Javier Zarzalejos: "Rajoy es más de derechas que Aznar"
Entrevista al director de Faes y secretario general de Presidencia de José María Aznar en La Moncloa.
Fue el gran 'fontanero' de José María Aznar. Javier Zarzalejos (Bilbao, 1960) susurraba al oído al presidente en La Moncloa como secretario general de Presidencia desde 1996 hasta 2004 y hoy sigue a su lado como director de la fundación Faes.
Y ha decidido plasmar sobre el papel algunas de sus vivencias en el libro No hay Ala Oeste en La Moncloa, editado por Península. Todavía rememora cómo le impactó el momento de llegar al palacio tras la victoria frente al PSOE. Uno de los recuerdos: ver de lejos a Felipe González despidiéndose de sus colaboradores. Era el turno de Aznar, un hombre al que define como "tímido" y con una gran autodisciplina. Hablaba con sus silencios, recuerda, lo que despistaba y desconcertaba a sus interlocutores . Y sigue defendiendo que España no fue a la guerra de Irak ni el Gobierno mintió sobre el 11-M.
¿Cómo es trabajar codo con codo con Aznar?
Una gran experiencia personal y política y una exigencia profesional.
¿Cómo lo definiría políticamente?
Es un liberal conservador con una clara vocación reformista.
¿Y personalmente?
Él mismo se define como tímido, y lo es. Es un hombre que se aplica autodisciplina, esa es una faceta admirable.
Pasó los ocho años en Moncloa con él. Se vio una evolución del Aznar que llegó al del final, con su foto con Bush en las Azores y su intento de estar en la escena internacional. ¿Salió un hombre distinto?
No creo que se trate de que salga un hombre distinto. Con ocho años de gobierno y en esos niveles, pues inevitablemente tiene experiencia, nuevos enfoques de los problemas, más información, una perspectiva distinta. Y una de las preocupaciones del presidente fue el fortalecimiento de la posición internacional de España y europea. Eso tiene dos grandes capítulos: el euro y la ampliación de la UE y la relación atlántica. Esta última adquirió una nueva dimensión después de los atentados del 11-S y una nueva complejidad. Se hace una política de estrechamiento de la relación atlántica, primero con Clinton y luego con Bush. Eso significa que España apoya en el marco de la solidaridad atlántica la decisión de intervenir Irak. Lo que lleva a asumir una posición internacional muy relevante y de gran visibilidad.
¿Dudó en algún momento Aznar sobre ir a la guerra de Irak?
Aznar no va a la guerra de Irak y España no va a la guerra de Irak. No hay ni un solo soldado español en la guerra, no se participa nunca en operaciones militares dentro de la intervención. No nos lo pidieron ni los americanos ni los británicos, nunca estuvo encima de la mesa. Lo que no dudó es que era una ocasión en la que la relación atlántica se estaba poniendo a prueba y que tenía que responder. Aznar hizo sus observaciones y sus puntos de vista a Bush.
¿Se arrepiente el expresidente de esa decisión de haber apoyado a Bush?
Si se personaliza la decisión como un apoyo a Bush, creo que perdemos mucho del sentido. Era el apoyo a una decisión que en aquel momento concitaba el apoyo mayoritario en Estados Unidos ante alguien que estaba en clara falta de cumplimiento de sus obligaciones internacionales y que había demostrado ser un factor de desestabilización permanente en Oriente Medio. Hay que recordar que la política de cambio de régimen se aprueba por Clinton en relación con Sadam Huseín, Clinton bombardea regularmente territorio iraquí. No hay un tratado de paz y esa situación se mantiene desde la primera guerra del Golfo. No se trata de apoyar a Bush porque la relación entre España y EEUU no es una relación entre los dos presidentes. Quizá tenemos alguna dificultad para comprenderlo en España, pero en Estados Unidos se ve muy bien.
Había millones de personas en las calles en España manifestándose contra la guerra de Irak. ¿Qué decía y pensaba Aznar cuando veía esas imágenes?
