Joan Pons, el español que ha recibido ya la vacuna experimental de Oxford: "No lo hice por dinero"
Se ofreció a pesar de que le avisaron que "en casos muy excepcionales puede producir la muerte”.
La vacuna contra el coronavirus es necesaria para el regreso a la normalidad sin condicionantes. Con tasas de seroprevalencia tan bajas, alcanzar la famosa inmunidad de rebaño solo se va a conseguir mediante la vacunación. Desde que se conoció el genoma del virus en el mes de enero, en todo el mundo hay una carrera a contrarreloj para conseguir una vacuna eficaz y segura.
La universidad de Oxford parece que va en cabeza. El pasado lunes presentaron en la revista The Lancet los resultados de la primera fase del ensayo clínico. Los más de 1.000 voluntarios que se ofrecieron desarrollaron anticuerpos neutralizantes e inmunidad celular. No podía salir mejor.
Entre las personas que se prestaron para inyectarse la dosis de la vacuna se encuentra Joan Pons, un enfermero barcelonés de 45 años que lleva viviendo dos décadas en la británica ciudad de Sheffield.
El 27 de mayo tanto él como el resto del personal sanitario recibieron un correo de la universidad de Oxford en el que se comentaba que buscaban voluntarios entre médicos, enfermeros, celadores, etc para testar la vacuna de la covid-19 en personas que conviven a diario con el virus.
“Les dije que sí y el lunes 1 de junio pasé una revisión física y me hicieron un análisis de sangre para ver si había dado anticuerpos y había pasado el virus. Ese miércoles me dijeron que había salido negativo y el viernes 5 de junio ya me pusieron la vacuna. Fui el primer español en ponérsela, pensaba que no sería nada extraordinario, pero he visto que sí”, explica Pons, que bromea que está teniendo tanta repercusión como cuando el Madrid ganó tres Champions seguidas.
La decisión de plantar cara al Sars-CoV-2 le viene desde el inicio de la pandemia. En marzo decidió abandonar la dirección del hospital en el que trabaja para volver a ponerse el EPI e ir a la UCI a salvar a pacientes que habían cogido el virus.
“Quiero volver a controlar mi vida y que 2021 sea el año de los abrazos y de que la gente salga a la calle sin temor de contagiarse. Quería vivir mi vida porque solo vivo una vez y el virus me la está amargando”, se sincera Pons, que hasta el momento no ha tenido ningún efecto secundario más allá de “dolor en el brazo”. “De todas formas, siempre digo que es mejor estar un poco mal 24 horas que coger el virus, que puede acabar con tu vida”, añade.
El sanitario, que no ha recibido ningún tipo de compensación económica, reitera una y otra vez que solo lo hizo por acabar con el virus: “No lo hice por dinero, lo hice porque he vivido el virus en primera línea. Mi odio a este virus y mi amor a la vida pudieron mucho más que el dinero o cualquier cosa que pudiera pasar”.
Además, detalla que el coronavirus ha dejado a su mujer Karen sin poder continuar con su negocio como profesora de arte, a sus hijos sin colegio y sin relaciones sociales y a sus padres sin poder celebrar sus bodas de oro con la familia reunida.
Esa es la última frase del contrato que firmó con la universidad de Oxford. “En casos muy excepcionales puede producir un choque anafiláctico y la muerte”. Esas palabras cabrearon a su mujer y resonaron en su cabeza una y otra vez durante las horas previas al pinchazo.
“Mi familia no se lo tomó muy bien. Fue todo muy rápido. Se lo dije a mi mujer y ella me preguntó lo que me podía pasar. Le respondí con esa frase y cuando le dije que igual me moría el viernes se enfadó muchísimo y me dijo que estaba loco. No me habló en tres días. Se molestó porque no la incluí en la decisión, no dejé que expresara su temor y di por sentado que no tendría ningún problema. Me equivoqué, pero también significa que me quiere porque se preocupó mucho”, recuerda Pons.
Este enfermero catalán, galardonado en 2018 como el mejor enfermero de Reino Unido (la primera vez que lo ganó un extranjero), confiesa que pasó miedo, especialmente durante la última noche en la que no pudo dormir y en la mañana de la prueba.
Además, cuando llegó al hospital donde se la puso le informaron que había surgido un problema que le mantuvo dos horas esperando en la sala de espera con otras tres personas. Las califica como las más largas de su vida. No se le olvidarán nunca.
“Pensé que le había pasado algo al voluntario que iba antes. Estábamos todos en silencio, sin mirarnos. Yo pensé varias veces en levantarme e irme, pero finalmente me puse el móvil y escuché música. Resultó que al final fue que habían tenido que cambiar el papeleo porque habían encontrado una cosa en la vacuna”, cuenta ahora mucho más relajado.
Pons, como el resto de voluntarios, está controlado por los científicos de Oxford. Se tiene que tomar la temperatura a diario y alertar en caso de que supere los 37,8 grados. También rellena cada día un cuestionario sobre su estado de salud en el que indica si tiene tos, malestar, fiebre, etc.
Una vez a la semana se tiene que hacer un test PCR (lleva seis, todos negativos) y una al mes también se tiene que someter a un análisis de sangre y a un examen físico. El pasado 6 de julio se hizo él y el resto de voluntarios el primer control mensual, cuyos resultados fueron los que se publicaron este lunes.
“La vacuna es segura, he generado anticuerpos y ahora hay que ver si son efectivas, por eso están esperando a que me infecte”, asegura. De momento ni él ni los compañeros de su hospital que también se ofrecieron han cogido el coronavirus.
Viendo que ninguno se contagia y aunque la universidad de Oxford no les ha pedido que se desprotejan, alguna vez ha pensado en caliente quitarse la mascarilla o trabajar con menos medidas de seguridad. Sin embargo, cuando lo piensa fríamente lo percibe como un riesgo porque lo puede transmitir a su mujer o a sus hijos.
Otro aspecto que tienen que conocer los investigadores es cómo afecta la vacuna a largo plazo. Para ello, los voluntarios van a estar hasta julio del 2021 bajo control: “Hay que ver cuánto duran los linfocitos T y si habrá algún efecto a largo plazo. La probabilidad es muy baja, porque si no ha pasado nada a corto plazo, la ciencia dice que es muy improbable que surja en el medio o largo plazo, pero sí existe la posibilidad”.
Pons, aunque quiere mantener la cautela, confía en que la vacuna esté lista antes de Navidad. “La cosa pinta muy bien. Es urgente que salga este otoño porque están muriendo 5.000 personas al día y después con más tranquilidad ya vendrá la vacuna definitiva en 2021 o 2022. Lo importante es que esta maratón de primeras vacunas está en el tramo final”, celebra.
Por ello y para certificar su victoria al virus, este valiente catalán tiene claro cuál es el mejor regalo de Reyes: “Les he pedido a Melchor, Gaspar y Baltasar que dejen una vacuna en los balcones”.