G7 en Biarritz: mucho de qué hablar pero muy pocas esperanzas de acordar algo
En la agenda, la desigualdad mundial. Se colarán el Brexit, la guerra comercial o la vuelta de Rusia al club. No habrá declaración final para no enfadar a Trump.
Las siete grandes potencias industriales del mundo se dan cita desde este sábado, 24 de agosto, y hasta el lunes, 26, en la ciudad francesa de Biarritz. La cumbre que cada año reúne a Estados Unidos, Alemania, Canadá, Francia, Reino Unido, Italia y Japón, el llamado G7, tiene muuuuucha agenda que tratar, pero muy pocas previsiones de que nada, ni un acuerdo, ni un sencillo comunicado conjunto, salga adelante.
Las razones son varias: hay Gobiernos que llegan con jefes de Gobierno de salida (Italia) o muy verdes (Reino Unido), otros están a las puertas de unas elecciones y no quieren comprometerse a mucho (Canadá) y otro (el de siempre, EEUU) va por libre y directamente rechaza muchas de las apuestas de sus colegas.
Claro que se va a hablar y debatir sobre asuntos cruciales, como la desigualdad en el mundo, la amenaza climática, el Brexit, el retorno de Rusia al club o la guerra comercial entre Washington y Pekín, pero los analistas no esperan progresos formidables. Todo lo que pase de una mera declaración formal será un éxito.
Quiénes participan en la cumbre
La cita de Biarritz estará presidida por Francia, que es el país anfitrión. A ella acude, además del G7, la Unión Europea, representada por el presidente del Consejo, el polaco Donald Tusk (también a punto de dejar el cargo en manos del belga Charles Michel). Lo hace desde 1981 y tiene todas las responsabilidades de la condición de miembro.
El presidente galo, Emmanuel Macron, ha invitado además a Egipto, India, Australia, Burkina Faso, Ruanda, Senegal, Sudáfrica y Chile en su empeño en hablar de cómo abordar una transición ecológica más justa.
El G7, en realidad, fue el Grupo de los Ocho (G8) entre 1998 y 2014, pero Rusia fue suspendida por su anexión de Crimea (Ucrania), que muchos Estados consideraron ilegal. Justo en esta cita se revisará si perdonan o no a Moscú y puede volver.
El domingo por la tarde, el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, participará en una cena con los jefes de Estado y de Gobierno, invitado como ha sido al evento por Macron. La participación de Sánchez se limita a ese acto.
La agenda propuesta, ideal...
Francia ha propuesto una agenda centrada en la lucha contra las desigualdades, con cinco prioridades de actuación: la “lucha contra la desigualdad de oportunidades”, la “lucha contra la desigualdad relacionada con la degradación medioambiental”, la “seguridad y lucha contra el terrorismo”, la “lucha contra la desigualdad mediante el desarrollo digital y la inteligencia artificial” y la “lucha contra la desigualdad a través de una asociación renovada con África”.
... y la agenda de la polémica
Luego está, claro, lo que se cuela en la agenda, lo que la Comisión Europea denomina “desafíos mundiales en ámbitos como la economía, la política exterior o la protección del medio ambiente”. Básicamente, los grandes conflictos internacionales del momento.
Partimos de una última cumbre, la de 2018, en la que el consenso estalló por los aires. ¿Recuerdas esta foto?
Donald Trump contra el mundo. En Ottawa, el presidente de EEUU se negó a firmar la declaración y abandonó la reunión antes de tiempo. Se montó en su avión y rajó de lo lindo, causando un roce diplomático con el anfitrión, el canadiense Justin Trudeau.
Macron espera, al menos, evitar una imagen así, de ahí que, de antemano, haya avisado de antemano de su falta de ambición. “Tenemos que adaptar los formatos. No habrá un comunicado final sino coaliciones, compromisos y seguimientos (...). Debemos asumir que sobre ciertos temas algún miembro del club podría no estar de acuerdo”, ha afirmado. Fuentes del Gobierno francés han filtrado a la prensa del país que, a lo mejor, se puede sacar adelante un documento final, respaldado por países pero no por el G7 en bloque, con la posibilidad de incluir “reservas” por parte de alguna nación (léase EEUU).
