Mi hija es inmunodeficiente y tengo algo que deciros sobre el coronavirus
Hemos dejado de usar el transporte público. Evitamos los parques infantiles. Hemos cancelado invitaciones a fiestas y quedadas para patinar.
Los padres que tenemos hijos con problemas médicos estamos bien preparados para seguir los consejos para evitar el coronavirus.
Llevamos utilizando desinfectante de manos por un tubo desde que nuestros hijos entraron en la UCIN al poco de nacer. Conocemos la técnica adecuada para lavarnos las manos desde que operaron por primera vez a nuestros hijos hace años. Cuando hace frío y durante la temporada de la gripe, evitamos las grandes multitudes. Nuestros hijos no van al colegio cuando están enfermos y animamos a los demás a hacer lo mismo.
Mi hija de 13 años, Claire, es una de las niñas que forman parte de la población de riesgo. Padece una anomalía cromosómica que afecta prácticamente a cada parte de su cuerpo. Es inmunodeficiente y tiene que tomar antibióticos todos los días porque su organismo no es capaz de luchar contra los gérmenes por sí solo. Necesita tratamiento para ayudarla a respirar porque también tiene asma. Su corazón no está situado donde debería y eso la vuelve más susceptible a sufrir complicaciones cardíacas.
Así como otros padres se tranquilizan mutuamente con el argumento de que es muy improbable que a sus niños les pase nada por el COVID-19 e incluso lamentan el cierre de los colegios, a mí me toca gestionar la ansiedad que me provoca la posibilidad de que este virus mate a mi hija.
Desde el brote inicial, hemos dejado de usar el transporte público. Evitamos los parques infantiles. Hemos cancelado invitaciones a fiestas y quedadas para patinar. Hemos intensificado nuestra ya de por sí intensa rutina de lavado de manos. Lavo las toallas con más frecuencia y desinfecto los pomos y grifos con regularidad.
Estoy haciendo planes para lo que pueda pasar en el probable caso de que el virus siga expandiéndose y ya estoy planificando formas de mantener a mis hijos separados en casa si alguno de ellos ha estado expuesto al virus en el colegio. Estoy recopilando juegos de mesa, libros y otras actividades que mantendrán a nuestra familia de seis miembros ocupada en caso de cuarentena o si veo que la expansión amenaza la salud de Claire. He ido al súper a por alimentos que Claire pueda comer con facilidad.
Por la noche, me quedo despierta dándole vueltas a cómo podría afrontar Claire una enfermedad tan grave. Mi miedo está alimentado por dos peligros distintos pero igual de graves que he visto expandirse.
El primer peligro es esa corriente de personas que difunden que “solo” los mayores y las personas con complicaciones médicas están en peligro. Eso quizás convenza a alguien de que no hace falta tomarse seriamente la amenaza que el COVID-19 supone para mi hija y otras personas como ella. Quizás se salten la precaución de lavarse las manos y se vayan al cine con sus hijos, que aunque solo tienen “un pequeño catarro” o se encuentran bien, van por ahí difundiendo sus virus. Puede que incluso rompan la cuarentena para salir a jugar.
Me gustaría contarles a las personas que desprecian esos riesgos porque “solo afecta a unos pocos” lo mucho que disfruta mi hija jugando en el agua, haciendo batallas de cosquillas y jugando con sus hermanos. Me gustaría que vieran la alegría que trae a nuestra familia y lo mucho que la quieren en el colegio. Me gustaría decirles que su vida es tan importante como la de los demás y que merece la oportunidad de superar esta pandemia.
El segundo peligro es el grupo de gente que el COVID-19 ha convertido en unos egoístas que solo piensan en sí mismos. Quiero seguir haciendo lo que hasta ahora ha mantenido a mi hija sana, pero no puedo tener las manos limpias si nuestros amigos y vecinos no dejan de hacer acopio de jabón y desinfectante de manos. No puedo limpiar las superficies contaminadas si ahora solo encuentro huecos vacíos en las baldas donde antes había toallitas desinfectantes.
También es importante el papel que los privilegios desempeñan en esta pandemia. En mi caso, no puedo permitirme comprar un mes extra de suministros médicos para mi hija porque supondría miles de dólares. Hay personas yendo a trabajar enfermas porque no tienen derecho a baja laboral. No hay solución sencilla para estos problemas.
Pero lo cierto es que estamos en esto juntos. No voy a lograr que nadie se preocupe por la salud de mi hija y la de miles de personas como ella, pero sí que puedo subrayar que estaremos todos mejor si hacemos todo lo posible por mantenernos sanos.
Mantenernos sanos significa no comprar más de dos desinfectantes de manos por persona. Significa mandar mensajes a nuestros amigos y familiares para decirles que has encontrado desinfectante y que les vas a dar un poco. Significa preguntarles a las personas que corren más riesgo que tú si necesitan algo del supermercado para que puedan evitar las multitudes. Significa quedarte en casa si no es necesario salir.
Y, por favor, sigue usando jabón cuando termine la amenaza del COVID-19. La salud de mi hija depende de ello.
Este post fue publicado originalmente en el ‘HuffPost’ Estados Unidos y ha sido traducido del inglés por Daniel Templeman Sauco.