Hacen falta más mujeres en economía: por esto nos incumbe a todos
Hacen falta más mujeres en economía.
Las mujeres constituyen solamente el 14% del profesorado en los departamentos universitarios de Estados Unidos. En marcado contraste con otras ciencias sociales en las que las mujeres representan más del 60% de los doctorados, en Economía ese porcentaje desciende hasta el 35%.
Las mujeres han logrado avances significativos en determinadas disciplinas STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería, Matemáticas), que tradicionalmente han estado dominadas por hombres. Sin embargo, la economía no se encuentra entre ellas. Para empezar, las pruebas parecen indicar que se han hecho pocos avances a la hora de atraer a las mujeres a la Economía desde el año 2000.
Pero ¿por qué importa tanto la composición por sexos en el campo de la economía? ¿Tendríamos más información sobre los efectos sociales del cambio climático a nivel global, sobre la raíz del problema de la desigualdad de ingresos o más soluciones para la brecha salarial de género? ¿Habrían sido respondidas o preguntadas de forma diferente algunas dudas sobre política si hubiera más mujeres economistas?
Quienes defienden la igualdad de género dan por hecho que hace falta contar con mujeres economistas cuando se lleva a cabo una investigación o un debate político porque aportan una perspectiva diferente a la de los hombres.
Como economistas, mis compañeras coautoras y yo decidimos poner a prueba esta teoría. Los resultados demuestran que sí que hay diferencias en la perspectiva de economistas varones y mujeres con una educación similar, tanto en la Unión Europea como en Estados Unidos.
Las mujeres economistas, por ejemplo, tienden a favorecer más la intervención del gobierno en los mercados, mientras que los economistas varones no solo muestran una mayor voluntad de dar libertad a los mercados, sino que también tienden a considerar problemático el hecho de intervenir en ellos.
Estas diferentes perspectivas se dan de forma evidente en muchos asuntos políticos: en la perforación del Refugio Nacional de Vida Silvestre en el Ártico, en los llamamientos a los empleadores para que proporcionen un seguro médico a sus trabajadores, en la desigualdad de ingresos...
No sorprenden quizás las grandes diferencias que han existido entre la perspectiva de los economistas varones y mujeres en el mercado laboral. Así como los hombres consideraron que problemas como la brecha salarial se debían a motivos de capacidad y toma de decisiones, las mujeres tendieron a verlo como resultado de la desigualdad de oportunidades.
Estamos empezando a ver cómo estas diferentes perspectivas pueden ayudar a solucionar el desequilibrio que hay en este campo entre hombres y mujeres, un desequilibrio generalizado en las universidades de todo el mundo.
Si los hombres suponen la mayor parte del profesorado (que lo son), puede que a las jóvenes universitarias les cueste más que valoren sus investigaciones. Si los hombres suponen la mayor parte de los editores de revistas de economía (y también lo son), no es difícil comprender por qué, tal y como ha demostrado Erin Hengel, en algunas de las revistas más prestigiosas de economía las mujeres tardan seis meses más en superar el filtro de revisión antes de publicar. Este desequilibrio también puede ser el motivo por el que los temas de investigación que tratan las mujeres economistas no les interesan a esos editores varones.
Y lo que es quizás aún más importante: podemos empezar a entender la influencia que tiene este desequilibrio en el ámbito de la investigación económica sobre la forma en que se toman las decisiones y cómo estas resultan condicionadas.
Claro que, aunque se reconozcan los obstáculos que han sufrido las mujeres a la hora de progresar en el mundo de la economía, algunas personas están seguras de que el rumbo de la historia acabará cambiando y atrayendo a más mujeres a esta disciplina y a unos economistas varones más abiertos a la diversidad. Desgraciadamente, hay más razones para poner en duda esa suposición.
Como demuestra el análisis que ha realizado Alice Wu del foro Economics Job Market Rumors,un foro por Internet para debatir sobre el empleo, algunos de los sesgos que han contribuido a generar el desequilibrio de género parecen estar todavía muy vivos entre las personas que se inician en la profesión.
Alice Wu analizó más de un millón de mensajes anónimos publicados en el foro y lo que descubrió revela un preocupante panorama de actitudes que siguen vigentes, al menos en determinados círculos de la economía. Así como los usuarios tendían a describir a los hombres con calificativos relativos al mundo académico o a su profesión, como "asesor" o "matemático", a la hora de describir a las mujeres, los usuarios se centraban en la apariencia y se referían a ellas en términos de "estar más buena" o ser "preciosa".
Esta instantánea de la misoginia sigue pesando, por desgracia, sobre muchas mujeres de este campo, igual que pesa sobre muchas otras mujeres que dudan si deberían o no convertir la economía en su forma de ganarse la vida.
La junta directiva de la Asociación Estadounidense de Economía, en su reunión de enero, respondió a las cuestiones planteadas y se lograron ciertos avances a la hora de lidiar con estos discursos irrespetuosos.
Sin embargo, los líderes de la profesión y los economistas de todo el mundo deben empezar a reflexionar sobre los muchos factores que han dado lugar al desequilibrio de género y sobre cómo hacerle frente de forma constructiva.
La propia profesión debe entender que la falta de paridad es un problema sistemático que no se va a arreglar por sí solo.
Este post fue publicado originalmente en el 'HuffPost' Estados Unidos y ha sido traducido del inglés por Daniel Templeman Sauco.