Ir y volver solos del colegio: el día a día de los 'niños de la llave'
580.000 niños de entre 6 y 14 años se encuentran en esta situación en España, porque sus padres están trabajando, denuncia la ONG Educo.
Juan David se levanta solo, se ducha, se viste y se toma el desayuno que su madre le ha dejado preparado antes de irse a trabajar. Tiene 10 años y su propia llave de casa porque nadie le acompaña al colegio ni le esperan para darle la merienda.
"Llego a casa, abro la cerradura, me siento a hacer los deberes y si tengo alguna duda llamo a una amiga para que me ayude a resolverla porque mi madre no vuelve del trabajo hasta las 23:45", explica el menor.
El de Juan David no es un caso aislado, según la ONG Educo 580.000 niños de entre 6 y 14 años siguen esta rutina en España. Son los llamados niños de la llave, que corren al colegio para no llegar tarde con la llave colgada del cuello y que pasan la tarde solos en casa.
Milvelis, de nueve años, vive a 15 minutos del colegio."Cuando llego a casa subo y abro arriba, hago los deberes y mi prima me los corrige cuando llega del trabajo", explica la pequeña. "Voy y vuelvo sola todos los días del colegio", asegura.
Macarena Céspedes, directora de Educo España, señala como causa principal la imposibilidad de conciliar la vida laboral y la personal por parte de estas familias que, en la mayoría de casos, son monoparentales.
"La precariedad laboral hace que estas personas tengan más de un trabajo y eso les impide pasar tiempo con sus hijos", afirma.
Sin control de un adulto
Debido a la ausencia de un adulto, nadie pone trabas a estos menores para entrar y salir de casa cuando quieran y esto les expone, según Céspedes, a entornos perjudiciales. "No tiene por qué pasar nada, pero se acercan sin protección a personas que pueden facilitarles el acceso a alcohol, drogas y tabaco desde edades muy tempranas", advierte.
Álex tiene 14 años y ya no teme estar en la calle porque ha pasado "mucho tiempo" jugando solo. "Al salir del colegio voy a casa a comer y me voy al parque con mis amigos", asegura.
Pero según afirma Ángel Rodríguez, Jefe de Estudios del C.E.I.P Jaime Vera donde estudia el menor, su situación pudo haberle producido fracaso escolar en su paso al instituto por la falta de estímulos positivos y de continuidad en el estudio.
El riesgo de aislamiento
En muchas ocasiones, las familias de estos menores no pueden permitirse acceder a una vivienda con el sueldo de los padres, lo que les empuja a compartir casa con familiares, amigos o desconocidos. Según Educo, el 16% de las familias monoparentales se ven en esta situación.
Es el caso de Milvelis, que vive con su hermano, sus dos tías, su madre y su prima, y el de Álex, que comparte casa con "casi toda su familia".
Muchos de ellos pasan la tarde en su cuarto con el teléfono, la tablet o la televisión, "no hacen los deberes, comen o no lo que les hayan dejado sus padres y, en definitiva, se van aislando del mundo exterior", relata Macarena Céspedes que se refiere a la escasez de relaciones y de comunicación a la que se exponen estos menores como el gran problema al que se enfrentan.
Ángel Rodríguez asegura que los menores, entre los 6 y los 14 años, no tienen capacidad para "ser conscientes" de que deben cumplir con sus responsabilidades si no hay alguien que "esté un poco detrás de ellos". Por eso, según explica, muchos de estos niños carecen de constancia en el estudio y no hacen los deberes.
Música contra la exclusión
Juan David, Álex y Milvelis, tienen algo más en común: han encontrado en la música una motivación. Forman parte de los 200 niños que integran las orquestas y los coros de Acción Social por la Música, un proyecto que lucha por la inclusión social y el desarrollo de menores en Madrid y Zaragoza.
"Los niños dan un cambio inmenso desde el primer día que llegan, notamos que tienen un comportamiento más sereno y que nace en ellos una sensación de pertenencia", explica en declaraciones a Europa Press la fundadora de Acción Social por la Música, María Guerrero.
Guerrero asegura que Álex es el ejemplo de esa evolución pues, según cuenta el menor, empezó a tocar el violín por aburrimiento y ahora da clases particulares a niños pequeños y se va a presentar a las pruebas para acceder al conservatorio.
Además, destaca la importancia de dar a estos niños la oportunidad de conocer una realidad diferente y de "enseñarles la constancia que requiere aprender a tocar un instrumento para aplicarla a todos los aspectos de su vida".
La música significa algo diferente para cada uno de ellos. Para Álex es tranquilidad, para Juan David una fuente de alegría y para Milvelis la esperanza de poder "hacerse rica" y traer a su familia a España "para que no tengan que volver a pasar hambre".