La alumna Cifuentes y la ley madrileña de Universidad
Cuando Cifuentes se equivocó al apretar el botón, los que coqueteamos con el psicoanálisis sospechamos en ese lapsus, medio en serio y medio en broma, ocultos significados subconscientes. ¿Por qué Cifuentes, inconscientemente, "no quería" apretar el botón sino que "deseaba", en cambio, mandar la LEMES al limbo de los justos y que pasase a ser sustituida por el texto alternativo de Podemos? ¿Pulsión de muerte? ¿trauma escondido?... Pocas semanas después, tenemos algunos datos más para ahondar en un asunto en el que, en realidad, solo la propia Cifuentes puede y debe escarbar por medio de una intensa y continuada práctica de análisis, que seguramente le sea muy conveniente.
Y es que la relación de Cifuentes con la Universidad tiene todas las trazas de ser tortuosa y, quizás, torturante (para la Universidad pública, sin duda lo es; tal vez también para Cifuentes). Su falso máster, su necesidad de inflar su currículum, su oposición sospechosa, su renuncia completa a una carrera profesional bastante ventajosa, sus lazos de "amistad" y "compañerismo" con catedráticos y rectores (especialmente de la URJC), y, sobre todo, su sistemática política de ahogo económico, de deslealtad institucional, de falta de respeto e hipocresía absoluta con respecto a la institución universitaria..., son todos ellos síntomas a los que solo un buen análisis personal puede desactivarles todas sus causas y consecuencias dolorosas.
Para nosotros, en cambio, la situación resulta mucho más clara: en la situación actual, Cifuentes y el gobierno que (aún) preside, y con ellos el Director General de Universidades José Manuel Torralba, carecen completamente de la mínima legitimidad necesaria para sacar adelante una ley madrileña de Universidad (LEMES) para cuya aprobación no cuentan con el acuerdo de la Comunidad Universitaria y solo pueden basarse en una mayoría parlamentaria muy exigua (como se vio en la votación de marras).
Después de la turbia maniobra parlamentaria de retirada de la LEMES, con la cual el PP conculca una votación de la Asamblea de Madrid retirando una ley que está en proceso de debate, y volviéndola a presentar de nuevo exactamente en los mismos términos de la ley retirada (un fraude de ley de libro que esperemos que la oposición lleve a los tribunales si se consuma), y, sobre todo, después del escandalazo del falso máster de Cifuentes, ¿con qué cara dura tendrán Cifuentes y sus secuaces la desfachatez de subirse a la tribuna parlamentaria a defender una Universidad mejor y más limpia, más eficaz y transparente, que obtenga más resultados con cada vez menos presupuesto (como ellos pretenden), etc.?
¿Con qué rostro de acero defenderán todas esas lindas palabras que han estampado en el prólogo de una ley insostenible? Sabemos que la hipocresía y la capacidad de actuación de Cifuentes y su gobierno es infinita, pero ser capaces de defender de nuevo la LEMES después de lo ocurrido sería digno de un esperpento valleinclanesco.
Porque lo que han hecho Cristina Cifuentes, su gobierno y su partido a lo largo ya de muchas décadas es fomentar y aprovecharse a título personal de algunas de las más perniciosas tendencias que la Universidad madrileña mantiene desde los tiempos franquistas, en los que los catedráticos todo lo decidían, creando a su alrededor tupidas redes clientelares con tentáculos en la política y en la economía.
En vez de combatir dinámicas del pasado que siguen existiendo; en vez de apoyar a los muchos profesores y profesoras, y dirigentes universitarios, que luchan contra ellas y se niegan a aceptar la corrupción de baja y media intensidad, la creación de "chiringuitos" en torno a personas "relevantes", la endogamia y la falta de transparencia, las malas praxis académicas, etc.; en vez de ayudar a los miles y miles de alumnos y alumnas que se esfuerzan cotidianamente, así como sus familias, no solo para mejorar personalmente sino para hacer que nuestra sociedad tenga un mayor nivel intelectual, ético y estético; y, sobre todo, en vez de impulsar un funcionamiento institucional riguroso, democrático, garantista, transparente, etc.; en vez de todo ello, durante décadas y décadas, se han infiltrado en las peores redes de corruptelas de nuestra Universidad, aliándose con lo peor de la casta académica, creando más y nuevos "chiringuitos" personales, y haciendo de gran parte de la URJC y quizás de algunos otros espacios universitarios un auténtico pudridero.
Por supuesto, no vamos a negar ni mitigar ni ocultar la enorme responsabilidad (y culpabilidad en muchos casos) de la propia institución universitaria, y de muchos académicos y académicas, en todo este proceso que, en lugar de revertir las tendencias franquistas tradicionales en nuestra Universidad (y en nuestra sociedad, hay que decirlo), las renueva e impulsa, pero no por ello hay que dejar de resaltar que en la Comunidad de Madrid el poder político del Partido Popular no solo no ha cumplido sus obligaciones de corregir y vigilar tendencias irregulares e ilegales, sino que las ha fomentado, facilitado y se ha aprovechado de ellas, tanto como partido como a título personal de sus miembros.
En otras palabras, el falso máster de Cifuentes no es solo el resultado de la radical deshonestidad de esta señora y sus cómplices universitarios, sino del funcionamiento defectuoso de la institución universitaria y de la corrupción esencial del ejercicio del poder político por parte del Partido Popular. El falso máster de Cifuentes no es más que la espectacular y nauseabunda guinda de un pastel que muchos y muchas han cocinado a lo largo de varias décadas.
Por supuesto, los promotores de la LEMES, la alumna de la URJC Cifuentes, el profesor de la URJC Van Grieken, y el profesor de la UC3M (donde hay alrededor de 600 profesores "visitantes") Torralba, no tienen la más mínima intención de revertir esta situación. Por el contrario, la LEMES, si llegase a aprobarse, impulsaría aún más estas redes clientelares y la falta de control institucional que facilita corrupciones como la del falso máster de Cifuentes.
La LEMES prevé la creación de nuevos y más sofisticados "chiringuitos" universitarios, como los "centros de investigación"; fomenta la contratación irregular (y precaria), ajena a la LOMLOU, con la figura del profesor visitante; pone escasas exigencias a las Universidades privadas para su puesta en funcionamiento; no fomenta la transparencia ni la democratización de la Universidad; deja las tareas de evaluación en manos de una agencia privada; no garantiza el acceso a la educación superior; no fomenta la verdadera colaboración y coordinación entre Universidades (es decir, no crea un verdadero espacio de Educación Superior), etc.; etc.; etc.
Es decir, la LEMES es el producto lógico de unos promotores que han permitido y coadyuvado al estado de cosas que nos ha llevado hasta el máster loco de Cifuentes. No lo olvidemos: la LEMES es la ley de Universidad de la alumna de la URJC Cristina Cifuentes. Creo que con esto está dicho todo.
Pero confiemos en que esta ley nunca llegue a puerto, en que Cifuentes y sus secuaces desaparezcan cuanto antes de la vida pública española y nos libren de este bochorno constante, de esta profunda sensación de degradación política, ética y psicológica en la que quieren sumir a nuestra Universidad y a nuestra sociedad. No se lo consintamos.