Hay varios temas en los que puede haber choque con Trump. El primero es justo el del cambio climático justo que plantea Macron. Las diferencias entre Washington y el resto son acusadas. Este debate, que se afrontará el lunes, tiene como sombra la salida de EEUU de los Acuerdos de París sobre cambio climático. Es complicado pedir compromisos en una materia a un país que ha sacado los pies del tiesto que todos los demás pisan.
La Agencia EFE ha entrevistado a Dharmendra Kanani, analista para la organización ecologista Friends of Europe, y señala que la cumbre, en esta materia, será “un aperitivo de lo que vamos a ver en los próximos años en el contexto de caos creado por Trump, especialmente en términos de geopolítica, comercio y seguridad”. “Dada la movilización popular por la necesidad de actuar sobre el cambio climático, el G7 tiene la oportunidad de mostrar fuerza y de liderar con el ejemplo”, señaló la experta.
No obstante, dijo, los ecologistas temen que “el establecimiento de objetivos más ambiciosos para reducir las emisiones de carbono y abordar los combustibles fósiles sean finalmente rebajados, diluidos o esquivados”, precisamente por esta falta de un documento vinculante y las desavenencias internas.
En cuestiones ambientales, de paso, puede hacer un roce con Brasil, ya que Macron ha insistido en la necesidad de tratar en la cumbre los recientes incendios en la Amazonia, el pulmón verde del planeta. El presidente brasileño, Jair Bolsonaro, ya le ha dicho que se meta en sus asuntos.
Otro tema en el que hay división de opiniones es el de la guerra comercial con China. Hasta la llegada del republicano a la Casa Blanca, las grandes potencias conservaban un consenso en la materia y, si había un problema, se llevaba a la Organización Mundial del Comercio (OMC), para que mediara. Trump va por libre: amenaza por salirse de este organismo y negocia los acuerdos comerciales con sus socios de forma particular. Lo mismo hace cuando tiene un adversario: lo castiga por su cuenta. Y en estas, ha ordenado a las empresas estadounidenses comenzar a buscar alternativas a China y salir del país asiático.
Los problemas de la economía planetaria, que se analizarán en la cena del sábado, tienen mucho que ver hoy con la pelea entre Washington y Pekín, con un cruce de aranceles y limitaciones al comercio que ya hace que se resientan las economías de otras naciones. El mejor ejemplo, de la semana pasada, es el de Alemania, que ya casi bordea la recesión. El crecimiento del producto interior bruto (PIB) en la eurozona se ha ralentizado al 0,2 % en el segundo trimestre.
Los demás países piden a Trump que vaya a la OMC, que resuelva sus problemas por derecho, pero por ahora él se niega, apoyándose en el proteccionismo que tan buenos resultados electorales le dio, cuando está a dos años de la posible reelección. Este mes ha amenazado con aranceles a productos chinos por valor de 300.000 millones de dólares, con la consiguiente respuesta de Pekín. Nada va a mejor.
Con este clima, no era momento tampoco de tratar en la reunión del País Vasco francés el acuerdo comercial que EEUU tiene pendiente con la UE. “Es momento poner oído y saber qué quiere el presidente norteamericano, porque por sus enviados y las reuniones previas aún no se sabe. Las reuniones bilaterales que tendrá con líderes europeos pueden ayudar a dar pistas, pero Bruselas no podrá sacar mucho más que eso: clima, tono, todo muy aproximativo”, sostiene el analista belga Korneel Crombez.
Según recuerda, las relaciones económicas con Bruselas están “heridas” desde que el junio del pasado año impuso también aranceles a las importaciones de acero y aluminio de la UE, a lo que el bloque comunitario respondió con aranceles a productos estadounidenses por valor de 2.800 millones de euros. Y Washington tiene en cartera otros pasos que empañan su relación con Bruselas, como si grava o no las importaciones de vehículos europeos, a lo que Bruselas prevé represaliar de nuevo, llegado el caso, con aranceles por 35.000 millones. La decisión se espera para noviembre.
