La crisis de los cuarenta se alarga
La Carta Magna cumple 43 años sin visos de acuerdo en su reforma: los constitucionalistas apuntan los cambios necesarios.
¡Felices 43! La Constitución está de cumpleaños este 6 de diciembre. Y no podrá soplar con mucha fuerza las velas, cosas del covid y de la falta de acuerdos entre los grandes partidos. La Carta Magna sigue en boca de todos y muchos plantean reformas, pero falta el ingrediente principal: el consenso entre partidos. Así que sigue en plena crisis de los cuarenta y sin visos de reforma
¿Qué hace falta cambiar? ¿Qué reformas se deberían encarar ya? ¿Qué aspectos se han quedado más obsoletos? ¿Qué mejoraría el texto? ¿Y qué sigue funcionando bien? Pues al tajo de la mano de varios constitucionalistas, pongamos a la Constitución en el diván.
Xavier Arbós, catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad de Barcelona arranca: “Lo primero, empezaría diciendo que hay que tratar de reformarla, así. Tratar de renovar el consenso constituyente. Hacer una reforma es acreditar la habitabilidad de la Constitución. En términos cuantitativos y cualitativos, es imprescindible abriendo el espectro político para que haya variedad, desde la extrema izquierda hasta la extrema derecha. Hay que intentarlo. Y, en segundo lugar, el eje entre centralismo y separatismo”.
“Si se consigue un consenso variados de estas características, podemos alcanzar un refuerzo de la legitimidad en su conjunto”, razona el catedrático.
A la concreción ahora. La reforma que ve más necesaria es la del funcionamiento del Estado de las Autonomías: “Tenemos una Constitución que ha quedado anacrónica, por ejemplo, en la vía de acceso a las autonomías”. “Habría que repensar. Eso requiere que las comunidades hagan su propio balance, un libro blanco sobre su funcionamiento. Para ponerlo en perspectiva y abrir un período de reflexión sin límite y sin urgencia”, lanza Arbós.
Luego, añade, habría que tocar un par de aspectos que afectan a la monarquía, de manera directa e indirecta. Lo desarrolla el catedrático: “Habría que plantear seriamente, y que lo hiciera el propio rey, cambiar la Constitución para que de una vez por todas quede claro que la inviolabilidad del monarca se refiere a cuando actúa como jefe de Estado”. A su juicio sería “bueno” para una institución “afectada por las actuaciones del emérito”. Va más allá incluso: “Sería muy bueno para la legitimidad del conjunto del sistema”.
Toca la indirecta: “Otra cosa que hemos viciado y que afecta al funcionamiento del sistema es el procedimiento de investidura. Hemos visto que el rey se lo ofrecía a Rajoy y lo rechazó. Luego se lo propuso a Sánchez y se abrió el calendario para nuevas elecciones”. “Hay que desincentivar los cálculos de partidos para nuevas elecciones, podríamos inspirarnos en el sistema de los ayuntamientos o para nombrar lehendakari”, apostilla Arbós.
Exprime otra idea en estos tiempos pandémicos: “Habría que repensar los estados de alarma, excepción y sitio para ver cómo encajamos ahí la respuesta eficaz a las epidemias. El haberse cargado el de alarma y dejar el de excepción no es práctico”.
¿Y qué funciona bien? Responde el catedrático: “El sistema de derechos, de garantías y de libertades. Otra cosa es que se pueda criticar la evolución de la jurisprudencia, pero eso tiene que ver con la interpretación pero no con el sistema que está bien diseñado”.
Se adentra ahora en el tema Javier Tajdura, profesor de Derecho Constitucional de la UPV con el siguiente análisis: “La parte más defectuosa es la que no se pudo cerrar en el 78 por falta de consenso, el título VIII, el de organización territorial, todo lo demás quedó bastante bien”.
“Ese título quedó permanentemente abierto”, comenta, y recuerda el pensamiento del constitucionalista Francisco Rubio Llorente: “Antes de reformarla, lo que hay que hacer es terminarla porque está incompleta. Cambiar el título de cómo se tiene que forma el Estado autonómico por otro sobre cómo tiene que funcionar”.
Subraya: “Es lo más urgente desde el punto de vista técnico”.
¿Y qué estado de salud tiene la Carta Magna? Tajadura contesta: “Tiene mala salud, soy un poco pesimista, pero por causas ajenas a ella misma, no porque sea mala”. Desarrolla su argumento: “La Constitución está bastante perfeccionada, avanzada, pero el problema es de consenso. Hay que regarla y cuidarla como el césped”.
En su opinión, “los partidos la están maltratando, no están fomentado la cultura política para cuidar la democracia constitucional, la política del pacto, del acuerdo y del compromiso”. “Hemos visto lo que han hecho con el Tribunal Constitucional. Los tuyos son malos y los tuyos, peores. Nos estamos acostumbrando, esto no tiene nada que ver con la situación de hace cuarenta años”, recalca.
En la parte que mejor se conserva, Tajadura reflexiona: “La tabla de derechos está muy completa. El sistema de garantías y libertades está muy perfeccionada. Es un sistema muy bueno, se puede hacer alguna mejora técnica, pero es muy garantista”. Y pone en valor también el sistema parlamentario de gobierno: “Si ha funcionado mal alguna vez, es por los partidos, pero no hay nada que ajustar técnicamente”.
Tercer diván constitucional, ahora por parte de Miguel Presno, catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad de Oviedo. Empieza así: “Diría que, aunque tiene más de cuarenta años, ha envejecido como si tuviera sesenta. En el sentido de que otros textos constitucionales se han transformado de manera periódica para nuevas realidades, pero en nuestro caso no ha pasado”.
“Las reformas tendrían que haber empezado en los años noventa, una vez consolidado el sistema democrático y el propio Estado autonómico tendría que haber ido en una línea de federalización, que en parte ya lo es, pero también buscando elementos de diálogo y de integración”, sostiene Presno, que incide: “En ese sentido, sigue vigente la reclamación de la reforma del Senado como verdadera Cámara territorial y aligerar así el trabajo del Congreso”.
Continúa: “Por otra parte, creo que tenemos un sistema de reforma constitucional extremadamente rígido, pensado para no usarse. Habría que cambiar el propio procedimiento de reforma constitucional para hacerlo más flexible y permitir ciertos cambios”. “También sorprende que haya cuestiones que sean complicadas de cambiar, como el artículo 49, cuando habla de personas disminuidas. Es un lenguaje hoy inaceptable, exige reforma y parece atascado”, concreta.
El catedrático abre otra línea: “Habría que profundizar mecanismos de participación directa de los ciudadanos”. Con otra idea: permitir que la reforma de la Constitución pueda surgir de una iniciativa ciudadana. “Es importante implicar a la gente”, enlaza. Para sugerir “depurar” aspectos que ya no son necesarios como los procesos que regulan la creación de las autonomías.
Explica que se ha hecho también un uso “abusivo” del decreto ley por parte de los sucesivos gobiernos, “aunque no está mal pensado en la la Constitución”. “Se ha desvirtuado su uso”, reitera Presno, para apuntar: “Está el tema de las situaciones de emergencia. Creo que habría que darle una vuelta al texto, concretar el estado de alarma. Sería importante una reforma de la ley que desarrolla”.