Bomberos en un verano sin fin: “Llegan antes los bocadillos de gente del pueblo que de la Junta”
Luchan contra un fuego "cada vez más voraz" y contra una precariedad que los lastra desde hace años. La campaña de este verano es "la más intensa" que recuerdan.
Antes de colgar el teléfono con El HuffPost, José Manuel Alonso pide disculpas por si ha dado demasiada información condensada en poco tiempo. “Perdona, al final a uno se le pone la cabeza loca”, dice.
Alonso lleva 21 años trabajando como bombero forestal en el operativo de incendios de la Comunidad de Madrid. “No vine ayer”, puntualiza. “Me formé hace muchos años para trabajar ante incendios y como guía para el medio rural, y creo que ahora casi estamos en situaciones peores que cuando empecé a trabajar”, señala. El bombero cuenta que “ha habido un poquito de mejoras en formación y en equipamiento, sí, pero según la evolución de los incendios, se ha quedado todo atrás, se ha ido todo al traste”.
Esa evolución a la que hace referencia José Manuel Alonso se ve cada día en las noticias, en el rostro de desesperación de la gente que ve cómo su monte, su huerta, su pueblo, sucumbe ante las llamas. Losacio, el Jerte, Ateca, Cebreros, Valdeorras, Valdepeñas… en lo que va de año ya son 200.000 las hectáreas arrasadas por el fuego en España, con varios focos aún sin control. Hasta la fecha, dos personas han perdido la vida por los fuegos en el país, ambas en la provincia de Zamora. El sábado murió un bombero forestal, Daniel Gullón, de 62 años, y dos días después fallecía Victoriano Antón, un pastor de 69 años que quedó atrapado por las llamas.
Los incendios “están evolucionando de una manera tan sumamente explosiva y tan rápida que no somos capaces”, incide Alonso. “Esto no ocurría hace cinco, seis o diez años”, sostiene. “Incluso con las técnicas más avanzadas vemos que nos vamos quedando atrás, que pueden con nosotros porque crecen más rápido”, dice.
En vilo a la espera de una llamada
Esta es la cuarta campaña de incendios para Javier Boixareu, capitán del primer batallón de la Unidad Militar de Emergencias (UME), que corrobora que nunca había visto algo como lo de este verano. “No tanto el tamaño, pero sí la intensidad y la cantidad de incendios es superior”, apunta. “Esta es la campaña más intensa de las que yo he vivido”, asegura.
Es martes por la mañana cuando el capitán atiende a El HuffPost desde su base en Torrejón de Ardoz (Madrid), mientras su unidad se prepara a la espera de que les llamen. Están casi recién llegados de la zona del Jerte, en Cáceres, y Boixareu sospecha que el siguiente destino será “Zamora o Cebreros”, en Ávila, “por la necesidad y la dificultad de esos incendios”, abunda.
Cuenta el capitán que la situación en el Jerte “ahora está bien”. “Cuando llegamos, era un poco preocupante por si el fuego podía coger todo el valle [bien de interés cultural], pero la rapidez y la eficacia tanto de los bomberos forestales como de una unidad de una compañía de ingenieros que teníamos en un incendio muy próximo fueron fundamentales para controlarlo, y se logró extinguir”, celebra.
Cuando Boixareu responde a El HuffPost, lo que más preocupa está en Castilla y León. Allí “el quinto batallón [correspondiente a León] está trabajando 24/7”, reconoce el capitán. “Cada batallón tiene unas regiones asignadas, pero todos podemos ayudar a todos llegado el momento, que es lo que está ocurriendo en esta ola de calor”, explica.
“Trabajamos tres meses del año y el salario son mil euros”
En Ávila está Carlos Martín, que lleva trabajando siete años como bombero forestal y dice sentirse “abandonado” por la Junta de Castilla y León. “Trabajamos julio, agosto y septiembre, y el salario son mil euros, no es más”, se queja. “No quieren tener el dispositivo todo el año”, afirma.
