La eficiencia del libre mercado en las economías
Muchas veces hemos oído hablar de oferta y demanda, de cómo fluctúan los precios de determinados bienes -en base al IPC y a la relación entre esta oferta y demanda-, del libre mercado y de esa afamada -así como criticada- mano negra de la que el Sr. Adam Smith hacía una interpretación; pero, ¿qué significa todo esto?
Las economías de cada país son muy distintas entre sí. No todos los países poseen los mismos recursos y riquezas. De hecho, por ello surge parte del estudio de la ciencia económica, pues cada país hace un uso y ejerce una administración sobre sus recursos, así como los que poseen sus diversos agentes económicos.
Para esto, cada país posee un sistema económico que, junto a su sistema político, dictan el funcionamiento de la economía. Muchos son los economistas que se han posicionado del lado más intervencionista, así como los que lo han hecho del lado liberal. Dos corrientes de pensamiento económico muy dispares entre sí.
Para los más intervencionistas, el papel del estado sobre el mercado no es una opción, sino una obligación. Mientras que aquellos más liberales -siendo el caso de Adam Smith- abogan por una economía donde el estado ejerza la menor influencia posible. Como digo, dos corrientes de pensamiento, dos formas de actuar.
Para entrar en materia, lo que viene a tratar el artículo es la intervención del estado en los precios de los diversos bienes y servicios de un país, en función de la intervención y el papel del estado en cada economía. Según el sistema económico del país, los precios de aquellos bienes y servicios que se ofertan en el país, serán de una forma u otra.
Muchas son las economías que han aplicado una autoridad política para la fijación de precios. Una autoridad que fijaba el precio de determinados bienes y servicios, únicamente por no obedecer a las prácticas capitalistas, de libre mercado, y lograr, con ello, el control de la producción.
Un control que, como predicaba Marx, haría más justo el planeta, además de acabar con la histórica lucha de clases que el mismo Marx sostenía. Unas políticas que ya tuvieron efecto en el pasado, para muchas economías; siendo el caso la de la Unión Soviética. Esta fijación de precios por parte del estado, llevó al país a incurrir en determinados efectos negativos.
Para un país que desea controlar la producción, así como la distribución y la oferta y demanda de los productos, en un mercado controlado estatalmente, los efectos y la responsabilidad de esto, obliga al país a llevar a cabo una serie de actuaciones, además de aplicar una responsabilidad enorme sobre su mercado.
En ocasiones, como el caso de la Unión Soviética, el control total de la economía por el estado ha acabado derivando en una serie de fenómenos que han dejado en entredicho el grado de eficiencia de estas economías. El control de tanta producción terminaba por saturar el mercado, obligando a destinar unos recursos de una forma ineficiente.
Por el contrario, si tomamos como norma el uso de una economía de libre mercado, una economía liberal, los propios precios y el sistema de fluctuación que estos adoptan, provocan un fenómeno comunicativo, casi, perfecto. El sistema de precios por el libre mercado ofrece una visión a los medios de producción de lo que realmente quiere, o no quiere, el mercado.
Cuando el mercado deja de demandar un producto, la demanda se reduce, produciendo un efecto en la oferta que rebaja el precio, llegando a dejar de producirse si la demanda es insuficiente. Es decir, los medios de producción saben en todo momento lo que el mercado precisa y lo que demanda, provocando una mayor eficiencia en la oferta.
Thomas Sowell hace una reflexión muy buena en su libro, acerca de lo que ocurre cuando es el gobierno el que coordina el mercado. La fijación de precios en las pieles por el Gobierno soviético, provocó que una gran mayoría de estas pieles se desechasen y se pudriesen, pues al tener que controlar el mercado, este se ralentizaba y provocaba grandes pérdidas para los productores.
Todos conocemos la lentitud que transfiera a la economía el exceso de burocracia y regulaciones. Esto mismo ocurre con la regulación de precios por los gobiernos, pues se produce un efecto muy negativo en la economía. Justo lo contrario a lo que ocurre con el libre mercado, donde el mercado se regula automáticamente y sin la necesidad de aplicar recursos para una regulación, además, ineficiente.
En conclusión, los precios en el libre mercado son el mejor medio de comunicación para reflejar lo que quiere el consumidor y lo que está dispuesto a pagar por ello. Además, para los productores, este libre mercado supone que lo que se encuentra dentro de la oferta, es aquello que la población demanda y, por ende, las pérdidas son menores.
Como todo, existe una gran controversia entre las distintas corrientes de pensamiento económico. Sin embargo, hablar de un mercado donde la oferta y la demanda fluctúen en función de las acciones ejercidas por los agentes socioeconómicos, es hablar de un mercado real y transparente. Justo lo contrario de lo que ocurre en aquellos mercados intervenidos, sirviendo de ejemplo el caso de Venezuela.