La escena que muestra el coronavirus
La pandemia pone en evidencia la fragilidad del sector teatral, obligado a bajar el telón y echar el cierre por no se sabe cuánto tiempo.
La llegada del coronavirus a España ha puesto de manifiesto muchas cosas de este país. Entre ellas la fragilidad del sector teatral, obligado a bajar el telón y echar el cierre por no se sabe cuánto tiempo. Mostrando su mucha precariedad y su poca fortaleza económica para aguantar los embates del destino.
Frente a la reacción rápida de Stage Entertainment España, la productora de Anastasia y El Rey León, propia de una gran empresa moderna con un plan de contingencia que tiene evaluados los riesgos de su negocio, aparecieron más tarde en TVE Miguel del Arco, de El Pavón Teatro Kamikaze, o Jesús Simarro, de la productora Pentación, que tiene y gestiona los teatros Bellas Artes y la Latina.
La primera con un comunicado claro de cierre. El segundo expresando sus dificultades para mantener abierto el teatro en el futuro con las pérdidas que le iba a provocar la pandemia. Y el tercero para contar la cantidad de puestos de trabajo que se habían perdido ya en el sector, cuando todavía tenían la oportunidad de haber abierto con un 30% del aforo. Opción que declinaron para contribuir a parar la pandemia en un país que suele tratarles con indiferencia cuando no lo hace con animadversión.
Voces y comunicados a los que se unieron los comentarios menos mediáticos pero igual de importantes en Facebook y Twitter de artistas, productores y salas pequeñas. En ellos comentaban la pérdida de los bolos que les iban a permitir subsistir y de los que podrían salir otros bolos. Trabajos que ahora no cobrarán, al no tener un lugar en el que exhibir la cosecha. Lo que han vendimiado para hacer el vino cultural que dan a beber cada tarde.
La metáfora agrícola no viene mal. Pues cuando se escucha al sector la sensación que se tiene es la de estar escuchando a los agricultores cuando sufren una gota fría o un desastre natural que acaba con la hacienda y con sus vidas.
Esto no solo pone de manifiesto la necesidad de incorporar medidas extraordinarias para que el sector, o mejor dicho, todas las empresas y personas que lo hacen posible, se recuperen lo más rápidamente posible y puedan seguir trabajando. Como otro cualquier otro sector más, volver a la lógica de la normalidad.
Además, hay que poner en marcha otro montón de medidas que le permitan, por un lado, modernizarse en la gestión, tal vez profesionalizando esta función. Y, por otro, ponerlo en el camino de ser apreciado por sus conciudadanos como el sector clave que es en su entretenimiento y, más importante, en su desarrollo como individuos. Como seres libres que voluntariamente se unen a otros seres, también libres, en las butacas de un teatro para tener un contacto estrecho. Estar juntos más de 15 minutos a menos de dos metros de distancia.
Por tanto, a parte de las medidas que faciliten la subsistencia de las personas que pertenecen al sector mientras no se pueda subir el telón y vender entradas, sería bueno analizar la fragilidad y precariedad que el coronavirus ha puesto al descubierto. No un análisis para conocer por conocer, sino para actuar y accionar, que es lo que se hace habitualmente en el teatro. Actuar y accionar la imaginación de los individuos y de todo un país para que ambos puedan verse cómo son y no, cómo les dicen que son. Y desde lo que son poder hacerse cargo de lo que les sucede.