El hartazgo toma el relevo a la solidaridad entre los afectados por el volcán
Afectados y voluntarios rememoran cómo se vivieron los días de la erupción y exigen más rapidez y sensibilidad en la gestión de las compensaciones por las pérdidas.
Angustia, parálisis, desesperación... Las escenas que se vivieron en los municipios de Tazacorte, Los Llanos de Aridane y El Paso, con vecinos cargando camiones a reventar con sus pertenencias quedarán para siempre en el memoria. Literalmente. Solo quedan las fotografías, el resto, lo arrasó la lava y su avance implacable.
Con el inicio de la erupción del Tajogaite (nombre con el que se ha rebautizado al volcán y que significa “Piedra Partida” en guanche), la maquinaria estatal se puso en marcha para tratar de dar una respuesta a la catástrofe. La primera reacción llegó el 5 de octubre con el primer decreto aprobado en el Consejo de Ministros, se modificó y amplió el 11 de noviembre y se fueron añadiendo planes específicos posteriores, como el bono turístico de 250 euros.
En total, en marzo, según el ministro de presidencia, Félix Bolaños, ya se habían beneficiado 11.700 familias, empresas y agricultores de estas ayudas. El monto total ascendía entonces a 511,5 millones. Sin embargo, más allá de las cifras rimbombantes y de las visitas y fotos oficiales, algunos afectados han declarado a El HuffPost que las subvenciones no llegan o llegan tarde y que existen irregularidades “bochornosas”.
Francisco Garlaz llevaba 15 años dedicándose a la agricultura ecológica y al turismo en su finca de Puerto Naos hasta que llegó el volcán. Desde septiembre de 2021 no ingresa un euro: “El Estado nos ayuda con los alquileres, pero tenemos que adelantarlo nosotros”. Paga 600 euros de alquiler por una casa de una habitación donde vive con sus tres hijos, los precios han subido “de manera desorbitante”, explica.
Su casa en Puerto Naos no se la llevó el volcán, pero los altos niveles de Dióxido de Carbono en el municipio lo mantienen evacuado sin opción a volver por el momento. Describe una situación de incertidumbre general. “Cada tres meses nos asustamos porque parece que se acaban los ERTE y hay que volver a pagar las cuotas de autónomos, después llega el Estado y lo va devolviendo todo poco a poco”, narra Garlaz. Un sinvivir.
Las soluciones habitacionales tampoco llegan, a pesar de que se han anunciado a bombo y platillo por parte de las distintas administraciones insulares y estatales. “Apenas se han repartido las casas de emergencia, que no son otra cosa que contenedores. Muchas familias viven de maneras muy precarias, en garajes, caravanas o casas de conocidos pensadas para 6 personas en las que viven 12, con lo que eso supone en cuanto a cansancio y roces”, comenta Garlaz.
Aunque por lo general se habla de un gran descontento, hay de todo. Lucas es un vecino de Todoque de 67 años que también se dedicaba a la agricultura. Consiguió la ayuda por la destrucción total de su vivienda, pero fue un calvario: “Hace 15 días me llegaron los 60.000 euros, pero tuve que pelearlo como si estuviera pidiendo un favor. En la mayoría de los casos las subvenciones no llegan y la gente vive como puede”.
Hugo, un comercial de 45 años que tenía una tienda en Puerto Naos, afirma que los ERTE y las ayudas a la vivienda solucionan buena parte de la contingencia, sin embargo, no restituyen “todo lo que había antes”, y afirma que existe “incertidumbre sobre cómo va a gestionarse la situación a futuro”.
Aun con todo, Garlaz no olvida la parte más “humana” de aquellos días. “La gente abrió sus puertas, yo me subí a una camioneta donde no conocía ni al conductor. Íbamos a ciegas y conforme avanzábamos una señora nos hizo señas desde una casa, ahí nos paramos y empezamos a sacar sus cosas”.
Solidaridad y salud mental
Las tragedias también miden la humanidad. En cuanto el suelo se abrió en La Palma decenas de personas anónimas y organizaciones se pusieron rápidamente en marcha para prestar asistencia a los afectados. Carmen Linares se puso manos a la obra desde el mismo momento de la erupción, es decana del Colegio Oficial de Psicólogos de Tenerife.
“Sabíamos que la gente iba a necesitar ayuda porque muy pronto empezamos a ver los daños materiales que provocaron las coladas. Sabíamos que iba a ser algo doloroso, con un proceso de duelo. Reunimos a los voluntarios y a través de un grupo de WhatsApp formamos un equipo dese el que nos distribuíamos”, narra Linares.
