Italia: deseando que gane Renzi
Que Italia está mucho mejor tras varios años de gobierno del Partido Democrático (PD) es difícilmente discutible.
El hecho de haber pasado por momentos complicados, que incluso llevaron a la dimisión del entonces Presidente del Consejo, Matteo Renzi, no debería impedirnos reconocer que el país ha conseguido solventar muchos de sus problemas, normalizando su vida política e institucional y recuperando el crecimiento económico. Eso no ha sido por casualidad, sino porque el Ejecutivo del PD, con Renzi o con Gentiloni a la cabeza, ha tenido tiempo suficiente para aplicar un programa de gobierno eficaz y progresista a la altura de los retos que Italia tenía por delante.
Ahora llega el momento de la verdad en democracia: la validación o no de la labor del gobierno de centroizquierda en las urnas, a las que están convocados los italianos el próximo 4 de marzo. Las encuestas no permiten afirmar quien puede ganar los comicios, que tendrán lugar con una nueva ley electoral que prima las coaliciones. Pero sí que todas las opciones están abiertas, la mejor y las peores.
A pesar de la división en la izquierda, si el PD es capaz de concitar los acuerdos necesarios, la posibilidad de que los progresistas sigan en el poder es alta. No entiendo por qué muchos analistas se empeñan en dar por derrotado a Renzi, cuando los números hablan claramente de una división en tercios del electorado.
Para Europa y para España el mejor escenario sería tener de nuevo al antiguo alcalde de Florencia ocupando la Presidencia del Gobierno. Con él, la UE daría definitivamente por cerrado un ciclo en el que se ha librado hasta la fecha de la amenaza populista, que asomaba con fuerza por Holanda y Francia. Pero, sobre todo, contaría con el empuje de Italia para avanzar hacia la Europa federal que propugna Macron y también quienes, desde mi punto de vista, estarán y deberían estar en un futuro gobierno de coalición el Berlín: los socialdemócratas alemanes.
En ese sentido, creo que España no debe ver a una Italia fuerte como un competidor, sino como un aliado del Sur de la UE en el quinteto de los grandes socios comunitarios, ahora que se acercan los debates sobre el próximo Marco Financiero Plurianual de la Unión y cuando el Mediterráneo sigue siendo una región con tantos problemas como oportunidades.
La peor de las situaciones para Europa sería la victoria del Movimiento 5 Estrellas, que haría tan ingobernable al país como ha hecho a muchas de las ciudades en las que tiene el poder, empezando por Roma. No se trata ya de que su discurso populista sea peligroso –por ejemplo, defendiendo una salida del euro- e incluso inaceptable en términos de valores europeos, sino de que Italia sería víctima de un desgobierno absoluto que terminaría poniendo en riesgo su estabilidad y, en consecuencia, la europea.
Y aquí es donde aparece de nuevo Silvio Berlusconi, con su alianza con la Liga Norte y la derecha extrema de Hermanos de Italia, presentándose como una salida razonable frente a la izquierda y el populismo (cuando se va del brazo de partidos que lo encarnan a la perfección, con mensajes similares sobre el euro a los de Beppe Grillo). Italia no se merece volver a los viejos tiempos de Berlusconi, representados por la ineficacia (la crisis le retrató patéticamente como un gobernante nefasto) y el cinismo. Muchos artículos –ante mi estupor- le ríen las gracias y alaban su inteligencia. No es mi caso, porque las suyas no son gracias, sino burlas, y la suya no es inteligencia, sino la peor de las políticas con minúscula.
A Europa Berlusconi no le sentaría nada bien, porque somos una UE que quiere representar exactamente lo contrario de lo que él personifica en trayectoria y valores y que pagaría muy cara su demostrada ineptitud para gobernar Italia. Y no me vendan que al menos sería refinado y chistoso en comparación con Trump, por favor
A la espera de lo que pase el 4 de marzo, conviene confiar en el PD y en Renzi, con todos sus defectos. Y ayudarles como europeos mostrando nuestro apoyo a quienes han conseguido que Italia sea un socio sólido y de confianza.