentro de la agencia había operadores para revelar las fotos en el laboratorio, pero él decidió que lo haría personalmente aquella noche “dada la responsabilidad”. “Al ver los fotogramas dije: ¡Hay fotos!” La mayoría de compañeros también hicieron, pero el éxito fue sacar el carrete esa misma noche”, describe.
¿Qué pensaba en todas esas horas? Responde Barriopedro: “Actué de forma totalmente inconsciente, ilógica. No te daba tiempo a pensar. Yo había trabajado en la calle, con manifestaciones y atentados casi todos los días, la situación del país… Mi mente funcionaba así, estaba rodado. Fue instinto”. Tenía por entonces 32 años, pero llevaba retratando las calles desde la muerte de Franco.
“Es la foto que me ha marcado profesionalmente. Es un orgullo que esté en los libros de texto y sea un icono de la historia de España. Me enorgullece”, comenta al hilo. El país ha cambiado completamente y tiene palabras además para describir cómo era el ambiente en el Congreso entonces: “Con los políticos manteníamos cierta relación. Coincidíamos y comentábamos cosas. Hubo una armonía entre políticos y prensa que no hay ahora, prácticamente éramos una gran familia. Convivíamos en la misma cafetería. Ahora hay muchos edificios pero entonces sólo estaba el que conocemos por los leones. Nos ofrecíamos cigarrillos”.
Una de las cosas que todavía le impactan y que describen las diferencias con estos tiempos es que dentro no sabían lo que pasaba fuera y al revés. “Era un silencio absoluto”, revive. Para explicar: “En el transcurso de la tarde nos íbamos pasando la voz porque alguien estaba con un transistor, luego supimos que era Abril Martorell. Nos decían que Radio Nacional estaba poniendo marchas militares… y a la media hora decían que estaba poniendo música clásica. A partir de ese momento supimos que ya no iba cómo ellos querían. Nos íbamos pasando los mensajes en forma de cadena”.
Hoy recuerda aquellos mensajes y aquella foto para siempre, para describir el día que la democracia española resistió. E incluso se ríe cuarenta años después al rememorar “esta batallita”.