Hay un motivo científico por el que odias las películas de miedo
No es sólo una preferencia personal: es una necesidad psicológica.
A estas alturas, habrá miles de personas planeando qué películas de terror disfrutarán este año de cara a Halloween.
Yo no estoy entre esos miles.
Detesto las películas de miedo. Preferiría aburrirme como una ostra o ir al dentista antes que sentarme tranquilamente a ver un programa concebido para aterrorizarme antes de irme a la cama. Una vez, mis compañeros de piso decidieron ver El resplandor durante una tarde lluviosa y yo me encerré en mi habitación. Si, por algún motivo, necesitaba salir, les preguntaba si la escena a la que me iba a exponer era relativamente tranquila.
Resulta que mi aversión a las películas de terror no es sólo una preferencia personal, es una necesidad psicológica. Algunas personas están programadas para reaccionar de forma diferente a este tipo de contenido.
Aunque no hay una respuesta que se ajuste a todo el mundo para explicar por qué hay personas que se entusiasman con las películas de miedo y otras no, sí existen varias explicaciones posibles. Según los expertos e las investigaciones hechas a este respecto:
Los individuos que buscan más ese tipo de sensaciones tienden a ver películas de miedo por cómo interpretan la reacción de su cuerpo al estrés, de acuerdo con Margee Kerr, una socióloga que estudia el miedo y que ha escrito Scream: Chilling Adventures in the Science of Fear. Una película que induce al miedo hará que aumente el ritmo del corazón de una persona y que el cuerpo sienta que necesita gastar energía.
"Algunos le sacan un sentido positivo a esto; sienten que su cuerpo está muy vivo, más o menos como te sientes tú después de una intensa clase de yoga o de algo que centra toda la atención en tu cuerpo", explica Kerr. "Para otras personas, esto se interpreta casi como un ataque de pánico, en el que tienen un sentido de pérdida del control sobre lo que su cuerpo hace".
Las personas altamente sensibles pueden sobreestimularse fácilmente debido al entorno y también tienden a ser más empáticas que una persona media. Esto significa que pueden tener una reacción psicológica diferente o más intensa a las películas violentas o de miedo.
Las personas que de pequeñas han vivido experiencias positivas con lo que los investigadores llaman "miedo divertido" —una experiencia que asusta pero que no contribuye al miedo real— ya tienen un concepto interno que enmarca ciertas actividades de miedo de una forma emocionante, señala Kerr.
"Si sus padres les han expuesto a la cantidad justa de ese tipo de 'diversión' —por ejemplo, no llevándoles a ver It antes de tiempo ni a montañas rusas demasiado pronto— es posible que a esos niños de mayores les guste este género", apunta.
Hay personas que disfrutan realmente de las películas de terror cuando las comparten con sus seres queridos.
"Puede ser una experiencia maravillosa y muy social", afirma Kerr. "Sabemos que los vínculos que creamos bajo estrés suelen ser más intensos, especialmente con las personas con las que ya tenemos una relación positiva. Así, si sales con amigos y hacéis algo divertido, intenso y de miedo, acabaréis creando recuerdos más ricos y completos".
En otras palabras, te guste o no ver a un payaso desagradable en la gran pantalla, todo depende de una confluencia de factores, la mayoría de los cuales están ligeramente fuera de nuestro control.
Y, si me necesitas, estaré escondida hasta que Halloween acabe. No es mi culpa que sea tan miedica.
Este artículo fue publicado originalmente en el 'HuffPost' EEUU y ha sido traducido del inglés por Marina Velasco Serrano