Gente tóxica, monguers emocionales y zombis cognitivos
Todos sabemos lo que es la gente tóxica, la hay a patadas. Basta encender la televisión, coger el coche o salir a un recado. No digamos nada de si observamos los ambientes laborales o familiares, ¿quién no tiene un cuñado monguer o un jefe venenoso?
Curiosamente no hay un claro remedio para este problema que amenaza de forma manifiesta el futuro de la humanidad. El personal no deja de hablar del cambio climático pero pongan a un puñado de estas criaturas a dirigir países y verán como sube de verdad la temperatura.
Afortunadamente contamos con sabios reputados y líderes de opinión alternativos que nos ayudan a entender la dimensión del problema. Pero estamos lejos de hacer una toma de conciencia global del mismo absortos como estamos de la última teleserie de moda o del trending topic de turno.
El drama del asunto estriba en el hecho de que cada cual es susceptible de ser tóxico para otros. Por muchas virtudes que tengamos es incuestionable que somos incompatibles, intragables y enteramente odiables para alguien. La verdadera sabiduría sería no elegir un perfil de este tipo como pareja, amigo íntimo o compañero de fatigas y si nos toca en suerte en la familia o el trabajo encomendarnos a la cofradía de la santa paciencia y no desesperar.
Porque otra cosa no habrá pero de desesperación vamos servidos. Y en esto los perfiles humanos tóxicos tienen mucho peso por la cantidad y calidad de sufrimiento que producen.
Si elaboramos una tipología de gente tóxica propongo tres tipos principales que paso a describir: los malvados, los monger emocionales y los zombis cognitivos.
Los malvados son los protagonistas del mundo de la ficción y como tales tienen legión de seguidores. Toda novela o película que se precie tiene algún malo malísimo o malvada terrible. Y como la realidad supera siempre la ficción a poco que miremos alrededor encontraremos alguno a un tiro de piedra. Dentro de los malvados hay gran diversidad desde la psicopatía a la estulticia, desde la ambición a cualquiera de los pecados capitales llevados al extremo. Hay malos por defecto y por dedicación. Malos generalistas o especializados. Algunos lo son de forma genética otros ambiental, también los hay que ejercen desde jóvenes y otros que mejoran a medida que avanzan en edad.
Los monger emocionales serían la siguiente categoría y también son legión. Se definen como aquellas personas de la esfera personal que pese a conocernos bien son incapaces de anticipar nuestros deseos y pese a repetirles continuamente lo que necesitamos no consiguen entenderlo y satisfacernos a conveniencia. El término pertenece al psicólogo Victor Amat que, entre otras cosas, se dedica a remendar los efectos perniciosos que los mongers causan en sus clientes.
Por último consideraremos los zombis cognitivos que avanzan en manadas obcecado cada cual con un asunto personal que no consiguen despegar de sus cabezas ni discursos. Se los puede ver en cualquier tipo de ambiente persiguiendo a sus víctimas a las que tratan de enredar con su problema zombi que no está ni muerto ni vivo sino bloqueado irremisiblemente en todas las horas de su jornada. Allá por donde van dejan un rastro de olor desagradable que termina alejando a los que les rodean. Probablemente también sueñen con su pesadilla existencial, lo que convierte su condena en inhumana y por añadidura el castigo que han de soportar los que por obligación o fatalidad deban escuchar el lastimero discurso monocorde del zombi penitente.
Y así estamos, conformando una humanidad herida cuyos miembros son a la vez víctimas y opresores, tóxicos y curativos. Como no se vislumbra una solución fácil, pese a que los falsos profetas tecnológicos no dejen de aventurar un paraíso virtual lleno de inteligencias artificiales y oropeles sin fin, un servidor se atreve a compartir una propuesta. Si cada persona aprendiera a relacionarse humanamente consigo misma tratándose con un mínimo de atención, compasión y delicadeza tal vez la ignorancia y la toxicidad humana se fundieran un poco para devenir en creatividad, cuidado y armonía. Sé que me arriesgo mucho al significarme y que más de una ceja se enarcará en disgusto pero ahí lo dejo. Y si tienen mejores ideas no duden en ponerlas en práctica, a ver si alguien termina encontrando el grial.