Iros todos a tomar por culo
Voy a recomendar a Pablo Iglesias que recomiende y regale a todos y cada uno de los actores y actrices que pisan el circo parlamentario este disco de Extremoduro.
Que nada me interesa de alrededor. Me subo a lo más alto de la locura, me encuentro a mi princesa hablando con la luna, echándose carreras a ver quién es más puta.
Roberto Iniesta
Cuando Pablo Iglesias era ya un rostro conocido y habitual en nuestros telediarios, entrevistas y tertulias, adquirió una curiosa costumbre, simpática e irónica para él, arrogante para otros. En aquellos tiempos, no hace tanto, ya daba lecciones y presumía de haber crecido rodeado de libros, de haberse empapado desde niño de García Márquez, Salinger y Maquiavelo. Hablaba con soltura de autores desconocidos para el populacho y se alejaba de los filósofos clásicos Marx o Engels para fijarse en Valentino Gerratana, Antonio Gramsci, Ernesto Laclau o la belga Chantal Mouffe. Parecía un estudiante con sus lapiceros y rotuladores listos y desenfundados para subrayar y realizar anotaciones a pie de página en los ensayos que devoraba camino del Parlamento Europeo. Aseguraba haber aprendido mucho de Pepe Carvalho, el singular detective de Manuel Vázquez Montalbán, aunque ya podía haberse esforzado un poco más para burlar la sombra de Villarejo en todo el asunto de Dina Bousselham o haberse tomado un Chablis en honor del de Souto; para recordar, si eso. Declaraba que no se puede vivir sin un atlas histórico en el escritorio, afirmación que nos deja a los que no tenemos uno ni en la estantería como unos cojos en esto de la vida. Incluso recomendaba lecturas a sus colegas de misma calaña. A Pedro Sánchez le recomendó leer la biografía del líder socialista Negrín, de Enrique Moradiellos; a Rivera, el popero desterrado, le recomendó Nuestro viejo mundo, de Perry Anderson, para que fortaleciera así su conocimiento sobre Europa y sobre política internacional, materias en las que, según él, andaba flojo el de Malú.
En aquellos tiempos, más cercanos a sus largas noches de latas de medio litro, pitillos aliñados y canciones folclóricas republicanas con amigos, que a sus largas noches de biberón e insomnio, tenía la curiosa costumbre, decía más arriba, simpática e irónica para él, arrogante para otros, de regalar libros con mensaje culto, que no oculto, a dirigentes políticos. Así, le regaló a Rajoy el Juan de Mairena, de Antonio Machado, con el mensaje “para dialogar, preguntad primero. Después escuchad”, en referencia a un posible referéndum catalán. Luego apuntó y disparó alto, como hacen los monarcas, y le regaló a Felipe VI la serie Juego de Tronos (porque sirve muy bien para pensar. Y derrocar al poder establecido con lírica de fuego y escoltas draconianos, pensó Khaleesi aunque no lo dijera).
Sea por lo que sea, ya sólo regala citas y dramas, pero no libros delante de las cámaras; y yo lo echo de menos porque, si bien siempre es un buen momento para regalar literatura, este sería el momento idóneo para regalar literatura didáctica allá en esa ínsula barata que es el Congreso. Por eso, en un acto que puede resultar simpático e irónico para mí y arrogante para otros, voy a recomendar a Pablo Iglesias que recomiende y regale a todos y cada uno de los actores y actrices que pisan el circo parlamentario el disco Iros todos a tomar por culo, de Extremoduro, una joya literaria que nunca estará nominada a ningún premio de letras pero que todo el mundo debería tener en su escritorio. Es dinamita que debería estallar a través de los altavoces del hemiciclo cuando estuvieran todos sentaditos en sus butacas hasta que se dieran cuenta de la Pedrá que tienen, del ridículo que hacen tratando de hacer La Carrera de lo mediocre mientras siguen Buscando una luna o queriendo ser Selene para que todos los vean brillar ahí arriba fríos como el Acero, sin remordimientos, sin solidaridad ni philia, sin amor de ningún tipo, ni amor fraternal ni Amor castúo ni nada, porque nada puede salir de los más sucios rincones de sus negros corazones.
Ninguno se pregunta dónde están mis amigos porque saben que en su clase no existen; nadie quiere saber nada de Pepe Botika ni de la madre que lo parió. Y todos son buenos estudiantes, sí, y lo demuestran cada vez que se suben al estrado a exponer sus temas de manera oral, blablablablá, Bribribliblí, y luego los refrendan por escrito. Juegan con tus sentimientos, con Tu corazón, Quemando tus recuerdos… y los suyos también, para que olvidemos que cualquier momento fue anterior, que diría Nieves Concostrina, y que cualquier momento fue mejor que esta constante anormalidad a la que nos hemos visto empujados por sus incapacidades. Así que, Correcaminos estate al loro que esta gente no lo duda a la hora de lanzar a La Hoguera a cualquier rival y mucho menos a los que se les ocurra ir de Juana de Arco. En ello están y así seguirán que esto no lo arregla ni Jesucristo García; y nosotros impotentes, apáticos, hartos Deltoyá de ellos. Qué les importa ser poetas o ser basura.
Aunque estoy seguro de que Iglesias conoce el disco, él también debería guardarse una copia y revisitarlo con frecuencia.
Y tú, como dice la canción,
Ama, ama, ama y ensancha el alma.