Desde la espontaneidad, las psicólogas y psicólogos del Colegio empezaron a dar asistencia a los afectados inmediatamente. La propia Linares acompañó a algunos de ellos hasta sus casas durante las labores de evacuación: “Intervenimos acompañando a las personas que tenían que sacar sus pertenencias de sus casas con un tiempo limitado. Muchas se bloqueaban y no cogían lo más importante, aquello que no se podría recuperar. Yo he llegado a coger cuadros o álbumes de fotos”.
Hubo gente que finalmente dejó atrás todo lo que podría “comprar otra vez con el dinero”, explica Garlaz, al final lo primero que cogieron muchas personas fueron ”los dibujos de los niños, las fotos del abuelo, de la boda...”.
Tras aquello, empezó el duelo. “La gente tocaba fondo de mala manera. Es un proceso que se añade a la incertidumbre, no solo perdieron sus casas, sino que tienen una anormalidad que no se puede predecir cuánto va a durar”. Miles de vidas fueron “borradas”, en palabras de Garlaz.
En total, Linares y los 20 profesionales del Colegio Oficial de Psicología que estuvieron rotando por La Palma, atendieron a alrededor de 1.000 personas afectadas por la erupción.
También se encargaron de gestionar una donación anónima de 10.000 con la que financiaron un proyecto para dar tratamiento a personas que habían sufrido daños en su visión a causa de la ceniza que expulsó el volcán.
Por contra, la labor que Linares y su gente se ve entorpecida por la gestión de las administraciones públicas. Aunque la decana advierte que “no lo pueden comprobar”, lo que manifiestan las personas que atienden es un “descontento manifiesto”: “Lo que se oye es que las ayudas no han llegado”.
Esa sensación de los afectados mina constantemente la labor que pretende reconstruir su salud mental tras un desastre de dimensiones volcánicas. “Se mezcla la pérdida, enfado y rabia y hacen todo más complicado. Es difícil trabajar con estas personas en una situación así, porque lo que prometen no lo cumplen y es como si fuéramos apagando fuegos y por otro lado van incendiando”, concluye Linares.
Negligencia y abandono
Garlaz, que también es secretario de la asociación de empresarios de Puerto Naos, denuncia que por parte de las administraciones no hay ningún tipo de información hacia los afectados: “Nos enteramos de lo que se va haciendo porque a lo mejor el hermano de uno que esta en la obra nos dice lo que le cuenta por los grupos de WhatsApp que tenemos”.
La burocracia también supone una dificultad añadida. “La Administración nos ha hecho dar vueltas y mas vueltas, papeles arriba y papeles abajo, volver y otra vez a empezar. Siempre tienes la sensación de que no te enteras de las cosas”, sostiene Garlaz.
La sensación general que se desprende de la gestión de los fondos, por lo que El HuffPost ha podido hablar con los vecinos, es de que no se está comunicando bien en qué se está gastando el dinero. Al mismo tiempo, también denuncian un reparto poco eficiente y exigen que se rindan cuentas. “Necesitamos una auditoria, a ser posible desde Europa, eficaz, con amor y con rigor para saber exactamente en qué se ha empleado el dinero”, exige Garlaz.
Este agricultor denuncia irregularidades con el dinero que llegó al Cabildo de La Palma de las donaciones, que figuran como repartidos, cuando en realidad no es así: “Se han dado tacos de millones de euros a gente sin saber en qué se iban a utilizar ni nada. Es bochornoso”.
El HuffPost ha intentado ponerse en contacto con el Cabildo de La Palma para aclarar este punto, pero no han terminado de concretar quién podía atender al medio.
Los ánimos están caldeados y todo apunta a que el otoño será caliente. La gestión sobre la situación de algunas localidades como Puerto Naos y La Bombilla, que siguen evacuadas a causa de las filtraciones de gases, tampoco satisface. Hace un año que las viviendas y negocios están cerrados y vacíos y el deterioro puede llegar a ser irreversible, sostienen los vecinos, que exigen soluciones para explorar la manera de poder regresar.
Los afectados, que se estiman como mínimo en más de 7.000, han convocado manifestaciones ante la situación que viven cuando se cumple un año de la erupción. Marcharán este 18 de septiembre por los municipios afectados para exigir soluciones.
Las desesperación, abonada durante un año entero, ha obligado a algunas personas a empezar de cero en otros municipios y a abandonar la lucha, incluso hay casos de gente que ha “emigrado a otras islas”, cuenta Garlaz, que por encima de la angustia lanza un último consejo: “Lo más importante en la vida es la gente que te rodea y las cosas que no cuestan dinero. Es importantísimo hacer grupo. Te das cuenta cuando te viene una de estas, y muchas veces no lo atendemos”.