Frivocracia
Aquí, mientras los espectros se llevan a nuestros familiares en la soledad absoluta, otros beben con numerosas compañías.
“Los besos escritos no llegan a su destino, sino que los espectros se los beben por el camino” (Kafka).
Los últimos besos, la compañía, la presencia al final del camino acompañando a un ser querido en el momento de su muerte son deseos imposibles en la pandemia. Pero aquí, mientras los espectros se llevan a nuestros familiares en la soledad absoluta, otros beben con numerosas compañías.
¡Qué verano el de aquel año!
Aumenta el número de muertos y disminuye proporcionalmente el interés general por esta cifra.
¡Qué navidades tan iluminadas!
Entraremos al nuevo año contando las uvas en familia. Luego ya contaremos los muertos.
La situación repetida es insólita. Sin duda es kafkiana. Aunque aquí no se genera una angustia colectiva, pero sí provoca una respuesta absurda ante la muerte.
Aceptada por un país de hipócritas la frivolidad generalizada es normalizada a través de lo que podríamos llamar la “frivocracia”. Un estado que intenta negar la propia muerte, minimizando el hecho, transformando el concepto en datos y cifras, para así alejarlo de uno mismo. De cada uno, porque la muerte es aquello que le ocurre siempre al otro.