La casa real británica y su particular "Brexit a las bravas" dentro del propio Buckingham Palace
Los Duques de Sussex apuntan hacia un “nuevo papel progresivo dentro de la institución”.
Año nuevo, vida nueva. Eso es lo que han debido pensar los Duques de Sussex –Meghan Markle y el príncipe Harry– al anunciar que “se independizan”, dejan (a medias) la vida de palacio, y vivirán a caballo entre Londres y América del Norte.
Lo cierto es que no son tiempos fáciles para una de las instituciones más veneradas de Reino Unido. A pesar de que el 75% de los británicos apoya la Monarquía –un dato prácticamente invariable en todas las encuestas desde hace décadas–, la Corona ha tenido que hacer frente en los últimos tiempos a un cúmulo de circunstancias que, lejos de beneficiarla, sólo ha conseguido ponerla en entredicho.
La renuncia llega en el peor momento, justo después de unos meses caldeados en el país por el eterno ‘Brexit’ que mina la moral de su sociedad, y tras una desastrosa entrevista a la BBC que acabó sacando de Buckingham al hijo “favorito”, según los ingleses, de la reina Isabel II: el príncipe Andrés, por su presunta relación con el millonario pedófilo estadounidense Jeffrey Epstein.
La decisión ha generado todo tipo de comentarios, desde aquellos que la toman como un “acto de valentía” y “una victoria del amor”, frente a quienes ven tambalear el futuro de la respetada realeza.
El comunicado emitido este miércoles dejaba claro que “la transición” llevaba cocinándose –en la estricta intimidad– desde hace meses, y aunque los Duques de Sussex apuntan hacia un “nuevo papel progresivo dentro de la institución”, expresan su intención de “ajustar su vida”, “financiarse por su cuenta”, y criar a su hijo entre dos continentes.
“Hay que relativizar, no tienen por qué abandonar. No es que hayan manifestado que estén en contra de la Casa Real, que se vayan a hacer republicanos...”, bromea Jorge Santiago, profesor de protocolo, Doctor en comunicación política y experto en la creación y análisis de imágenes de políticos e instituciones. “Sencillamente quieren respirar, pero van a seguir con el sello de la Corona. El tatuaje lo tienen, está hecho con una tinta que no se puede quitar”, matiza.
La curiosidad sobre qué será de ellos a partir de ahora, y en concreto la cuestión de la financiación, es una de las que más intereses suscita. Los Sussex ya no recibirán dinero de la llamada “Sovereign Grant” –subvención soberana– para sus gastos formales, pero aun así, es poco probable que ésta se reduzca ya que se establece por ley, lo que significa que la factura del contribuyente previsiblemente no variará.
A qué se dedicarán a partir de ahora es toda una incógnita: él es soldado y ella actriz. Según informa ‘The HuffPost’, Jeff Jacobson, cofundador de la agencia de conferencias ‘Talent Bureau’, le dijo a Bloomberg que Harry podría llegar a cobrar tarifas similares a las de Barack Obama, más de Introduzca texto aquí00,000 (90.000 euros aproximadamente) por aparición si participase.
Excepto esa supuesta oferta, no se conocen más detalles. La pareja también está a punto de lanzar su nueva fundación SussexRoyal, pero según han confirmado no se beneficiarán de la misma económicamente.
“A lo mejor él termina en un Consejo de Administración o una ONG... está claro que lo que él quiere es auto-realizarse”, añade Santiago.
La residencia oficial en la que se alojarán mientras pasen tiempo en Reino Unido seguirá siendo ’Frogmore Cottage’, cuya reforma para una renovación costó 2, 4millones de libras (2,8 millones de euros) y de la que sólo han disfrutado nueve meses. “Un dinero malgastado” según señalan los medios británicos.
Los motivos oficiales del repentino anuncio se conocen, pero lo cierto es que los extra-oficiales parecen haber tenido más peso en la decisión. La relación, que en un primer momento contaba con el beneplácito de la calle, los medios y la propia familia real por aportar “un aire fresco a la Corona”, pronto pasó a generar rechazo, críticas y ataques racistas y sexistas hacia la duquesa de Sussex tanto por su origen, como por las tensas declaraciones y testimonios de miembros de su familia y trabajadores próximos a ella con el objetivo de desprestigiarla.
