Cómo 'Mare of Easttown' ha encumbrado de nuevo a Kate Winslet
La serie de HBO ha revalidado a la actriz como la estrella de Hollywood que es.
Primera razón para ver Mare of Easttown en HBO: Kate Winslet. La protagonista de la serie hace un trabajo “pulcro y creíble hasta límites insospechados” en su papel de la inspectora Mare Sheehan, como explica la experta Lucía Tello. Si la producción se ha convertido en un verdadero fenómeno esta temporada no es sólo por su historia y por cómo está contada, es, en gran parte, por ella.
Un Oscar, un Emmy, un Grammy —tres galardones que pocos artistas han reunido— cuatro Globos de Oro, tres BAFTA... Winslet amontona 95 premios y en 2009 fue la actriz más joven en conseguir un mayor número de nominaciones por parte de la Academia de Hollywood, cuando ganó la estatuilla por The Reader a los 33 años. Competía con Meryl Streep, Melissa Leo, Anne Hathaway y Angelina Jolie.
Con un talento más que demostrado, el nombre de la británica sigue relacionándose en numerosas ocasiones con la descripción de una actriz que ha envejecido mal. Y esos comentarios no se refieren a su labor frente a la cámara, sino a su físico.
Parte de su grandeza (personal) es que superó todos sus miedos e inseguridades. Esos comentarios ya ni le rozan. Precisamente por eso, en parte, en Mare of Easttown se ha reivindicado como una de las grandes estrellas de Hollywood.
La actriz ha prohibido que se retoque su figura en la miniserie, concretamente en una escena de sexo, con Guy Pearce (Memento), en la que se le ve tripa. El director le mostró su empeño en “recortar un trozo” de su silueta, y ella ni se lo pensó: “No te atrevas”.
Y no solo eso. Quiso ver todas las marcas de su edad en el póster promocional, que se tuvo que editar dos veces por estar, a su juicio, “demasiado retocado”. Su argumento también fue contundente: “Chicos, sé cuántas arrugas tengo en los ojos, por favor, devolvedlas todas”.
Así ha conseguido que el personaje de Mare Sheehan sea el de una mujer normal, de las que camina por la calle día a día. Una inspectora desgastada por los problemas que arrastra, laborales y familiares, entre ellos el suicidio de su hijo. Sin estereotipos. Kate Winslet es el antónimo del postureo.
“Interpreto a una mujer de mediana edad, yo cumpliré 46 en octubre, supongo que es por eso por lo que la gente ha conectado con este personaje, porque no hay filtros”, reconocía la protagonista en The New York Times.
Sin filtros en su interpretación y sin filtros ornamentales. El vestuario y la iluminación han jugado a favor de que Winslet aparezca más desfavorecida en cámara, porque su papel es el de “una mujer imperfecta en pleno rendimiento, con un cuerpo y un rostro que son sinónimo de su edad, de su vida y de dónde viene”.
Como ella misma dijo en una entrevista en Sunday Morning (CBS) en 2016, “las estrellas caminan por alfombras rojas, es parte del trabajo”. Aunque no se quedó ahí: “Creo que es muy importante decirles a los jóvenes que no somos así todo el tiempo”. Un mensaje que ha sido casi el eslogan de su vida.
Kate Winslet se ha tenido que enfrentar a las críticas por su físico desde su infancia, cuando sus compañeros de clase la apodaron “grasa” por ser “una niña rechoncha”, explicó en declaraciones recogidas por Marie Claire.
Imposible, además, olvidar su discurso en los BAFTA de 2016, cuando le dedicó el premio al profesor de interpretación que le adivinaba un futuro interpretando papeles de “gordas”. “Look me now” (mírame ahora), le dijo con el galardón en la mano y con un tono que despertó las risas de los presentes.
El taquillazo de Titanic no fue ni mucho menos su primera película, antes ya había trabajado en las aclamadas Sentido y sensibilidad, Jude o Hamlet. Sin embargo, interpretar a Rose DeWitt Bukater en 1997 no solo le dio fama internacional y su segunda nominación al Oscar —y eso que fue Emma Thompson quien la convenció para aceptar el papel—, también la convirtió en el objeto de una mofa histórica. Porque no solo se ha dicho que Jack cabía también en la tabla, sino que los eternos chistes también mencionan que DiCaprio habría tenido más hueco si ella hubiese sido más delgada.
Desde su debut cinematográfico en Criaturas celestiales (1994), Desson Thomson (crítico de The Washington Post) vio en la británica a “una bola de fuego de ojos brillantes que ilumina cada escena en la que aparece”.
Kate Winslet no se dejó cegar por las buenas críticas desde sus inicios ni por el éxito apabullante de Titanic, y siguió trabajando en películas menores pese a tener muchas ofertas sobre la mesa.
En el set “ha explorado los límites de la liberación sexual” (Los Angeles Magazine), “su parte más disparatada” (Index Magazine) y ha sabido reírse de sí misma al participar en un episodio de Extras, la comedia de Ricky Gervais en la que varias estrellas británicas interpretan una versión satírica de su vida.
Kate Winslet puede ser un ejemplo por ser una mujer sin complejos pese a todos los focos que la iluminan. Y sin rencores. A los 40 años, como relató en la CBS, se encontró con una de esas compañeras que la acosaban en el colegio. “Ella estaba trabajando en una tienda de artículos de belleza, me acerqué y le dije: Quiero agradecerte que fueses tan perra, porque me hiciste más fuerte”.
Esa misma firmeza la muestra en sus apariciones públicas —ya sea para abrirse en canal o para cargar contra Hollywood por la homofobia— y en su trabajo. Y esa es la otra razón por la que Mare of Easttown la ha encumbrado de nuevo como la estrella de la interpretación que siempre ha sido.