Lo que pensaría cualquier persona comprometida con una decisión consciente de su impopularidad pero que significa a su juicio conveniente a los intereses de España y de la estabilidad internacional, como era erradicar la amenaza que representaba Sadam Huseín. Me resultaría muy extraño que determinadas medidas fueran populares, otra cosa es que se puedan comprender dentro de un marco coherente de política exterior. Era una decisión impopular, pero si se fija en los sondeos cuando Aznar anuncia su retirada para dar paso a Mariano Rajoy, no parece que eso se hubiera traducido de una manera directa en un rechazo a la política del Gobierno.
La salida de Aznar de la Moncloa coincide con los atentados del 11-M. Uno de los aspectos más polémicos de su mandato fue decir que había sido ETA la autora. ¿Cómo se vivieron esos momentos? ¿Cómo se gestionó?
Hay testimonios suficientes para saber que en aquel momento pocos dudaban de ETA. Dicho lo cual, si al Gobierno algo se le ha podido criticar después es que dio demasiada información, que retransmitió en directo, algunos decían que pretendía retransmitir en directo la investigación. Lo cierto es que cuando aparece la furgoneta con las cintas con versos coránicos y esa línea de investigación, 36 horas después empiezan las detenciones. La idea de que el Gobierno insiste en la autoría de ETA no se corresponde con lo que el Gobierno da. Hay que recuperar la secuencia de los hechos.
La oposición culpó al Gobierno de mentir. ¿Mintió el Gobierno?
El Gobierno no mintió. Hubo una comisión de investigación en la que se quiso encontrar la pistola humeante del Gobierno y no apareció. Pudo cometer errores, pero no mintió. Lo fundamental de aquellos días y de la explotación política que pudo tener no era tanto si el Gobierno mentía o no, sino que se quería establecer una relación que responsabilizar al Gobierno de aquellos atentados por la posición que había mantenido en Irak.
Uno de los pasajes del libro que despierta ahora más interés es su reunión con miembros de ETA. Estuvo con varios terroristas por orden de Aznar. ¿Cómo fue?
El Gobierno tuvo buen criterio con que el presidente anunciara que se habían autorizado esos contactos y luego confirmara que se habían producido. Eso era novedoso. La reunión fue inevitablemente tensa, en la que teníamos un mandato muy claro: acreditar por parte de ETA las posibilidades de que una declaración de tregua pudiera convertirse en el cese definitivo de la violencia. La conclusión parecía clara, ETA no contemplaba el cese de la violencia y quería ser la impulsora y actuar de comisario político con la pistola en la mano de que los partidos nacionalistas que habían pactado en Estella mantenían la estrategia de ruptura. Y si esa ruptura no se daba, pues ETA probablemente volvería a actuar como ocurrió. Tres meses después es cuando ETA hace llegar al PNV que va a volver a actuar.
¿Negoció el Gobierno de Aznar con ETA?
Nunca, nada.
Aznar y Rajoy nunca fueron amigos. ¿Por qué lo eligió como sucesor?
Aznar es un político que pone un interés muy especial en hacer del PP una gran organización política cuajada, consolidada, con densidad, no hacer del PP una plataforma de proyección personal. Quería hacer un partido que estuviera en condiciones de gobernar y de poder articular una gran mayoría. Dentro de esa concepción, también quiere objetivar al máximo el procedimiento de sucesión y él lo ha explicado: había una línea de sucesión en la que Rajoy era el candidato natural. No influía si eran más amigos o menos personalmente. Era consciente de que debía poner fin a su ciclo personal.
Hemos visto diferencias entre Aznar y Rajoy en temas como Cataluña, el País Vasco, medidas económicas durante la crisis... ¿Cómo cree que lo está haciendo el actual presidente?
Toda expresión que ha hecho Aznar siempre se quiere interpretar en clave de crítica a Rajoy. Dice cosas tan evidentes como que hay que continuar con el impulso de reformas económicas. Y si Aznar dice que hay que aprender de la experiencia durante estos meses en Cataluña, dice eso exactamente. Se suele interpretar como crítica a Rajoy, esos es muy periodístico. Pero efectivamente en el PP se hacen cargo de las responsabilidades otras personas que no se identifican con el PP del que se hacen cargo después de Aznar y consideran quizá que el electorado ha cambiado y ponen el énfasis en otros temas. El PP no es ajeno a un proceso que se está produciendo en la mayoría de países europeos de fragmentación de los electorados. Lo estamos viendo hasta en Alemania.