En paralelo, la prensa rosa no ha dejado de señalar la supuesta mala relación que existe entre el príncipe Harry y su hermano William, segundo en el orden de sucesión, apuntando hacia constantes desacuerdos entre sus respectivas esposas.
A principios de octubre de 2019, el mismo duque de Sussex se acercó furioso a la prensa para pedir que dejaran de “acosar sin piedad” a Markle y advirtió de haber presentado denuncias contra dos diarios sensacionalistas británicos acusándolos de violar su privacidad y capitalizar, entre otras cosas, la relación entre la duquesa y su padre.
“Temo que la historia se repita y que mi mujer sea víctima de las mismas fuerzas poderosas que provocaron la muerte de mi madre Diana–fallecida en un accidente automovilístico cuando estaba siendo perseguida por paparazzi–”, expresó en un comunicado de prensa poco después.
Por su parte, la reina Isabel II no ha tardado en reaccionar con sorpresa ante una noticia “decepcionante” que según el corresponsal real de la BBC, Jonny Dymond, estaba aún en una primera fase entre las partes.
“Las conversaciones con el duque y la duquesa de Sussex están en una etapa temprana. Entendemos su deseo de seguir otra ruta, pero estas son preguntas complicadas que toman tiempo para resolver”, señalaba el comunicado enviado por el Palacio de Buckingham.
Ya se sabe que las cosas de palacio van despacio, sin embargo, la reina parece que ha pisado el acelerador y se ha puesto en contacto con su heredero, el príncipe Carlos y sus hijos, Guillermo y Enrique, para resolver el nuevo “status” en cuestión de días y no semanas. “Los funcionarios de sus cuatro oficinas trabajarán ahora para definir un nuevo papel para los duques de Sussex que se ajuste más a sus aspiraciones”, destacan los medios británicos.
Meghan Markle, en cambio, ha decidido poner tierra de por medio y ha regresado a Canadá para reunirse con su hijo Archie.
“Ha sido más rara la forma de hacerlo, sin comentarlo previamente, que la decisión en sí”, señala el experto. “Al fin y al cabo es una pareja joven que forma parte de una dinastía, pero que en las circunstancias actuales hace que el modo de seguir estas reglas impuestas sea diferente y que se normalicen cosas nunca vistas hasta ahora. Viajar no es la excepción, es una cosa habitual y ellos sólo buscan independencia”, señala el experto.
“El problema es que la Casa Real británica siempre ha mantenido una coraza, pero esto es algo que ya pasa en otros muchos países europeos, y al final, lo que hace es humanizar”, añade.
La situación ha pillado por sorpresa, sin embargo, la hemeroteca señala que efectivamente no es el primer caso. De hecho, la misma familia real británica tiene un precedente muy similar.
Quien fuera rey durante 10 meses, Eduardo VIII del Reino Unido, Duque de Windsor, finalmente acabó abdicando y renunció al título y a toda la familia real cuando se comprometió con la estadounidense Wallis Simpson.
Tanto Simpson como Markle comparten nacionalidad y el haber estado casadas con anterioridad a su matrimonio “real”, mientras que la diferencia de siglo hizo que este hecho fuera bastante más fácil de digerir en el segundo caso.
Era la primera vez en 45 años que la hija de un emperador reinante contraía matrimonio con una persona sin orígenes reales cuando Sayako decidió en 2005 casarse con el funcionario municipal y urbanista Yoshiki Kuroda, para posteriormente abandonar la casa imperial, su título de alteza, sus obligaciones y privilegios.
12 años más tarde, su sobrina la princesa Mako, anunciaba que seguiría los pasos de su tía y renunciaría a sus títulos por amor. Aunque su enlace estaba previsto para 2018, finalmente ha sido aplazado para este año. Mako planea casarse con Kei Komuro, un compañero de universidad que tampoco pertenece a la realeza nipona.
Friso de Orange-Nassau, hermano del rey Guillermo de Holanda, también se enfrentó al Gobierno y a su madre (la entonces reina Beatriz) para casarse con Mabel Wisse, una mujer que según cuentan en el país, podría haber ejercido de espía para los servicios secretos holandeses en los años noventa. Aunque lo que verdaderamente puso en contra al parlamento fueron las relaciones de Wisse con el narcotraficante Klaas Bruinsma. Finalmente, contrajeron matrimonio en 2004, él renunció a su puesto en la sucesión al trono y se trasladaron a Londres.
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