La enfermedad de la vista que tenía Van Gogh explica su forma de pintar
Ya no verás igual el amarillo de 'Los girasoles' o de su famoso 'Autorretrato'.
Resulta prácticamente imposible no reconocer la obra de un artista impresionista del siglo XIX. Los paisajes de Monet, el amarillo característico de Van Gogh o las bailarinas de Degas son imágenes universalmente conocidas. Sin embargo, además de compartir la técnica y en algunos casos la temática, estos artistas también tenían otro punto en común: sus problemas de visión.
Los tres sufrieron algún tipo de patología ocular durante su vida, algo que afectó directamente a sus obras, bien en los colores, en las perspectivas o en algún elemento que repetían constantemente en sus cuadros. Los propios oftalmólogos han explicado cómo las llevaban a la pintura.
Van Gogh y el amarillo
Durante la última etapa de su vida, Van Gogh sufrió xantopsia (del griego xantos, amarillo), una patología visual que, según la oftalmóloga Carmen Fernández Jacob, le hacía ver en tonos amarillentos. De ahí, la importancia del amarillo en buena parte de sus obras entre 1888 y 1889, lo que muchos conocen incluso como época amarilla.
El pintor plasmó esta tonalidad en obras como Los girasoles, Campo de trigo al sol con segador o La casa amarilla.
Pero si vamos más allá, Van Gogh también le daba cierto tono amarillo a los retratos, como sucede con La arlesiana o Dr. Gachet.
Según explica Jacob, esta patología se debía al tratamiento con la planta Digitalis purpurea que el pintor holandés seguía por prescripción médica durante su estancia en el hospital de Arlés. Pero ésta no es la única patología visual que sufría Van Gogh y que también estaba relacionada con el color amarillo.
Los halos amarillos que realiza en los focos de luz de pinturas como en La noche estrellada son producto de crisis glaucomatociclíticas, cuenta Jacob. Esta enfermedad provoca un oscurecimiento de la córnea que le hacía ver halos circulares alrededor de los puntos de luz, algo que algunos expertos achacaban a la intoxicación por el plomo de las pinturas o por beber absenta.
Monet, la distorsión y el adiós a los azules
Monet, al igual que otros muchos pintores impresionistas, eliminaba los detalles y distorsionaba los motivos con grandes pinceladas. Sin embargo, esto se acrecentó en su obra a partir de 1908, cuando el francés tenía 60 años. Hay una explicación clínica al respecto: las cataratas. Monet veía borroso y en tonos ocres debido al oscurecimiento de la córnea, por lo que dejó de utilizar los azules y violetas tan característicos de su cuadros.
Esto se puede ver fácilmente gracias a que el pintor francés solía repetir el mismo motivo a lo largo de su obra. Por ejemplo, El puente japonés situado en su casa de Giverny.
Degas y el ballet
La fijación de Degas por el ballet y el teatro también se debía a una patología ocular. En este caso, no se plasmaba tan directamente en los colores como sucedía con Monet y Van Gogh, pero sí en la temática. Degas sufrió una degeneración macular a los 36 años, una enfermedad posiblemente hereditaria, que le provocaba inflamación en la mácula y le hacía especialmente sensible a la luz potente.
Por esta razón, Degas empezó a pintar en interiores, principalmente en teatros o ballets, lo que le acabó dando reconocimiento internacional al convertirse en un sello de identidad.
Sin embargo, tal y como establece Jacob, la enfermedad fue empeorando y provocó una pérdida en la definición en la mirada. Eso se reflejaba en una pincelada más fluida y en la dificultad de dibujar los rostros, por lo que empezó a hacer sujetos de espaldas.
A estas discapacidades se dedica una sala dentro de la VII Bienal de Arte Contemporáneo de Fundación ONCE, abierta al público hasta el próximo 16 de septiembre, y que se centra en esta edición en las discapacidades los grandes genios del arte. Además, también se exponen obras de artistas que también sufrieron algún tipo de discapacidad como Francisco de Goya, David Hockney, Ángela de la Cruz o Paul Klee.