La historia del español que ha dado la vuelta al mundo andando y ha unido los cinco continentes nadando
Nacho Dean afirma que su objetivo es concienciar de la importancia de conservar el planeta.
No le valió con ser el primer español y la quinta persona en la historia en dar la vuelta al mundo caminando. Nacho Dean, un malagueño de 39 años, se propuso en 2017 unir los cinco continentes bajo el nombre de la Expedición Nemo y este año lo ha completado.
“Vivimos en un planeta en el que alrededor del 70% es agua. Había dado la vuelta al mundo caminando para documentar el cambio climático, pero tenía una deuda pendiente con los océanos. Todos los días escuchamos noticias negativas sobre ellos, así que me embarqué en este proyecto de unir nadando los cinco continentes para mandar un mensaje de conservación de los océanos”, cuenta a El HuffPost el propio Dean, que estudió Publicidad y Relaciones Públicas y Técnico en Medio ambiente.
Este reto ha tenido un ingrediente extra que no tuvo el de la vuelta a pie: la preparación física. Dean no había sido nadador y los conocimientos que tenía de acampada, escalada o senderismo no le servían en cuanto se sumergía en el agua.
“Me llevó el entrenamiento un año y dos meses. Al principio no nadaba ni cuatro largos en una piscina, así que centré todos los esfuerzos en mejorar la técnica. Cuando la perfeccioné, comencé a nadar en embalses, ríos y en el mar”, se sincera.
Para completar ese proceso de entrenamiento, decidió recorrer en los meses de enero y febrero del 2018 el Cantábrico y durante los de marzo y abril el Mediterráneo. En total, unos 2.500 kilómetros de preparación que le derivaron en un problema físico en el hombro derecho a un mes de empezar la expedición.
Dean, que está escribiendo un libro y haciendo un documental sobre la Expedición Nemo, reconoce que existió un momento durante el reto en el sí que meditó abandonar: “Nadé con cocodrilos, tiburones y medusas venenosas. Fue muy duro. Lo pensé realmente”.
Esta publicación será la segunda que saque, tras Libre y salvaje, que vio la luz en abril del 2017 y que narra la vuelta al mundo a pie. Es precisamente esta aventura que realizó entre el 21 de marzo de 2013 y 20 de marzo de 2016 la que cambió su vida. 31 país y 33.000 kilómetros para una hazaña prácticamente única.
Todo empezó mientras caminaba
Un día de 2011 y mientras recorría la ruta Transpirenaica entre el cabo de Creus e Irún se le ocurrió. “Me gustaba, me encontraba cómodo llegando a los sitios a pie. Se me ocurrió la idea de por qué en vez de estar unas semana caminando y volver a casa, no soñar a lo grande y dar una vuelta al mundo a pie”, indica.
“Pero una cosa es que se te ocurran las ideas y otra hacerlo. No es una decisión fácil porque tienes que dejarlo todo, soltar los miedos de una cultura, una educación que valora más la estabilidad y el confort que acciones como emprender o arriesgarse”, añade.
Sin embargo, sí que confiesa que ha vivido en más de una veintena de lugares, así que en él no existe ese arraigo tan profundo.
Por encima de todo emerge, como reitera una y otra vez, la reivindicación de cuidar el planeta, la naturaleza: “Es el hogar en el que vivimos y caminar es el medio de transporte más ecológico y silencioso”.
Dean, sin prácticamente ayuda de patrocinadores, destinó los ahorros que tenía para hacer el itinerario, aunque afirma que durante el recorrido y conforme iba avanzando comenzó a recibir donaciones. “La gran mayor parte del recorrido la hice solo, pero tuve momentos en el que había gente que caminaba conmigo o que me ofrecían sitios para dormir, comida, etc”, apunta.
En esos tres años durmió en su tienda de campaña, en mezquitas musulmanas, templos budistas, comisarías, hoteles o casas. También presenció un atentado terrorista en Bangladesh, le asaltaron en Perú, le intentaron atracar maras armadas con machetes en El Salvador y México, contrajo la fiebre chikungunya en el estado de Chiapas del país centroamericano, que le afectó durante una semana, se vio frente a frente con un rinoceronte en Nepal o llegó a Nueva York en medio de la tormenta Jonas.
Las comodidades a las que uno está acostumbrado las abandonó de la noche a la mañana: “Tienes que racionar el agua, atraviesas países con poca calidad en la alimentación y tienes que olvidarte de hacer turismo gastronómico. Igual que dormir. Estás muy alejado de las comodidades”.
Pero, como no podía ser de otra manera, destaca las anécdotas positivas y los momentos únicos que vivió: “Verme bajo los cielos estrellados del desierto de Atacama, abrir mi puerta de la tienda de campaña en la selva de Ecuador y verla con miles de luces verdes de las luciérnagas. Ver infinidad de especies, fenómenos migratorios. Estás descubriendo el mundo con tus propios ojos”.
“Cruzas países de todo tipo de culturas, etnias, de religión, filosofía, comes con las manos, palillos, cubiertos, costumbres. Es muy valioso”, sentencia.
De toda la geografía mundial solo le ha faltado por recorrer los continentes de África y la Antártida. Dos son los motivos que le apartaron de cruzar el continente africano.
“América la iba a recorrer de norte a sur, pero terminé de recorrer Australia en julio de 2014, en invierno. Como tenía que cruzar el desierto de Atacama en Chile me dije que para cruzarlo era mejor en esta estación. Esa es la razón por la que al final hice la ruta de sur a norte. Al llegar a Nueva York, volver a bajar a Sudáfrica me rompía el itinerario. Aunque la razón principal es que había vivido situaciones delicadas en las que había puesto la vida en juego y seguir tentando a la suerte podía ser peligroso”, sentencia.
Como curiosidad, Dean utilizó 12 pares de zapatillas para completar la gesta.
De momento, en el horizonte solo tiene la publicación de su segundo libro y del documental, aunque confiesa que ya está dándole vueltas a la cabeza para nuevos proyectos. Como el proverbio que él cita, “cuando quieres algo encuentras un medio, cuando no quieres hacer nada encuentras una excusa”.