Juan Cobos Wilkins, el poeta que da nombre a lo invisible
"Pareciera, y ojalá sea falsa impresión pasajera, que la memoria social padece esa terrible enfermedad devastadora que es el alzheimer".
Juan Cobos Wilkins, Riotinto (Huelva). Hijo predilecto de su localidad natal, ha sido director de la Fundación Juan Ramón Jiménez, de la colección poética que lleva el nombre de este poeta y de la revista de literatura Con Dados de Niebla, también codirigió el Aula de Poesía de la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid. Durante años ha ejercido la crítica literaria y teatral en diversos medios especializados (El País -Babelia- Revista de Libros, Turia, Mercurio...) de los que es habitual colaborador. Traducido a varios idiomas e incluido en numerosas antologías y estudios de literatura contemporánea, ha sido galardonado, entre otros, con los siguientes premios: Premio de la Crítica de Andalucía; Gil de Biedma, de poesía; Ciudad de Torrevieja, de poesía; Ciudad de Huelva, de relatos; Instituto de Cinematografía y Artes Visuales, de Guiones Cinematográficos; El Público, de novela; Ciudad de Torrevieja, de novela; y Botón de Oro y Nácar de la Cultura. Juan Cobos Wilkins ha sido distinguido por la ciudad de Huelva con la Medalla de las Letras.
Pregunta: Existe en tus poemas una conciencia ética y estética que, de una forma u otra, reivindicas a través de tu último libro de poemas Matar poetas. ¿Crees que la sociedad actual ha perdido esa esencia mínima que con anterioridad nos permitía disfrutar de cierto criterio a la hora de enfrentarnos a la realidad? ¿Hemos perdido, acaso, nuestros viejos héroes de la memoria?
Respuesta: Pareciera, y ojalá sea falsa impresión pasajera, que la memoria social padece esa terrible enfermedad devastadora que es el alzheimer. Matar poetas mira a ese pelotón de fusilamiento que en este tiempo convulso apunta con los ojos vendados a quienes, con los ojos abiertos, reivindicamos de palabra y obra una conciencia ética y estética.
La metalingüística como parte del proceso de búsqueda. El lenguaje como herramienta para descubrir el mundo y asumirlo. ¿Crees que la palabra ha perdido el valor de edificar y transformar a los seres humanos?
Mal usada, desgastada, sí. Pero yo sigo creyendo en la palabra habitable y habitada. Creo en la capacidad sanadora, poderosa, redentora, mágica, del nombrar. Del nombrar con verdad y belleza. Y ahí, ese milagro de la palabra que dice al corazón agonizante, a la conciencia desvaída: late, palpita, reflexiona, piensa. Y el cuerpo entero, como resucitado, abre los ojos y contempla y goza lo, hasta entonces, invisible.
¿Estamos ante un cambio del discurso, donde el individuo deja a un lado los valores y los principios para reinterpretar el mundo a su conveniencia, para manipularlo, para mentir, para traicionar a sus congéneres?
Siempre ha sido así por parte de quienes aman el poder y se aman a sí mismos en el poder, a través de él. Hoy sucede que todo es global, viral, que la depredación no tiene fronteras a la par que las levanta para quienes no acatan la sumisión a sus normas, las que, creadas e impuestas por ellos, los mantienen en ese poder con el que se retroalimentan.
Abrazas la lírica como si fueses un ángel, como quien es el ángel y abraza la lírica. ¿Crees que amar es una forma de ser inmortal?
Los dos últimos versos de Intenta explicarme cómo sobrevivir a la noche, uno de los poemas de Matar poetas, son estos: Sabes que no hay eternidad para quien no fue amado. // Ni habrá inmortalidad para quien sueña solo.
A través de un discurso incisivo y pulcro, dominas el lenguaje y las formas. Seduces al lector para presentarle una duda; quizás, una certeza; acaso un milagro en forma de poema. ¿Debe el poeta de ser honesto consigo mismo y con lo que escribe o, por el contrario, el poeta no le debe nada a nadie, ni siquiera a sí mismo?
Como antes decía, intento habitar el mundo y la palabra con conciencia ética y estética. Esa honestidad, si así quieres llamarla, siento que es consustancial a mi creación y, como onda concéntrica del agua en la que cae mi palabra, intentará tocar a quien lea lo que escribo.
¿Crees que escribir poesía es tener los pies en el suelo y andar descalzo?
Intento caminar descalzo y con ojos abiertos en las plantas de los pies para tocar la tierra, para ver más allá de la primera capa de la tierra, para, aunque entre arenilla en los ojos y escueza, ahondar en los estratos. Pero a la vez, quiero alzar la mano al cielo y que en un dedo se me cuelen, como unas alianzas, los anillos de Saturno.
¿Crees la reestructuración del ser humano a partir de la nada? ¿Puede la poesía ayudarnos a volver a renacer?
Eso fue para mí la escritura de mi libro Para qué la poesía.
¿Puede ser parte de ese patrimonio que nos sirve para volver a resurgir desde las cenizas la infancia, la sensación de desarraigo o la orfandad a la que el ser humano está condenado?
Ese patrimonio es irrenunciable, nos guste o no, haya sido alegre o triste, feliz o desgraciado. Eso somos. Insomnio. Sonambulismo. Ah, pero también nuestros sueños.
¿Es la vida para tanto? ¿Vendrá la muerte y tendrá tus ojos?
Solo lo sabremos entonces. Y no hay testimonios del después.
Somos acaso, partisanos resistiendo el asedio en el abismo, desde un lugar remoto de la vida, de la poesía, al fin, vindicando el pan y la luz. ¿Es necesario vindicar el pan y la luz o solo nos basta ser?
Yo no podría ser, si no pidiera pan y luz para todos.
Con la certeza de que al ser humano solo lo salva el amor, como una forma de transcender y ser inmortal, Juan Cobos Wilkins ahonda en la soledad del ser humano, en la orfandad ante sí mismo y ante el mundo. Así, a través de su discurso poético, la percepción, la perspectiva, el espejo y la dualidad semántica, emprende la búsqueda de la identidad propia del ser, en un diálogo íntimo y honesto, en un gesto donde el poeta quiere acercarnos, aún más si cabe, al mundo al que pertenecemos. Personal, único y latente, Juan Cobos Wilkins se presenta al lector ofreciéndonos las herramientas necesarias para emprender ese viaje, donde la belleza y el equilibro guía cada paso, cada tempo, cada verso. Juan Cobos Wilkins es un poeta que sabe proyectar la fuerza de las imágenes como una revelación, como un relámpago, como un esplendor que se desata en el pecho del lector. Así, poema en mano, el poeta se enfrenta a los retos de nuestro tiempo con un discurso que nos convida a reflexionar, a ser virtuoso con nosotros mismos y, por ende, con el resto de seres humanos con los que convivimos. Desde la mesura y la humildad. Brindándonos una pauta, un manual, una guía de supervivencia que escala las más altas cotas de la belleza poética, equilibrado y lúcido, donde el poema se deshace entre los labios del lector, sus tallos florecen sobre sus párpados y el milagro, a modo de poema, toma forma, vive, existe. Nos invita, consciente el poeta, a que entre el abismo también crecen las flores.