Kevin Costner: "En mi país no creían en mí. 'Bailando con lobos' estaba abocada al fracaso"
El actor estrena en Netflix 'Emboscada final', una película sobre la persecución a Bonnie y Clyde.
De proteger a Whitney Houston en El guardaespaldas a perseguir a los ladrones Bonnie y Clyde en Emboscada final. A pesar de que más de 26 años separan ambas películas, Kevin Costner sigue echándose “al público al hombro” —como lo hacía con Rachel Marron— cada vez que se embarca en un proyecto. “Cuando una película me ha conmovido o me ha sorprendido, quiero compartirla, como un buen libro. Quiero que cuando la gente salga del cine sienta que ha valido la pena la inversión en la entrada, que no ha visto una película más”, asegura en un encuentro al que ha asistido El HuffPost.
Kevin Costner, 64 años, es otro de los actores de la vieja escuela que se apunta a las nuevas plataformas. El estadounidense desembarca en Netflix el 29 de marzo para interpretar a uno de los Ranger de Texas (el otro es Woody Harrelson) que persiguieron a los dos famosos fugitivos Bonnie y Clyde. Costner leyó el guión hace una década, aunque no sintió que fuese el momento de hacerlo. Diez años después volvió a sus manos y cobró más sentido interpretarlo, quizás por la edad, ha explicado en su visita a Madrid. Y eso que seguía sintiéndose “demasiado joven”. De hecho, tuvo que ganar bastante peso para trabajar en este proyecto en el que algunos personajes llevan armas al hombro: “Hay cierto tipo de personas así en Estados Unidos, no es un cliché”.
A Costner le encantan las historias de carretera, con personajes que representan a personas sencillas. Él mismo desciende de una familia obrera. Un día su abuelo decidió meter 12.000 dólares (de la época) en un banco que aceptó el ingreso, pese a saber que una hora más tarde quebraría. Su familia nunca se recuperó de aquello, relata. La decisión más importante de su vida fue escucharse a sí mismo y darse cuenta de que quería ser actor, sin importarle la opinión de nadie más. “El día que decidí que quería ser actor fue un momento crítico. Todo el mundo trata de encontrar su vocación, su camino, y a veces estás obsesionado con saber lo que quieres ser y si hemos hecho lo que debíamos con nuestras vidas. Yo sabía que me gustaba contar historias”.
Kevin Costner fue y sigue siendo un seductor de cine. Y con mucho calado en España. De hecho, como se ha comentado siempre, muchos jóvenes españoles deben su nombre, Kevin, a la influencia del actor. En 2015 eran casi 15.000. “Espero que no tengan el apellido también”, bromea. “Lo he oído y es realmente halagador. En EEUU tenemos muchas cosas, pero la emoción que me ha trasladado el público europeo es impresionante. Siento que no merezco esta pasión que me transmiten”, explica.
Su próximo paso es hacer sus propias películas. De hecho, sus siguientes proyectos estarán basados en el libro The Explorers Guild (el primer volumen es A Passage to Shambhala), “una especie de Julio Verne de aventuras”, revela. Serán cuatro western. “Solo lo haré si puedo de la forma que quiero. No me gustaría que nadie interfiriese, quiero que la gente lo vea como yo lo veo, que nadie le quite los detalles”, declara.
Respecto a la actualidad, Costner apunta que EEUU está atravesando un momento de “cambio filosófico” con el que no está “necesariamente de acuerdo”. Según el actor, “los hombres fuertes no siempre son los que más gritan y las mujeres fuertes no siempre gritan, muchas veces son silenciosas”. “Lo que hace falta son líderes con ideas consistentes. Trabajar para la gente es una profesión desinteresada y requiere pensar mucho”, entiende. Y se queja: “Odio cuando la política parece un cliché de todo, cuando estás más preocupado por ti mismo que por las personas. En EEUU estamos en un lugar donde no hemos estado antes, no me siento optimista, no creo que vayan a cambiar grandes cosas”.
Sin embargo, él ha visto el fracaso de frente y ha sabido revertir la situación en otras ocasiones, con proyectos que ahora son grandes éxitos de su filmografía. Es lo que le ocurrió hace 29 años con Bailando con lobos (1990), para la que tuvo que recibir financiación de países extranjeros —que hicieron posible la producción del western— cuando le dieron de lado en EEUU. “En mi país no creían en mí. Bailando con lobos estaba abocada al fracaso. Hablé con tres directores famosos que todo el mundo conoce y querían cambiarla. Al final pensé: ’No voy a buscar más directores, la haré yo, si tiene que fracasar lo hará y no caeré en nada que lo haga más comercial”. Valoró la experiencia visual por encima de todo lo demás.
Pensó que el público no le iba a abandonar en ese momento y sus casi 40 años en el cine confirman que no lo ha hecho nunca. “Algo que me iluminó mucho en la vida fue mi destino a fracasar”, declara.