Dern, que interpreta a la abogada de una madre que lucha por la custodia de su hijo, ha logrado llevarse el gato al agua: antes ya había ganado el BAFTA, el Globo de Oro y el premio del Sindicato de Actores por este papel. A ellos se suma, como era de esperar, el Oscar.
Sus 46 años de trabajo delante de las cámaras, desde que debutó con Martin Scorsese en Alicia ya no vive aquí (1974), le han dado a Dern armas más que suficientes para comerse la cámara en una escena en la que la protagonista absoluta es ella.
Tres nominaciones después —Rambling Rose (1992), Alma salvaje (2015) e Historia de un matrimonio (2020)— la estadounidense de 52 años ha conseguido su primera estatuilla con un monólogo puramente feminista.
“Te voy a parar ahí. La gente no tolera a las madres que beben y le dicen a su hijo ‘cabroncete’. Lo entiendo, yo soy igual. Un padre imperfecto es aceptable. El concepto de buen padre solo se inventó hace unos 30 años. Antes era normal que los padres fuesen callados, ausentes, poco fiables y egoístas. Claro que queremos que no sean así, pero en el fondo los aceptamos. Nos gustan por sus imperfecciones, pero la gente no tolera eso mismo en las madres. Es inaceptable a nivel estructural y espiritual. Porque la base de nuestra patraña judeocristiana es María, la madre de Jesús, que es perfecta. Es una virgen que da a luz, apoya incondicionalmente a su hijo y sostiene su cadáver al morir. El padre no aparece. Ni para echar un polvo. Dios está en el cielo. Dios es el padre y Dios no se presentó. Tú tienes que ser perfecta, pero Charlie puede ser un puto desastre. A ti siempre te pondrán el listón más alto. Es una putada, pero es lo que hay”.