Gabilondo necesita una palabra para resumir el sentimiento que despertaba Rubalcaba en (casi) todo el mundo
“Todos, los que le querían más, los que le querían menos e incluso los que le detestaban..."
El periodista Iñaki Gabilondo ha necesitado apenas unas pocas palabras para resumir, de la manera más certera posible, el sentimiento más generalizado que despertaba el exvicepresidente del Gobierno y exsecretario general del PSOE Alfredo Pérez Rubalcaba, quien falleció el pasado viernes a los 67 años.
“Todos, los que le querían más, los que le querían menos e incluso los que le detestaban compartían un sentimiento de primera calidad: el respeto”, ha afirmado Gabilondo, antes de matizar que se trata de un respeto “a la persona, a su inteligencia superior y a una mirada sobre la política, esa que llamamos la visión de Estado, que sabe proyectarse más allá de lo inmediato en asuntos dificilísimos y decisivos como la batalla final contra ETA”.
“En los elogios póstumos se suelen mezclar sinceridades e hipocresías en cantidades variables, pero en la despedida a Alfredo Pérez Rubalcaba ha habido emoción de verdad”, ha defendido Gabilondo.
En los elogios póstumos se suelen mezclar sinceridades e hipocresías en cantidades variables pero en la despedida a Alfredo Pérez Rubalcaba ha habido emoción de verdad. Porque todos, los que le querían más, los que le querían menos e incluso los que le detestaban compartían un sentimiento de primera calidad, el respeto. Respeto a la persona, respeto a su inteligencia superior y respeto a una mirada sobre la política, esa que llamamos la visión de Estado que sabe proyectarse más allá de lo inmediato en asuntos dificilísimos y decisivos como la batalla final contra ETA, soportando incomprensiones absolutamente injustas, algunas feroces. Y no es que no supiera o no le gustaran las argucias e intrigas del juego en corto, que sí que le gustaban; y además se manejaba en ellas como nadie sino que las había integradas en procesos de otra dimensión, en las mayúsculas de la política.
La unanimidad en el reconocimiento de su trabajo como servidor público, desde los más afines hasta sus rivales, desde la primera instancia de la nación hasta la gente de la calle es, no solo un gran broche de oro para su carrera, sino un dato sobre le que reflexionar. Porque estos días de duelo nos ha permitido comprobar el valor que la sociedad otorga aún a la política que en Rubalcaba tenía a su profesional por antonomasia. Y que esa actividad, la política que es capaz de hozar en las discordias agravándolas, también tiene, aunque se use poco un gran potencial integrador.
Este mensaje sobre la capacidad integradora de la política se autodestruirá en cinco segundos ya que estamos en campaña electoral pero convendría que nadie lo olvidara. Ni siquiera, los políticos en campaña.