El consejero de Medio Ambiente de la Junta de Castilla y León, Juan Carlos Suárez-Quiñones, afirmó en febrero que mantener “el mismo operativo” para controlar los incendios “todo el año es absurdo y un despilfarro”. Unos meses después, esas palabras pesan y duelen con especial dureza.
En junio, un incendio en la Sierra de la Culebra (Zamora) arrasó más de 30.000 hectáreas en apenas cinco días. “Como era junio yo no estaba trabajando. No entraba hasta julio”, cuenta Carlos Martín. “En ese incendio había más medios de Castilla-La Mancha que de Castilla y León”, dice.
Martín explica que, mientras en Castilla y León consideran un “despilfarro” mantener el dispositivo más allá del verano, comunidades como Castilla-La Mancha, Extremadura, Andalucía, Galicia y Comunidad Valenciana sí lo hacen. “Teniendo el dispositivo todo el año se podrían evitar muchas cosas. Tanto en tema de prevención como en la extinción de incendios, porque hay fuegos todo el año”, recuerda.
Carlos Martín ha iniciado una petición en Change.org dirigida a la Junta de Castilla y León en la que pide “continuidad de los bomberos forestales todo el año”. “Un incendio que ha quemado lo equivalente a todo Madrid ciudad no se puede apagar con menos del 50% de los operativos disponibles”, lamenta, en referencia al fuego en Sierra de la Culebra.
José Manuel Alonso, el bombero forestal de Madrid, le da la razón. “Llevamos años diciendo que en Castilla y León iba a haber una catástrofe, que el servicio no puede basarse en personal sólo de verano”, recalca. Alonso lleva años luchando por las condiciones de trabajo de su gremio. “Denunciamos el tipo de contratación, la duración de los contratos, la calidad de los equipamientos”, enumera.
En busca de un estatuto de bomberos forestales
Hace unos años, Alonso lanzó, en su nombre y el de sus compañeros, otra iniciativa en Change.org pidiendo al Gobierno que se reconozca la categoría profesional de los bomberos forestales. Aunque esta categoría fue establecida en 2011, explica, “muchas comunidades autónomas siguen sin aplicarla”. “En la mayoría se les contrata como peones agrícolas, peones forestales, peones jardineros… barbaridades que no tienen que ver con ser bombero”, incide.
Esta misma semana, el Gobierno se ha reunido con los sindicatos y se ha comprometido a llevar el Estatuto de Bomberos Forestales al Congreso el próximo mes de septiembre con el fin de mejorar las condiciones laborales de estos trabajadores. El secretario de Estado de Medio Ambiente, Hugo Morán Fernández, comunicó a los sindicatos que ve viable su aprobación parlamentaria dentro de la actual legislatura.
“Tiene que haber un marco normativo que regule las condiciones en que trabajan los bomberos forestales, y entendemos que es la hora y es el momento de hacerlo”, defiende José de las Morenas, coordinador de la Secretaría de Salud Laboral de UGT, que asegura que esto “irá en beneficio de la población general”. “Es justo y es necesario que las cuadrillas tengan un trabajo estable todo el año, dotarlos de equipos y medios imprescindibles ante estas situaciones, incluida la alimentación, que muchas veces comprobamos que es más que insuficiente ante el arduo trabajo que desempeñan, muchas veces en condiciones extremas”, prosigue.
Carlos Martín sabe bien de esa alimentación deficiente a la que hace referencia De las Morenas. “Es la tónica de cada incendio. Te llegan antes los bocadillos que hacen las personas del pueblo que los de la Junta”, resume el bombero. “Y en muchos casos, cuando te llegan, llegan tarde y mal”, lamenta.
Los compañeros de Martín que estuvieron este domingo en el incendio de Cebreros, mientras él descansaba, le enviaron una foto de la comida de aquel día (en la imagen superior). “Es una barra de pan chiquitilla de estas congeladas de supermercado con tres lonchas de chorizo”, describe el bombero. “Tres lonchas de chorizo, cuando la gente de los pueblos te trae leche, agua, bocadillos…”, compara.
