La docencia mixta marcará el próximo curso en la universidad española
Los retos del próximo curso.
Por José Carlos Gómez Villamandos, presidente de CRUE Universidades Españolas. Rector de la Universidad de Córdoba, Universidad de Córdoba:
Tomar decisiones que afectan a cientos de miles de personas nunca es fácil. Menos aún en un escenario de total incertidumbre y ausencia de datos que nos ha forzado a adaptarnos a los acontecimientos prácticamente día a día. Cuando dentro de unos años analicemos todo lo que hemos pasado en estos meses de crisis de la COVID-19, seremos capaces de valorar en toda su dimensión las medidas de «docencia en remoto de emergencia» que se tuvieron que activar en apenas unas horas para evitar el colapso total del sistema universitario y su impacto sobre un millón y medio de estudiantes.
Superada la fase de cambio de una docencia presencial a otra no presencial, y en buena medida la de las evaluaciones, la gran pregunta es cómo iniciaremos el curso que viene.
Si la situación sanitaria lo permite, durante el primer semestre se podría volver a los campus, pero en determinadas condiciones de distancia en las aulas, en los pasillos y en las zonas comunes.
Las previsiones nos hablan de un cien por cien de ocupación de los espacios, usando mascarillas, y de un tercio en el caso de que no se usen.
No queremos renunciar a la docencia presencial porque es seña de identidad de nuestra enseñanza universitaria y vamos a hacer todo lo posible para preservarla porque sabemos que es indiscutible su eficiencia en la transmisión de conocimientos y en la adquisición de competencias transversales como la capacidad de comunicación, el trabajo en equipo, la sociabilidad y la empatía.
En el caso de no poder realizarse una docencia cien por cien presencial, iremos a una docencia mixta o de presencialidad adaptada, en la que se combinen presencialidad con no presencialidad y cada universidad determinará el porcentaje de esta fórmula.
Habrá que tener en cuenta el número de estudiantes, grupos, horarios, medidas de higiene y fase en la que se encuentre la comunidad o, incluso, la ciudad, en la que se desarrollen las clases.
Pero no perderemos un ápice de la calidad de la formación impartida en nuestros centros. Al contrario, este modelo mixto de docencia, bien planificado, puede aprovecharse como una oportunidad adicional de mejora en la calidad docente, combinando lo mejor de ambos modelos. A través de este, se pueden potenciar las bondades de la docencia presencial con actividades complementarias realizadas a distancia y apoyadas por la tecnología.
En el curso 2020-21 debemos ajustar los componentes académicos, organizativos y recursos a contextos de aprendizaje alternativos. El profesorado adaptará los contenidos, la metodología, las estrategias docentes, las actividades de evaluación y los recursos de las asignaturas a una nueva planificación para que los y las estudiantes logren los resultados de aprendizaje esperados en el marco de los fundamentos del Espacio Europeo de Educación Superior, que se rige por el principio básico del desarrollo de competencias.
La clave del éxito de esta docencia mixta estará en la correcta combinación de los probados beneficios de una buena formación presencial y las indudables cualidades de una buena formación no presencial. Y esto dependerá no tanto de la tecnología concreta empleada y del porcentaje de presencialidad aplicada, como de los diseños pedagógicos, de la metodología, del uso eficiente de los recursos y, sin duda, de la preparación y disposición del profesorado.
En estos momentos, las universidades estamos trabajando ya en la identificación de aquellas acciones que en este inédito cuatrimestre han resultado positivas y pueden servirnos de ejemplo, así como en la recogida y organización del amplio abanico de recursos –tanto didácticos como formativos y tecnológicos– que hemos ido generando. El objetivo es poner a disposición del profesorado estrategias didácticas que puedan dar una respuesta adecuada a las necesidades de cambio en la docencia que la nueva situación está generando.
Hemos aprendido mucho en estos meses. Hemos aprendido que esas estrategias deben ser versátiles para que puedan ser usadas y adaptadas a todas las situaciones docentes posibles; a las presenciales, a las no presenciales, a las síncronas y a las asíncronas. Hemos aprendido que existen tecnologías educativas y modelos de evaluación adicionales que podemos incorporar a nuestra docencia.
Hemos aprendido que debemos seleccionar las estrategias que son eficaces, y hacerlo a partir de evidencias en términos de resultados reales de aprendizaje. Hemos aprendido también que esas estrategias deben ser factibles, con una puesta en práctica que requiera de una dedicación razonable del profesorado y del personal de administración y servicios.
La épica en la docencia tiene un límite y ya lo hemos alcanzado en estos meses de absoluta emergencia; ahora toca trabajar buscando una normalidad dentro de la excepcional situación que vivimos.
Otro aspecto relevante de cara al curso que viene es el de la transparencia con el estudiantado. Es imprescindible que cuando gestionen su matrícula, reciban información suficiente para saber en qué condiciones lo hacen y que se les expliquen los posibles escenarios que tendrán que afrontar y que variarán en función de lo que vayan marcando las autoridades sanitarias.
Esta labor informativa, necesaria para cualquier estudiante, es aún más importante en el caso de quienes accedan por primera vez a la universidad. Es imprescindible priorizar en ellos la presencialidad y reforzar la acción tutorial.
Cuando el coronavirus cambió radicalmente nuestras vidas, desde las universidades nos marcamos el objetivo de que ningún estudiante quedase atrás por culpa de la emergencia sanitaria. En estos días tendremos que evaluar si hemos alcanzado esa meta y si lo hemos hecho con la adecuada formación de nuestros estudiantes.
Lo que sí sabemos con certeza es que la comunidad universitaria ha realizado un esfuerzo como jamás antes se había visto y que tenemos por delante un nuevo curso que es todo un reto.