'God of War Ragnarök' no es de este mundo
La nueva joya de Sony Santa Monica cierra un ciclo en un viaje mastodóntico de un padre y un hijo, que luchan por no ser alcanzados por los errores del pasado. Bienvenidos al Ragnarök.
Ian Malcom ya lo dijo en Jurassic Park: “Lo ha logrado. Ese loco hijo de puta lo ha logrado”. Sony Santa Mónica lo ha logrado. Cory Barlog, actual director creativo de los estudios, trajo a PlayStation 4 la primera entrega de este “reboot” de una saga ya consagrada en los sistemas de Sony. God of War llegó a consolas un 20 de abril y su recibimiento no pudo ser más rompedor. Kratos, el fantasma de Esparta, llegaba a tierras nórdicas tras su paso (y posterior destrucción) por la mitología griega.
En esta segunda entrega, God of War Ragnarök, el juego retoma las aventuras de Kratos y Atreus, padre e hijo, en medio del Fimbulwinter, en el preludio del fin del mundo: crudos inviernos que no tienen fin. Ambos todavía sufren las consecuencias de su enfrentamiento con Baldur, descendiente de Odin y Freya, e intentan sobrevivir a duras penas hasta que reciben una visita inesperada en medio de la tormenta y que pondrá en jaque la paciencia del espartano, que ansía la paz en un mundo de oscuridad. Sería un crimen seguir escribiendo y desvelar algo más, pues parte de la magia de esta nueva entrega son todas las sorpresas que aguardan en su interior.
Uno de los temores más extendidos entre los aficionados de la franquicia, era que el juego fuera una versión 1.5 de la entrega de 2018. Bueno, podemos afirmar y sin miedo a que nos tiemble la mano, que Ragnarök es todo lo contrario. Esta segunda parte convierte al God of War de 2018 en una demo técnica: es mastodóntica, inmensa, tanto en historia y desarrollo, como en personajes, escenarios, combates y puzles. Una locura. Si querías que te sorprendiera, take it easy, lo hace y con creces. Es el God of War que nos merecíamos. No quiero desmerecer a la primera entrega, es brillante. La comunidad disfrutó pero quería más, y Sony Santa Mónica les dio más: “No hemos reparado en gastos”.
El sistema de combate, uno de los pilares más importantes del juego, es mucho más brutal que en la entrega anterior. Sigue siendo la misma base, pero los de Santa Mónica han implementado bastantes novedades, como por ejemplo, el escudo. Que sí, Kratos ya contaba con él en la anterior entrega, pero en esta secuela encontraremos varios que nos podremos equipar y que determinarán el estilo de juego: los hay más resistentes, equilibrados o nos permitirán ser más agresivos. No temáis los nostálgicos, el hacha Leviatán y las Espadas del Caos siguen acompañando al fantasma de Esparta, son inseparables. No dejando aún este apartado, una de las mejores aportaciones que ofrece Ragnarök es el bestiario: la gran variedad de enemigos con los que nos vamos a enfrentar es mucho más extensa y variada que en 2018. Los rivales, y en especial los ‘jefes’, muchos de ellos figuras respetables del imaginario nórdico, nos pondrán en más de un aprieto a lo largo de las más de veinte horas que dura la aventura principal. Y sí... se acabaron los trolls de colores de la primera entrega.
Sony no ha descuidado tampoco el apartado sonoro. Para acompañar la aventura y como viene siendo marca de la casa, God of War Ragnarök cuenta con un doblaje excepcional. Rafael de Azcárraga (Kratos), Ramón de Arana (Atreus) y Gabriel Jiménez (Mimir), construyen con sus voces un trío de protagonistas sólidos que dejarán huella en los usuarios. Ya forman parte de la historia del videojuego.
Ragnarök es pura acción, drama... un ejemplo de superación. Una auténtica secuela. En su interior guarda grandes retos e historias secundarias que nutren un universo rico. El camino de redención de Kratos y Atreus, lleno de épica y giros argumentales, nos mantendrá enganchados al mando de la Play mientras disfrutamos a su vez de su titánico apartado técnico.