“Qué incongruencia perder la vida allí donde vas a ganártela”
Sobre precariedad y luchas, tanto Carlos Martín como José Manuel Alonso tienen mucho que decir. Muy reciente está la pérdida del compañero que murió hace unos días tratando de apagar el fuego en Losacio. Martín también se acuerda de la decena de trabajadores del operativo de Zamora que, como mínimo, han debido ser atendidos por inhalación de humo estos días.
“Todos los días está habiendo intoxicaciones de este tipo”, asegura Martín. “En muchas ocasiones vamos muy poco preparados, y la tendencia es que los incendios sean cada vez más virulentos”, advierte.
Los bomberos acusan también falta de formación y turnos extenuantes, lo cual “conlleva riesgos”. “No puede ser que una persona que trabaja tres meses y que tiene una formación de 15 horas, el mínimo que le obliga la ley, trabaje apagando incendios tan voraces y tan sumamente rápidos como los que estamos viendo ahora”, recalca José Manuel Alonso. Además, “nos meten en turnos brutales”, añade.
Alonso sostiene que los responsables “se aprovechan porque la mayoría tenemos vocación, si no nos habríamos marchado del trabajo”. “¿Tú crees que una familia puede arreglárselas con un sueldo de 1.000 o 1.300 euros, jugándose la vida? Estamos ante incendios que son supervoraces”, plantea.
Martín piensa, de nuevo, en el colega bombero que murió esta semana en Zamora. “Tenía 62 años y estaba trabajando en incendios”, recuerda. “Los incendios son peligrosos. Yo tengo 27 años y más de una vez lo veo complicado… ostras, para la gente que es mucho mayor, no sé”, reflexiona.
“Qué mayor incongruencia que perder la vida allí donde vas a ganártela”, exclama José de las Morenas. El coordinador de la Secretaría de Salud Laboral de UGT pone también en valor la memoria del pastor que falleció el lunes en esa misma zona de Zamora. “No olvidemos que la agricultura y los rebaños son un elemento que ayuda a fijar población, territorio y a combatir y prevenir este tipo de incendios”, resalta.
Prevención, prevención, prevención... ¿de qué manera?
La importancia de la prevención sale a colación, de un modo u otro, en todas las conversaciones mantenidas para este reportaje. El principal problema en la actualidad, coinciden los entrevistados, es que hay muchísimas zonas rurales que antes estaban cuidadas por sus habitantes y que ahora, al quedar despobladas, se ven también desprotegidas y mucho más vulnerables ante el fuego. Antes actuaban como cortafuegos naturales y ahora, como pasto para las llamas.
“La zona entre el pueblo y el monte está llena de maleza”, ilustra José Manuel Alonso, de modo que, “tanto si el incendio empieza en el pueblo como si empieza en el monte, el resultado es catastrófico, porque pasa de una zona a otra y pone en riesgo a la población civil”, explica. “Si se van abandonando las callejas, los huertos y el perímetro de los municipios, la vegetación arbustiva crece de manera muy rápida” –señala Alonso–, casi tan rápido como luego puede arder y amplificar los incendios.
En cuestión de prevención, el bombero propone “centrarse en los municipios y alrededor de ellos, actuar en los viales, en las zonas de carga de agua e infraestructuras de prevención de incendios, para que no salga el fuego de los municipios al monte o del monte a los pueblos”.
Después de tantos años de implicación, y al ver cómo ha ido evolucionando la situación de los incendios forestales hasta el drama actual, José Manuel Alonso considera que cualquier enfoque o acción política debe priorizar algo: “Nuestra propia seguridad, la seguridad de la población civil”. “Hasta ahora los gobernantes se estaban olvidando de esto, porque el pueblo no peligraba. Pero cuando pasa como esta semana, cuando casi se quema la población entera de El Hoyo de Pinares (Ávila), ¿qué hacemos?”, se pregunta.