Retrato a pie de Campo
Así es el ministro de Justicia, encargado de tramitar los indultos a los presos independentistas.
La arena blanca juega con las olas cristalinas, allá donde España mira a África. Las tardes de verano son infinitas, en Zahara de los Atunes se para el tiempo. La vida tiene otro color. Es el momento en el que su mente se evade, escuchando el ruido del mar y teniendo cerca un buen libro de ensayo o de poesía. Esas horas de plena felicidad en las que no hay sentencias, decretos, leyes o indultos.
Pero ahora eso es un recuerdo estival. Juan Carlos Campo está encerrado horas y horas en el secano número 45 de la madrileña calle de San Bernardo, en otros tiempos palacio de la Marquesa de la Sonora. El Ministerio de Justicia prepara estos días la decisión política más importante en mucho tiempo y que dará un vuelco a la legislatura: los indultos a los presos independentistas.
Será el propio Campo el que tenga que elevar los informes al Consejo de Ministros dentro de unas semanas, uno por cada uno de los posibles indultados. Recibido ya el documento negativo del Tribunal Supremo, queda en manos del Ministerio de Justicia el trámite final. Campo lleva mucho tiempo analizando la cuestión, en conexión con el mismo Palacio de La Moncloa, donde Félix Bolaños también trata de atar jurídicamente la cuestión y evitar luego posibles recursos ante el Supremo. El titular de Justicia tiene muy buena relación con Pedro Sánchez y su entorno, comentan fuentes gubernamentales.
Campo ha pasado de ser uno de los ministros menos mediáticos (“nunca se va a pelear por un micrófono”, dice una persona con la que ha trabajado muchos años) a estar en el foco de todas las noticias. La idea del Gobierno es intentar encauzar la situación catalana, lograr ese tiempo de concordia. Sobre la mesa está la polémica medida de gracia, además de una reforma del Código Penal sobre el delito de sedición. Todo pasa ahora por San Bernardo.
Todos en el Gobierno están convencidos de que hay que afrontar este problema, que no sirve el inmovilismo anterior, y que merece la pena buscar ese reencuentro. Una de las frases que más cita siempre a su círculo Campo es la de: “La voz de la razón es suave pero no descansa hasta ser oída”. Refleja la filosofía del ministro, que es magistrado de carrera pero que lleva muchos años vinculado a la política -aunque no es militante del PSOE y va como independiente-.
Cuando se formó el Gobierno de coalición, Pedro Sánchez sabía que el Ministerio de Justicia con Dolores Delgado era un auténtico incendio. Por eso encontró en este juez, nacido en Osuna (Sevilla), la figura que buscaba. En su círculo y entre políticos socialistas que lo conocen desde hace muchos años se repite una expresión sobre él: “Mesura”. Una parlamentaria del PSOE que ha compartido bancada con él en el Congreso habla así: “Es solvente, muy seguro, pero tímido. Siempre está pensando en lo que va a pasar y cómo actuar. Mide mucho sus palabras. No deja nada al azar”.
“Y buena gente. Se preocupa por sus conocidos, sus compañeros, pero sin hacer publicidad de ello. Siempre intenta ayudar sin que se note”, añade esta diputada. Eso es algo constante cuando se pregunta por él dentro del socialismo y sus allegado. Ese sentimiento de “tribu”, en el sentido del grupo, de pensar en lo colectivo, algo que mamó desde pequeño al ser miembro de familia numerosa.
Es un pilar para su vida ese sentimiento de familia. El día de su toma de posesión rezumaba emoción y estuvo varias veces al borde de las lágrimas. No le gusta hablar en público de su vida privada, es “muy reservado”, como dicen fuentes cercanas. Pero aquella mañana la garganta se le atragantó al decir “echo de menos a mi padre”. Allí estaban su madre, algunos de sus hermanos y sus dos hijas, María y Susana. Actualmente su pareja es la presidenta del Congreso, Meritxell Batet.
Fuentes que trabajan con él en Justicia, señalan que se trata de “un ministro accidental”, en el sentido de que él es un “jurista ante todo”: “muy riguroso, no es el típico político”. Campo se lee todos los papeles, revisa todo que sale de su departamento, se fija hasta en la última coma. De trato, señalan sus colaboradores, es “muy campechano, muy de Cádiz”. Aunque nació en Osuna, tiene como segunda tierra la gaditana, donde tuvo sus primeros destinos como juez en Sanlúcar y en Jerez. Siempre tiene abierto su despacho para todo el gabinete, y está atento a todos los detalles para preguntar por la ciática de alguno de ellos o si está enfermo algún familiar.
En las situaciones de tensión, cuentan en su entorno, reacciona tranquilo, no es un jefe que se ponga nervioso o histérico. Llega ya al despacho, después de levantarse muy temprano (sobre las seis) y hacer deporte, sobre las ocho y media. Y a trabajar como una hormiguita y siendo muy “detallista”. Le da muchísima importancia a la palabra en cada texto, en cada ley, en cada discurso, en cada entrevista. Le sale ese lector voraz que se pirra por el ensayo, con autores de cabecera como Byung-Chul Han, Daniel Innerarity y Zygmunt Bauman. Con muy buena memoria y con la obsesión de que el lenguaje jurídico sea más fácil y entendible para los ciudadanos.
“Él no busca enemigos”, agregan los suyos. Dentro de la coalición se vivió un momento brusco cuando fue acusado por Unidas Podemos de “machista” en las revisiones de las leyes que salían de Igualdad. Pero él, comentan en su círculo, no es rencoroso. En el último Consejo de Ministros en el que estuvo Pablo Iglesias fue precisamente Campo el que más cariño le mostró, cogiéndolo del brazo cuando pasó a su lado.
“No le gusta la crispación”, añaden desde su círculo de colaboradores, y rechaza ese clima que hay en el Congreso. Ese carácter precisamente también le ha granjeado algunas críticas por parte de sectores de la magistratura y en otros partidos. Fuentes de Unidas Podemos dicen que, a puerta cerrada, utiliza una “formas versallescas” y que habla “sin concretar”, por lo que en algunas negociaciones no saben lo que quiere decir o cuáles son sus intenciones. También hay jueces que bajo condición de anonimato trasladan que ha estado más en política -empezó su carrera en ese lado en las administraciones del PSOE de la Junta de Andalucía- que en la magistratura y que siempre trabaja para tener un puesto el día después en algún órgano de gobierno, llevándose bien con conservadores como Manuel Marchena, en el Tribunal Supremo, o con Enrique López, actual consejero de Madrid.
Ante las críticas que llegan, él siempre dice a los suyos que hay que estar tranquilos. Es un reconocido penalista y sabe que la medida de los indultos levantará mucho ruido, por eso trabaja concienzudamente durante horas en el asunto. No puede quedar ningún fleco suelto, analizando y argumentando todo. Será él el que tenga que entrar a la sala del Consejo de Ministros con los indultos en su carpeta. No queda ni un minuto para respirar en San Bernardo. Algún día podrá volver al cine como cinéfilo de pro, ahora es imposible. Esa será otra película.