La desoladora reflexión de Pérez-Reverte sobre el turismo de masas y en final de Europa
"Miro hacia aquellos escandalosos hijos de puta y le digo al camarero: 'He tenido que venir a una mesa que esté lejos'. Y el camarero, con ademán triste y elegante de viejo lisboeta, se encoge de hombros, sonríe melancólico y responde: 'Ya no hay mesas lo bastante lejos'".
"Miro hacia aquellos escandalosos hijos de puta y le digo al camarero: 'He tenido que venir a una mesa que esté lejos'. Y el camarero, con ademán triste y elegante de viejo lisboeta, se encoge de hombros, sonríe melancólico y responde: 'Ya no hay mesas lo bastante lejos'". Así resume el escritor Arturo Pérez-Reverte —en XL Semanal— un fenómeno que, a su juicio, va a terminar con la Europa cultural: el turismo de masas.
Para Reverte, con la Europa antigua e interesante no van a terminar ni el terrorismo islámico, la multiculturalidad ni "los políticos semianalfabetos que legisla y trinca en Bruselas", si no "la invasión descontrolada, imparable, de multitudes —entre las que nos contamos ustedes y yo— que circulan arrasándolo todo a su paso".
"Nada puede sobrevivir, porque es imposible, a diez o veinte mil turistas arrojados de golpe por cruceros y viajes baratos –suena mejor low cost–, en un solo fin de semana sobre ciudades como Roma, Florencia, París, Madrid o Barcelona", afirma Reverte, quien pone un ejemplo sangrante: Lisboa.
"Sentado en la terraza de la pastelería Suiça, mientras compruebo en qué hemos convertido, también, esta hermosa ciudad hasta hace poco elegante y tranquila. Los operadores turísticos se lanzan ahora sobre Portugal, y todo está lleno de gente en calzoncillos que bloquea las calles caminando tras guías políglotas que levantan en alto banderitas y paraguas de colores", defiende el escritor, antes de poner el ojo —y la pluma— en un grupo de anglosajones especialmente escandaloso y bestial que bebe alcohol.
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