La espiral del silencio
Porque les llamaran fascistas, constitucionalistas, peperos, fachas o españolistas; porque les excluyeran; porque les señalaran o simplemente porque no quisieron salir de la rueda del clientelismo. Lo cierto es que callaron durante demasiado tiempo, y estamos donde estamos en buena medida por ello, además de por los errores cometidos por unos y por otros. Empresarios, banqueros, editores, periodistas, escritores, intelectuales y ciudadanos anónimos prefirieron mirar hacia otro lado mientras la gigantesca bola del procés crecía hasta reventar las costuras de la España democrática.
El comportamiento está en La teoría de la espiral del silencio, de Elisabeth Noelle-Neumann, donde se explica bien cómo las personas adaptan su actitud a las opiniones predominantes en su entorno. Se trata de una tendencia natural frente al aislamiento al que puede llevar verter opiniones "minoritarias". Y la espiral se dibuja a medida que las opiniones minoritarias se silencian y aumentan y se vuelven dominantes las consideradas mayoritarias .
A eso se refería José Borrell ayer cuando mientras izaba la bandera europea y sacaba los colores a los empresarios y banqueros que durante tanto tiempo callaron y contemporizaron con el independentismo mientras que ahora, justo cuando se avecina la tragedia, anuncian su salida de Cataluña: "¿No podíais haberlo dicho antes? Si lo hubierais hecho, quizá esto no habría pasado. Todos tenemos un poco de culpa por haber estado tan callados".
¿Cuántos empresarios de los que hoy reúnen con urgencia a sus Consejos de Administración hicieron de comparsas del independentismo? Unos por miedo a ver reducida su cuenta de resultados y otros porque no creyeron que la amenaza llegara tan lejos, muchos fueron rehenes de la "espiral del silencio" porque se dejaron arrastrar por una corriente de opinión que no compartían, pero escuchaban machaconamente día y noche en los medios de comunicación públicos y privados financiados por el Govern.
Ahora, sólo cuando se ha producido ya una fractura en la convivencia que tardará años en sanar, la gente ha perdido el temor y ha roto con la espiral del silencio en la que se cobijó durante tanto tiempo. Lo han hecho los banqueros, los empresarios y hasta los editores a los que la nobleza pretendía retirar el título de Grande de España "por traición y notoria villanía", como leíamos este sábado en LOC.
El editorial de La Vanguardia del domingo es algo más que una señal de alarma, es el grito de "hasta aquí", es el más explícito reconocimiento de que en Cataluña pueden convivir banderas de España y esteladas y de que nunca más el independentismo podrá apropiarse en exclusiva de lo catalán.
A más a más, que el PSC acudiera a una manifestación convocada por Sociedad Civil Catalana y que algunos de sus dirigentes se mezclaran entre la multitud con gentes del PP que representan al más rancio nacionalismo español es tan importante para frenar el delirio del independentismo como las sacudidas que ha sufrido la economía catalana en los últimos días con la estampida de algunas de sus empresas centenarias.
Lo que dijo ante los manifestantes Josep Borrell tuvo mucha más hondura que las palabras de un Nobel como Mario Vargas Llosa. "Las fronteras son las cicatrices que la historia ha dejado grabadas en la piel de la tierra. No levantemos más", dijo antes de frenar en seco, con una llamada al respeto y a no seguir el ejemplo de la turbas del circo romano, el desbordante entusiasmo de quienes coreaban "Puigdemont, a prisión".
En un país donde la respuesta del Gobierno de Rajoy al conflicto catalán ha terminado difuminado el papel de las instituciones del Estado, que el ex presidente del Parlamento Europeo dijera que "a la cárcel sólo van los que dicen los jueces" resultaba tan obvio como necesario. Tanto como que hubiera alguien como Borrell -catalán, socialista y europeista- que, desde la pasión y sin complejos, desmontara las proclamas del independentismo y llamara a extremar el respeto y reconstruir los afectos. Y todo ello sin que le importara lo más mínimo hacerlo en una manifestación que encabezó al lado de personajes como Xabier García Albiol.
Lo que Borrell hizo en apenas 15 minutos por la España de la convivencia y la armonía es mucho más de lo que Rajoy ha hecho en toda su carrera política. Al final, va a resultar que será el PSOE otra vez quien salga al rescate de un presidente de flema impasible. Ya se las apañó para que así fuera en su investidura, sin importarle la fractura provocada en las filas socialistas y a pesar de que los votos del PSOE no eran necesarios para mantenerle en La Moncloa. Hoy, regresa por sus fueros.
Algún día habrá que preguntarse si, con un Gobierno del PSOE, la derecha española se hubiera comportado con la misma lealtad de Estado que lo están haciendo los socialistas ante la amenaza independentista. Mejor será que no echemos la vista atrás porque la historia está llena de ejemplos, y no precisamente en favor de la fidelidad de los populares en los momentos más críticos.