Ignacio Izquierdo, el fotógrafo de viajes que ha conocido medio mundo
Sale a la venta su libro con fotografías del temporal Filomena en Madrid.
Ignacio Izquierdo nació en Madrid, pero ha vivido en numerosos países como Egipto, Japón, Alemania o Ecuador. Es ingeniero de telecomunicaciones, aunque su verdadera pasión es la fotografía. En el año 2008, con su cámara al hombro, se dispuso a dar la vuelta al mundo y a su regreso decidiría que retratar el planeta sería su nueva forma de vida. Este mes sale a la venta su nuevo libro Filomena, crónica fotográfica de la nevada que congeló Madrid, en el que muestra más de 80 fotografías del icónico temporal. Hablamos con él para que nos cuente más sobre sus fotografías y sus aventuras a lo largo y ancho del planeta.
¿Cuál fue el momento de tu vida en el que decidiste dedicarte a la fotografía?
Después de la crisis de 2008 el mundo cambió y yo me tomé un tiempo para viajar. Estuve durante un año y medio dando una vuelta al mundo, haciendo fotografías y compartiéndolas. Me sentí pleno, feliz como no lo había sido en mis trabajos anteriores. Así que me planteé que había que dar un giro a mi vida y surgieron mis primeras oportunidades como fotógrafo. De eso hace ya 10 años, así que oficialmente ya puedo decir que llevo más tiempo trabajando de fotógrafo que de cualquier otra cosa.
¿Qué significa la fotografía para ti?
Desde pequeño siempre sentí gran atracción por lo visual y lo artístico. Pase gran parte de mi adolescencia y juventud, dibujando y pintando, entre lápices, tintas, caballetes y óleos. La evolución hacia la fotografía fue una evolución lógica para mí, aunque inicialmente lo consideraba más como un hobby sin pretensiones que como un modo de ganarme la vida.
Mucha gente joven sueña con entrar al mundo de la fotografía ¿Qué consejos le darías a una persona joven que quiere adentrarse en el mundo de la fotografía de viajes?
A todo aquel que se quiera dedicar a la fotografía yo le diría que practique mucho y que se involucre en todas las disciplinas que pueda. Yo empecé haciendo fotografía de viajes por hobby, pero mucha de la fotografía que hago para ganarme la vida es para clientes, principalmente de arquitectura e interiores. Cuando trabajas con clientes tienes que estar preparado dar soluciones a sus necesidades con los medios que tengas y para eso es necesario confiar mucho en tu equipo y saber hasta dónde lo puedes llevar y también como salvar situaciones de luz adversa. Al final es práctica, práctica, práctica y mucha prueba-error.
Obviamente, ahora con las redes sociales, todos tenemos un gran escaparate en el que mostrar nuestro trabajo, así que es recomendable no tener miedo, ni vergüenza e ir mostrando lo que se va haciendo. Exponer el trabajo y estar abierto a críticas es una buena manera de mejorarlo. Mi blog está activo desde 2006 y siempre es bonito ver cómo han ido evolucionando las fotografías a lo largo de estos 15 años.
Sobre la fotografía de viajes siempre se puede mandar tu portafolio a marcas u oficinas de turismo. Quizás no haya proyectos en este momento, pero nunca sabes quién puede estar buscando lo que tienes que ofrecer en este preciso momento. Muchos de mis trabajos acaban llegando por el boca a boca o por combinaciones de lo más variopintas.
¿Cuál ha sido la fotografía más complicada de toda tu carrera como fotógrafo?
Hay muchos parámetros para considerar la dificultad de una foto. Llegar a un sitio remoto y esperar a que el tiempo acompañe, por ejemplo. Ese trabajo que hay detrás y que no se ve, información que desconoce el espectador cuando ve una foto. En mi caso, por ejemplo, esta foto de lago Ala-Kol en Kirguistán fue tremendamente complicada de conseguir. Por un lado, tenía que hacer un trekking de varios días para llegar a este lago, trekking que hice estando bastante malo, con poca fuerza y con una enorme gastroenteritis.
El terreno de montaña siempre es imprevisible y a pesar de ir en verano, los días anteriores el mal tiempo había estado azotando la zona, que se encontraba bajo la nieve y la niebla. Así que cuando llegue a pie del lago no se veía absolutamente nada. Decidí quedarme un día más en una tienda en un campamento a pesar de que los dueños avisaban que el mal tiempo les había impedido que llegaran las provisiones y el gas. Básicamente por no tener no había ni opción de tomarse un té. Así que pasé el día en un saco en una tienda de campaña con lo poco que llevaba en la mochila para comer esperando que el tiempo mejorara y pudiera al menos ver el lago. Fue imposible hasta la madrugada del día siguiente en que una ventana en el cielo permitió por unos minutos disfrutar del paisaje y del entorno.
Es solo un ejemplo, pero también podría haber sucedido que no existiera ni la más mínima ventana de buen tiempo, así que podría haber hecho toda la ruta para nada. La fotografía de paisajes está llena de frustraciones que hay que tomarse con cierta filosofía.