Cs está, en el último CIS, apenas a 1,6 puntos del PP, que está en mínimos históricos. ¿Le va a comer la tarta del centro derecha? ¿Teme ese sorpasso?
No sé si se puede hablar de sorpasso. Lo que está ocurriendo con Cs es parte del problema de fragmentación de los espacios políticos y fruto de una ruptura en términos generacionales. Es preocupante y afecta a otros partidos. Tiene mucho que ver con un discurso en el que un sector importante del electorado no se ha reconocido con el PP con temas como el desafío independentista en Cataluña.
¿Cree que la gente del centro derecha se siente hoy más identificada con Cs que con el PP?
Hay una parte que así parece manifestarlo.
Hablando de Cataluña, ustedes en La Moncloa hicieron con Jordi Pujol los pactos del Majestic. ¿Podían imaginarse que 22 años después habría una DUI en el Parlament?
Nosotros no nos lo imaginábamos en el 96, pero eso no es lo grave. Lo más sorprendente es que tampoco otros se lo imaginaban en agosto de 2017. Aquellos acuerdos fueron importantes y permitieron dar estabilidad al Gobierno y poder despegar energías para operaciones tan importantes como el euro. Eran tiempos en los que se elogiaban de manera general la contribución de Jordi Pujol en España.
¿Qué hubiera hecho hoy Aznar con el tema catalán?
Jugar a lo contrafactual es complicado. Ese libro todavía no lo he escrito.
¿Pues qué recomendaría usted desde su experiencia a Mariano Rajoy en Cataluña?
Promover la unidad firme de los partidos constitucionalistas, estar muy cerca de la sociedad catalana y siempre estar en el fortalecimiento de lo que la sociedad civil puede hacer. Los catalanes tienen que ser conscientes de que no es solo un problema de lo que puedan hacer los políticos -Torra puede hacer muy poco más allá de dividir y ahondar en la división- y es la sociedad catalana la que se tiene que poner a reparar sus brechas y divisiones.
¿Cuál fue el mayor error de Aznar en La Moncloa?
Creo que no se equivocó en nada esencial.
¿Pero alguno tendría? Ocho años perfectos parece difícil.
Perfecto no fue. Lo que pasa es que la autocrítica ya se la han hecho. Es una obligación de la que en este momento me desentiendo. Jajaja.
¿Cuál fue el momento más duro en Moncloa?
Hubo dos, sin duda ninguna. El 11-M fue un momento de amargura, la dimensión de la atrocidad fue tremenda. Y el secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco.
¿Vio llorar en algún momento a Aznar?
Sí, y lo vio toda España. Después del funeral de un concejal del PP vasco en Zarautz en un acto que tuvo en Logroño, donde tuvo que cortar su intervención. Hay que tener en cuenta que un año antes de ser presidente se libra de milagro de ser asesinado por ETA.
Hay una leyenda que dice que el rey Juan Carlos y Aznar se llevaban bastante mal. ¿Es verdad?
No. Es verdad que son personas de generaciones distintas, que tienen vivencias y caracteres diferentes. Pero eso ni es justo con Aznar ni con los reyes Juan Carlos y Sofía. Siempre tuvieron confianza y un afecto en lo personal. Es una leyenda fabricada no sé exactamente con qué intereses y forma parte de las tertulias de cenáculo.
Durante aquel mandato, se organizó la boda de la hija de Aznar en El Escorial. Por allí desfilaron Francisco Correa, Álvaro Pérez 'El Bigotes', Jesús Sepúlveda... Están ahora en la cárcel y se han destapado tramas de corrupción. ¿En Moncloa no sabían de esos negocios?
