Grabaciones, abrazos y una crisis sin resolver en el gobierno andaluz
Moreno Bonilla está utilizando la estrategia del chubasquero: pase lo que pase a mí no me moja.
La crisis del gobierno andaluz estalla en el peor momento para el presidente Moreno Bonilla, justo antes de su congreso regional preparado como escaparate para exhibir al mundo, entre aplausos, su modelo de gobierno basado en la moderación alejando el fantasma de la derecha en Andalucía.
El motivo, ya de sobra conocido, son las grabaciones en las que el vicepresidente Marín desvela sus verdaderas intenciones: presentar un presupuesto para que nadie lo apruebe.
Llevamos más de un mes asistiendo a un posible pacto entre el Gobierno y PSOE para aprobar estos presupuestos, ahora ya sabemos que se trataba de una puesta en escena por una de las partes. Pero nadie que siga la actualidad política se extrañaría de una negociación que no acaba en buen puerto.
Lo que llama la atención es la fractura que esto provoca en el gobierno de coalición, porque desde que salieron los audios, la gestión de la crisis ha seguido dos caminos diferentes. El PP lo ha enfocado como una cuestión interna de Ciudadanos, craso error, porque la imagen que está en juego es la del Gobierno Andaluz, liderado por Juanma Moreno, que ha puesto el foco en la “falta de moral” de aquellos quienes ha filtrado las grabaciones, haciendo vacío a la verdadera importancia del asunto: las palabras del vicepresidente sobre la intención de presentar un presupuesto para que nadie lo apruebe, quitándole al PSOE la oportunidad de ser útil.
El presidente actúa como si esto no fuese con él, quitando hierro al asunto, apelando a una conversación interna. Conversación interna sí, pero a mi juicio esa no es la cuestión, sino que en ella el vicepresidente da las indicaciones estratégicas a su grupo parlamentario. Una conversación cargada de contenido e intención que marcan la política andaluza.
Moreno Bonilla está utilizando la estrategia del chubasquero: pase lo que pase a mí no me moja. Tal es el punto que, en una entrevista de este mismo viernes en el Ideal de Granada, apunta a la pinza de PSOE y Vox (aquí cabe recordar que Vox es su socio de investidura) como los elementos responsables de que las propuestas del gobierno no prosperen.
En mi opinión el presidente se equivoca y mucho. Moreno Bonilla tuvo que pactar la investidura con Ciudadanos y con Vox, para el Gobierno solo necesitó a los segundos. Ninguno de ellos a día de hoy parece ser un socio de fiar. Los de Abascal en Andalucía se le han puesto en contra como medida de presión para una convocatoria electoral. Los de Arrimadas, partidos en mil pedazos y sin ningún tipo de expectativas electorales, están en una pelea interna de sálvese quien pueda. ¿Es eso estabilidad?
Sobre la mesa permanece la misma pregunta que hace unos meses, ahora con mucho más sentido si cabe: ¿Cuándo pulsará el presidente el botón electoral?
Con un gobierno partido en dos, unos socios parlamentarios convertidos en azote del gobierno y una oposición con la excusa perfecta para no volver a tender la mano, todo parece apuntar que a la legislatura le queda poco tiempo.
Una situación complicada para el presidente popular, cuya intención sigue siendo (según insiste) en agotar la legislatura, algo que le permitiría presumir de normalidad y estabilidad, atributos que casan perfectamente con el marco de moderación que ha conseguido posicionar y que servirían de gran baza electoral: lo hemos hecho bien, no hay por qué tenerle miedo a la derecha.
Lo cierto es que el viento le sopla en remolino, y que la dificultad de disfrazar la grieta del Ejecutivo entre los abrazos y buenrollismo con los que Moreno Bonilla ha recibido a Marín en el Granada, lejos de cerrar una crisis que trasciende a los dos personajes, refuerza la idea de que presidente y vicepresidente estaban alineados en la misma idea: aprobar presupuestos en un año electoral es una estupidez.