Insomnes

Insomnes

Ernest Hemingway, Jorge Luis Borges, Calígula, Margaret Thatcher y don Quijote de La Mancha figuran en la larga nómina de insomnes famosos.

Un hombre sufre insomnio.Elvetica via Getty Images/iStockphoto

Se cuenta que cierto director de cine estaba convencido de que sus mejores ideas se producían durante los sueños, sin embargo, cuando se despertaba había olvidado la esencia del guión. Para poner remedio ante este acuciante problema decidió colocar un lápiz y una libreta en su mesilla de noche y apuntar en la primera hoja, en la fecundidad de la madrugada, la idea. 

A la mañana siguiente, al despertarse, impaciente acudió a la libreta. Allí, de forma casi ilegible, había tan solo tres palabras: chico conoce a chica. Y es que los sueños, con el permiso de Freud, están sobrevalorados, donde haya un buen insomnio…

Horas hurtadas al sueño

En cierta ocasión le preguntaron a Napoleón Bonaparte cuántas horas había que dormir, sin pensárselo dos veces el emperador respondió: “seis para un hombre, siete para una mujer y ocho para los tontos”. Ya le gustaría al insomne dormir esas horas. 

A pesar de todo, el verdadero -el de pro- nunca pierde la esperanza de dormirse, todas las noches pone el mismo empeño en caer rendido en los brazos de Morfeo. Con los ojos cerrados flota en la atmósfera blanca de la conciencia anhelando que la negra espesura del sopor se apodere de sus pensamientos. Pero claro, eso nunca sucede.

Al insomne de nada le sirve las explicaciones antropológicas que argumentan que el insomnio es la respuesta evolutiva al peligroso entorno nocturno de la jungla. 

La verdad es que el insomnio está infravalorado. ¡Cuánto le debemos! Ha sido, y es, uno de los grandes motores literarios de la historia. Jorge Luis Borges decía que es el “más antiguo y no menos complejo de los géneros literarios”. En la nómina de escritores insomnes encontramos, entre otros muchos, a Wordsworth, Hemingway, Fitzgerald o Sylvia Plath. 

Música para combatir el insomnio

Las tragedias de William Shakespeare están plagadas de insomnes, entre ellos tenemos, por ejemplo, a Macbeth y a su esposa, que sufren este mal desde que mataron al rey Duncan: “Macbeth, tú no puedes dormir porque has asesinado al sueño”.

De todas formas si hay un insomne universal ese es nuestro don Quijote, desde la primera página Cervantes nos hace saber: “Se le pasaban las noche leyendo de claro en claro y los días de turbio en turbio, y así, del poco dormir y de mucho leer se le secó el cerebro”. En contraste, su escudero era un ejemplo del “buen dormir”, ya que hacía siestas de hasta cinco horas y, además, roncaba, lo cual —según Cervantes— era signo de buena salud.

Margaret Thatcher, la dama de hierro, fue otra insomne impenitente, se cuenta que tan solo dormía cuatro horas –una más que el emperador Calígula- y que este frugal patrón de descanso era suficiente para mantenerla activa durante el resto del día. Durante la Guerra de las Malvinas esperaba la llegada del alba entre sorbos de whisky con soda. 

Un insomne al que debemos estar eternamente agradecidos es el conde alemán Hermann Carl von Keyserlingk (1696-1764), un aristócrata que vivía en Dresde. En cierta ocasión pidió a Juan Sebastian Bach que compusiese algo que le ayudase a dormir. El compositor se puso manos a la obra y de aquella petición surgieron las bellas Variaciones de Goldberg

Lo que la historia no suele contar es que el señor Goldberg era un clavecinista que vivía en la casa del conde y que amenizaba su insomnio tocando todas las noches en la antecámara del dormitorio de su patrón para que se pudiese dormir. De esta forma Goldberg se volvió insomne, eso sí, un insomne obligado, que todavía es peor.