La derecha se rearma y la izquierda explosiona
Las claves de la semana.
Hace ya unos años, mucho antes de que Podemos irrumpiera en la política y de que Pablo Iglesias e Íñigo Errejón estuvieran en los titulares de los medios, un diputado socialista escribió como dedicatoria para un regalo: "Aquí Fouché, un libro impresionante sobre los grandes riesgos del poder. Alguien en quien no debiéramos convertirnos nunca y que no debiéramos dejar que nos convierta".
Eran tiempos convulsos para la socialdemocracia española. En realidad, convulsión y socialismo podrían haber sido sinónimos en cualquier momento de la historia. No hay partido más asociado a la intriga y la lucha cainita que haya dado para tanto a las páginas de los diarios.
Aquél momento, el de la dedicatoria, era especialmente prolijo para la confabulación y el enredo a cuenta de la sucesión de un José Luis Rodríguez Zapatero que ya había anunciado su negativa a repetir como candidato a la presidencia del Gobierno, y el firmante estaba estupefacto por lo que veía en su partido. Conspiraciones, perfidias y decenas de puñaladas entre quienes se llamaban compañeros para situarse en la mejor posición de salida ante la carrera sucesoria.
Hoy, el recuerdo de Fouché, una de las claves de bóveda sobre la que se sostuvo la Francia revolucionaria y napoleónica, un personaje capaz de aliarse con todos y traicionar a todos, está más presente en el imaginario colectivo de Podemos que en el del propio PSOE. Y todo a cuenta de la decisión de Iñigo Errejón de desprenderse de la marca que ayudó a fundar para abrazarse a la de Manuela Carmena y hacer tándem con ella para ensanchar su candidatura a la Comunidad de Madrid.
La operación puede ser aún de más largo alcance porque en el ánimo del candidato a la Comunidad de Madrid, que siempre aspiró a suceder a Iglesias, pesa ahora mucho más tomar posiciones ante un eventual escenario de declive electoral. En la formación cuentan que además de recuperar para su candidatura a algunos de los defenestrados por la dirección como Carolina Bescansa o Luis Alegre, también ha mantenido conversaciones con el partido que lideran Gaspar Llamazares y Baltasar Garzón y con el de la valenciana Monica Oltra. Tras todo ello hay, sin duda, una vocación nacional que persigue la construcción de un nuevo espacio de izquierdas.
La bomba de neutrones la activó sin avisar, claro. Y en el momento más inoportuno, sin duda. Justo la misma semana en que el bloque de poder se articulaba por primera vez en 40 años en torno a la derecha en Andalucía. La izquierda siempre tuvo esa extraña habilidad de destrozarse a sí misma cuando la derecha se rearma. ¿O será esta generación de políticos, que de dos partidos ya han hecho seis?
El caso es que Errejón ha dinamitado Podemos el mismo día del quinto aniversario de la marca. Y en política no hay casualidades que valgan ni fechas inocentes. ¿De qué si no el mismo día el que fuera número dos de Podemos iba a ser protagonista de un publirreportaje en prime time de una cadena nacional? ¿Por qué no lo hizo antes de que Pablo Iglesias estuviera de baja por paternidad? ¿Por qué a la misma hora a la que Irene Montero estaba en una entrevista en la Ser achicando el agua de la división interna a cuenta de las listas?
Montero se enteró de la zapatiesta por un digital en el mismo instante en que salía del estudio de radio y antes de que a Iglesias le diera tiempo a comunicárselo, ya que Errejón le telefoneó cinco minutos antes de que la "entrañable" carta de hermandad de Manuela Carmena corriera como la pólvora por las redes sociales.
Como Judas a Jesucristo, Errejón negó tres veces a Iglesias. La primera antes de Vistalegre II, se llamó "Jaque Pastor", una operación para descabezar al secretario general en enero de 2016. El entorno de Pablo Iglesias detectó unos mensajes de Telegram del secretario de organización Sergio Pascual, tiraron del hilo y llegaron a la conclusión de que Pascual andaba moviendo piezas para provocar un cambio en la dirección de Madrid. Y sin el apoyo de esta federación, Iglesias podía ser hombre muerto en el congreso de Podemos.
Mate pastor es un jaque en cuatro movimientos al principio de la partida, cuya rapidez fascina a los principiantes y cuyo éxito requiere de un adversario confiado. Iglesias destituyó a Pascual, hombre de la plena confianza de Íñigo Errejón, pero salvó a Errejón, pese a que su gente estaba convencida de que estaba creando un partido dentro del partido.
La segunda vez que Errejón negó a Iglesias fue en abril de 2018. Ya había perdido su apuesta política en Vistalegre II y un error en el canal de Telegram de Carolina Bescansa destapó una estrategia para aliarse con el secretario de Análisis Estratégico y desbancar a Iglesias. En cuanto se desveló el documento, el ex número dos desmintió tajantemente una propuesta que calificó de "delirante", pero no logró que aminoraran las suspicacias de la dirección hacia él.
La tercera, la de esta semana, ha abierto un cisma. Y no parece que vaya a haber una cuarta porque no existe en el ánimo de Iglesias pasar por alto una nueva deslealtad. La dirección no expulsará a Errejón del partido ni él tiene intención de marcharse. Esto es un pulso por ver quien aguanta más, aunque de hecho Errejón solo se ha situado ya fuera de Podemos y tendrá difícil seguir sentado en un escaño en el Congreso representando a las siglas que acaba de repudiar. Salvo que, como ha dicho Echenique, lo haga porque no tenga otro sitio de dónde cobrar. Podría hacerlo, como acostumbran los tránsfugas, desde el Grupo Mixto. Pero ese es un lugar demasiado modesto para alguien con tanta ambición y un sentido tan relativo de la lealtad, aunque los suyos digan que lo hecho ha sido para afinar la herramienta de cara a las elecciones de mayo y ante la inacción de la dirección de Podemos después de lo ocurrido en Andalucía.
La hipótesis populista, que siempre fue la que defendió un Errejón formado en el peronismo, tiene como elemento central el liderazgo por encima del partido, de los aparatos y de las bases. Y es exactamente esta la que ha desplegado el ex número dos al adoptar una decisión que vulnera todos los acuerdos aprobados en los órganos de dirección del partido, aunque no haya medido bien las consecuencias de sus actos. Y lo de menos es ya la erosión que el ardid pueda causar o no en el liderato de Iglesias.
Aguarden a ver cómo avanza la derecha mientras la izquierda se despedaza a sí misma, porque a lo de Podemos le seguirá ahora el segundo asalto entre Pedro Sánchez y Susana Díaz por el control de la federación andaluza. Nada nuevo, salvo que la izquierda puede acabar como en el resto de Europa. Más muerta que viva, pero siempre con un Fouché entre sus filas.