En la OMC, además, ambas partes tienen otra pelea pendiente, por sus subsidios a Airbus y Boeing, y encima Trump acaba de meterse con Francia por adoptar una tasa digital que el mandatario considera destinada a perjudicar a empresas estadounidenses. No es el primer choque con Macron: ya vino a justificar las protestas de los chalecos amarillos, porque hay que “devolver el dinero a la gente en forma de impuestos más bajos”. Dando lecciones en país ajeno.
En política exterior, Trump -que mantendrá reuniones bilaterales con Emmanuel Macron, Boris Johnson, Angela Merkel, Justin Trudeau, Shinzo Abe y Narendra Modi- también ha hecho lo que ha querido en el caso de Irán. Mientras que Europa sigue defendiendo el acuerdo firmado en 2015 sobre el programa nuclear de los ayatolás, la Casa Blanca se ha salido, acusando a Teherán de incumplir los límites fijados y de beneficiarse de la mano abierta de Occidente para alimentar el terrorismo.
Aunque las verificaciones internacionales siempre han demostrado, desde 2015, que Irán cumplía lo pactado, tras un año del abandono de EEUU del pacto, la república islámica se ha visto sola, sin apoyo efectivo de los demás (sí de palabra, sí de gestos, pero no de acciones que salven su economía) y ha optado por violar el acuerdo produciendo más uranio enriquecido. Macron intentará plantear el tema para que las aguas vuelvan a su cauce, pero la postura de EEUU parece inflexible. Quiere negociar otro acuerdo, en su beneficio. De ahí no se mueve.
Por si todo esto fuera poco, Crombez recuerda que es probable que el mandatario norteamericano sugiera de nuevo que Vladimir Putin vuelva a entrar en el grupo del G7, cinco años después. Los demás no lo tienen claro y pesa el no de Europa, con un problema que implica a su vecina Ucrania. No quiere que su vuelta se tome como un signo de debilidad. “Muchas de las cosas que hablamos tienen que ver con Rusia”, defiende el magnate.
Se espera que a estos temas se sumen otros como la crisis democrática en Hong Kong, los contactos sobre la desnuclearización de Corea del Norte, la nueva criptomoneda lanzada por Facebook (Libra), o la sucesión de Christine Lagarde al frente del FMI (Fondo Monetario Internacional), ahora que llevará las riendas del Banco Central Europeo (BCE).
El Brexit, troncal
Si toda esta madeja lo permite, el Brexit está llamado a ser un debate esencial de la cumbre de Biarritz. Todas las miradas estarán puestas en Boris Johnson, el nuevo primer ministro de Reino Unido, que se estrena en una cita de este tipo y, de hecho, verá por primera vez a muchos de los mandatarios mundiales. Entre otros, a Trump, con el que se lleva particularmente bien y con quien se le compara (pelo loco aparte).
Se espera que repita su mensaje machacón de estas semanas: no quiere nuevas elecciones, no quiere nuevo refrendo, quiere irse de Europa, como sea, y la fecha será el próximo 31 de octubre. Si es con una salida pactada o una abrupta, lo mismo le da.
Johnson ha hecho ronda, bajando a Biarritz, con la canciller alemana Angela Merkel y el propio Macron, y las respuestas que ha logrado no le han gustado: no hay más plazos, no hay nada que renegociar, el acuerdo firmado por su antecesora, Theresa May, es el que es y a él se atiene Bruselas, incluyendo la polémica salvaguarda. Si quiere marcharse con un Brexit duro...
Irse implica perder en el divorcio una relación comercial especial con los demás aliados. Por eso se aguarda también con ansia su referencia a sus socios preferentes para los años por venir: si prefiere a su viejo partner, la Unión Europea o, por el contrario, decide acercarse a Estados Unidos con un gran acuerdo comercial. La sintonía con Washington ya la tiene. “Seguimos teniendo la sensación de que, cuando lleguen las crisis internacionales, que llegarán, el acto reflejo de Londres será acudir primero a nosotros y a los alemanes, pese a todo”, sostiene una fuente francesa a la agencia AFP.
Con toda esta tela que cortar, si sale medio bien la foto de familia ya será todo un logro...