Yo no tuve nunca ni en La Moncloa relación con estas personas, que efectivamente estuvieron presentes en un grupo amplísimo de invitados y no como invitados del presidente en un acontecimiento familiar. En lo demás, están sometidos a los procedimientos judiciales, que son los que han ido estableciendo sus responsabilidades.
¿Y la situación de Rodrigo Rato? Era el superministro de Economía del que presumía Aznar...
El propio Aznar se ha referido a Rodrigo Rato, fue un gran vicepresidente económico en un momento muy complicado y con unos objetivos muy ambiciosos. Ninguna de las actuaciones judiciales que se han abierto contra él tienen causa en su gestión como miembro del Gobierno. Hasta el momento nada se ha sustanciado, estaremos a lo que digan los tribunales.
¿Quién es más de derechas, Rajoy o Aznar? Tiene que contestar.
Yo creo que Rajoy.
¿Más de derechas?
Lo digo porque ya sabe usted por estas cosas que hace el CIS. No lo digo personalmente, porque no tengo la radiografía ideológica de Rajoy, pero es curioso porque el electorado sitúa al PP ahora como un partido mucho más a la derecha que con Aznar. Parece que la percepción pública es que el señor Rajoy es más de derechas que Aznar.
¿Está mejor la España de hoy que la de Aznar?
Yo creo que no. Estamos intentando recuperar los niveles de prosperidad de la precrisis. Es verdad que hay un hecho fundamental que no se puede pasar por alto y pertenece a España -ni la de Aznar ni la de Rajoy ni la de Zapatero- que es que la violencia de ETA ha desaparecido.
¿Sufrió Aznar el síndrome de La Moncloa?
Pues es posible que algo lo sufriera. Pero aún así, es de los presidentes del Gobierno que menos se quedaba en La Moncloa. Y lo digo porque eso lo sufríamos de una manera muy directa sus colaboradores.
¿Qué imagen se le quedó a usted grabada dentro del palacio?
Hay algunas imágenes importantes. Una cuando llegué y vi a los lejos, todavía no se había producido el traspaso de papeles, a Felipe González despidiéndose de su grupo más íntimo de colaboradores. Y la siguiente que tengo muy grabada es la llegada de Aznar. También la de José Luis Rodríguez Zapatero, a quien de alguna manera entregué las llaves.
¿Alguna vez vio a Aznar fuera de sus casillas?
No, nunca. Hablaba antes de la autodisciplina y además es una persona que no tiene excesos de ira. Es una persona que habla con sus silencios en esas circunstancias. Y eso algo que a sus interlocutores a veces despista y desconcierta.
¿Una manía que tuviera?
No es de muchas manías, pero sí disciplinado con su alimentación. Muy estricto y también en eso había una gran disciplina.
¿Cree que echa de menos el poder?
Siempre dice que lo más importante que le ha pasado ha sido ser presidente del Gobierno. Me da la impresión que puede haber, pero no creo que pueda haber nostalgia del poder. Fue importante que fuera capaz de cerrar voluntariamente ese capítulo.
Siempre vuelven las especulaciones de que Aznar regresará a política...
Ah, bueno, esas especulaciones están muy pasadas.
¿Y a usted? ¿Le gustaría volver?
No, no lo echo de menos. No he tenido el síndrome ese de que dejan de sonar los teléfonos. Es más, lo agradecí.
El momento más surrealista que ha vivido y que dijera que no podía estar pasando eso en Moncloa?
Recuerdo un momento bastante surrealista de Aznar con un poncho y un gorro del Altiplano bailando en una visita a un centro de artesanía indígena en plena Bolivia.
¿La vida en Moncloa se parece más a El Ala Oeste de la Casa Blanca o a House of cards?
Afortunadamente a ninguna de las dos. He escrito este libro para ofrecer una imagen más real de la política, más noble. La política no es una actividad milagrosa y, por tanto, no hay presidentes estupendos con una capacidad asombrosa ni asesores que resuelven crisis internacionales paseando por los pasillos. Tampoco hay gentes perversas que buscan su lucro personal pasando por todos y todo. Hay personajes deleznables, pero no marcan las políticas.