Hemos ido a Mercamadrid y no quieren a Iglesias, pero Ayuso tampoco es la reina
Una mañana en la plataforma de distribución de alimentos más importante de España: “Si viene Iglesias, le tiran tomates”.
“Es usted un personaje que es de todo menos creíble, una persona muy poco querida en Madrid. Si se pasea por ejemplo por Mercamadrid, le dirá la gente lo que piensa de su política”. Isabel Díaz Ayuso advirtió este miércoles a Pablo Iglesias en el debate de candidatos a las elecciones regionales del 4 de mayo de su baja popularidad en la plataforma de distribución de alimentos más importante de España.
Por Mercamadrid pasan cada día miles de personas; la mayoría, obreros y empresarios de la hostelería ante los que la presidenta regional se dio un baño hace unos días y dejó una foto más que comentada. La candidata popular para presidir la Comunidad, abanderada de los hosteleros, no quiso perderse el motor del sector.
Mercamadrid duerme de día. Este jueves a las 13.00 apenas había actividad, porque casi todo el pescado (y la carne, y miles de productos) se ha vendido de madrugada. Pero al mediodía aún quedan trabajadores con ojeras. Roberto Cano, de 35 años, y Esther Menéndez, de 33, son un ejemplo. Ambos llevan más de diez años yendo a Mercamadrid. Él como responsable de una empresa de alimentación y ella como comercial.
Ninguno vio el debate de Telemadrid, pero la comercial no tiene duda alguna: “Aquí a Pablo Iglesias no le quiere nadie. Si viene, le pegan. Cosa que está mal, ¿eh? Es más, me dijeron que igual venía y los cinco de la mesa dijeron que le tirarían un tomate”. Su amigo y compañero Roberto Cano explica que, en realidad, en Mercamadrid hay dos realidades. La del empresario y la del obrero: “A un mozo, por ejemplo, no le dejan estar cuando viene alguna visita política. Es marketing. Lo que quiere vender Ayuso es que le han aplaudido de una forma natural, pero no es así. Cuando viene una visita política limpian y no dejan que haya basura y cierta gente. Mercamadrid como ente es difícil de tragar, es algo cerrado. Lo que se ve aquí no es la representación de toda la gente de Mercamadrid”.
Lo cierto es que ambos reconocen que Ayuso tiene más tirón entre sus colegas. “Si favoreces el comercio, tienes la opinión de aquí ganada. Eso está claro”, dice Roberto Cano. Su amiga, que se declara fan incondicional de la presidenta regional, salta espontáneamente: “Aquí a Ayuso se la quiere. Yo si la veo le pego un abrazo. Y a Iglesias ni tomates ni nada, hay que decirle cosas que le duelan. No insultarle”.
En el mercado central de carnes hace frío. Las neveras trabajan a pleno rendimiento, como uno de los carniceros que lo cruza. “Yo soy apolítico. Pero vamos, que sí, que creo que si viene Iglesias muy bien recibido no va a ser”, concede antes de quitarse un mono blanco salpicado de rojo. Muy cerca del mercado hay un restaurante, donde se arremolinan, sobre todo, empresarios.
Carlos Álvarez, de 72 años, es uno de ellos. Reconoce que votará a Vox y coincide en su animadversión a Pablo Iglesias, pero con el respeto por bandera: “Si viene, no le hablaría. Pero insultarle, no. No tengo por qué insultarle”. Álvarez es de los viejos del lugar: cuenta que inauguró Mercamadrid, en 1973, y que llegó a estar en la plaza de Legazpi, cerca de Madrid Río, cuando estaban allí los mercados centrales.
“Iglesias se ha inventado una política que no es normal. Ha engañado a quienes un día creyeron en él. Decía una cosa y luego mira el patrimonio que ha hecho y el casoplón que tiene, que tiene todo el derecho, pero ha traicionado a los suyos. Estoy seguro de que por aquí le tirarían algún que otro tomate. También obreros, porque Iglesias les ha engañado”, concede Álvarez en la terraza del bar. Su colega Juan Carlos González, de 59 años, coincide: “Sí, Iglesias nos ha engañado. Y eso que en un momento me ilusioné con él. En las primeras elecciones le voté”, reconoce este trabajador que ha hecho carrera en el sector hasta convertirse en pequeño empresario.
Ese restaurante es como una clase de instituto, todos se conocen y se vacilan.
- “Ahora pregúntale al ‘coletas’ ese, ya verás lo que te dice”, dice Juan Carlos González.
El ‘coletas’ no es Pablo Iglesias, sino Jaime Álvarez, también empresario de 58 años con coleta blanca y tez morena curtida por el sol que se gira con curiosidad: “Si viene Iglesias, le tirarían tomates, pero yo no lo haría. Escuché por la radio lo de Mercamadrid y sí, Ayuso acierta. No vi a Ayuso y no, no le hubiera dicho nada. Pero es verdad que de lo que hay es lo menos malo”, zanja contundente, lo que provoca algunas carcajadas, como la de su consuegro, Manuel Martos, empresario de 57 años. Ambos piensan radicalmente distinto: “Soy empresario y cero de Ayuso. No la trago, pero la respetaría igual”.
La clave de porqué Martos, que no traga a Ayuso, es una de las excepciones en el templo de la mercancía la da su consuegro. “Porque hasta ahora no ha mentido tanto como el otro [en referencia a Iglesias]. Y, además, el otro no nos hubiera dejado vivir. Necesitamos vivir. Hasta el último muerto de hambre necesita disfrutar de la vida. Es que no la pueden cortar. Más de 10.000 personas entrando y saliendo por Mercamadrid y mira, yo no he cogido el covid. Con eso vale. Ha habido muy pocos casos. Si hubiera sido político lo hubiera frenado como se ha hecho aquí: mascarilla y distancia… Pero cerrar, nada. Así se controla. Este lugar ha sido un ejemplo de cómo convivir con el virus. Y eso que la gente que lo está dirigiendo ha salido de Podemos. Y son de lo más competente que ha pasado por aquí”.
Cuando cae la tarde, el mercado escupe poco a poco a los últimos que todavía andan por él. En unas horas, ya de madrugada, llegará la hora punta. Y el trasiego de mercancía, más de tres millones de toneladas de alimentos, y de trabajadores, más 10.000 de 800 empresas, será brutal. Este es uno de los corazones de la hostelería y parece que las descargas mediáticas de Ayuso han revivido el corazón de un sector extasiado tras más de un año de pandemia.