Frankenstein latinoamericano del siglo XXI creado por doce mujeres y un hombre
Por varios autores.
"A dos siglos de que Frankenstein se instalara en la imaginación universal como portador de los arquetipos más profundos y dolorosos –la muerte, la resurrección, la soledad infinita, la orfandad–, decidimos rendirle un homenaje al estilo Shelley, es decir, a partir de la sutura, de la heterogeneidad, de la transgresión. Fue así como decidimos invitar a doce escritoras y un escritor a esta suerte de anfiteatro literario. Cada teclado tomó a su cargo una parte, un miembro u órgano del cuerpo monstruoso. El corazón, la mano izquierda, el hemisferio cerebral derecho, el talón, los genitales, la columna, el estómago, la voz... cada fragmento desata un relato y cada relato compone y transfigura a este Frankenstein latinoamericano. Honrar desde la escritura esa gran escritura que nos legó Mary Shelley fue la apuesta de Mantis este 2018. Estamos seguras de que los lectores van a apasionarse con el multiperspectivismo necromántico de esta antología".
Son las palabras de Giovanna Rivero, una de las dos escritoras, junto a Magela Baudoin, que dirigen la colección Mantis de editorial boliviana Plural. Carne de mi carne, es el título de esta antología. Para Baudoin, "trabajar esta antología alrededor de la figura de Mary Shelley es absolutamente natural y consistente con el proyecto Mantis, pues estamos ante una escritora precocísima y rebelde que supo sortear todos los obstáculos de una sociedad misógina y machista para hacer la más poderosa, dolorida y duradera crítica de su tiempo al proyecto moderno. Una crítica que se eleva desde su útero en duelo y produce uno de los mayores gritos de igualdad y de la tolerancia que probablemente se haya dado. Por eso esta antología incluye a doce mujeres y a un hombre, porque este monstruo universal, el de la utopía en que creemos, no tiene género o los incluye a todos".
Una criatura y un tema, que son muchos, observados a través de un prisma que produce trece reflejos, trece nuevas historias de un Frankenstein que revive en esta colección. Mantis, explica Baudoin, "es un espacio que ha nacido para rescatar y poner en valor la escritura de mujeres, por las todavía inmensas desigualdades y violencia que vivimos, pero queremos creer que un día dejaremos de hablar de hombres y de mujeres y nos importarán solo las personas. Mientras eso ocurre, Mantis es nuestra apuesta artística y política".
WMagazín celebra esta iniciativa y homenajea la obra de Mary Shelley (1797-1851), publicada en 1818, pero cuya historia nació el invernal verano de 1816 en la casa de Lord Byron, a orillas del lago de Ginebra, junto a John William Polidori y Percy Bysshe Shelley, esposo de Mary. El gran poeta ejercía de anfitrión bajo aquellos días fríos y oscuros y propuso a sus invitados escribir relatos de fantasmas como los que leían y eran propios de la época. Mary Shelley escribió El sueño, que dio origen dos años después al mito de Frankenstein; Polidori escribió El vampiro, nacimiento de otro gran mito; P. B. Shelley, Los asesinos; y Byron, El entierro.
Doscientos dos años después, doce mujeres y un hombre, con el madrinazgo de otras dos mujeres, siguen el juego para dar origen a Carne de mi carne. Y WMagazín se une a este juego de espejos distorsioandos y transfiguración al crear, a partir de fragmentos de sus relatos, un solo relato que da idea de la nueva criatura y del estilo de seis de sus escritoras. Este es un Frankenstein literario, salido de una antología frankensteniana inspirada en el Frankenstein de Shelley nacido como El sueño en un verano invernal por culpa de las cenizas del volcan Tambora, en Indonesia.
'Carne de mi carne'
"Silencio y más silencio. A esa hora de la mañana sólo se oía el trino de algunos pajarillos y el trajín desconsolado, taciturno y fantasmal de los objetos. Fue así como, con ojos distintos, vieron nítidamente el diván donde descansaba inerte el último vestido negro que Mary Shelley había usado. Sobre la mesilla cercana a la cama divisaron el tintero, las plumas y el caleidoscopio. Este último evocaba el recuerdo del escandaloso Lord Byron; también, en las cuartillas desparramadas, el cuervo y una extraña nota musical dibujados con trazos enérgicos, las varias palabras escritas contra el olvido, y los retratos de sus tres hijos muertos en edad tierna, escondidos debajo de la almohada de sus últimos, tal vez tenebrosos sueños". (Yo sé de tu delirio, de Rosario Barahona, Bolivia).
"El doctor escogió para mí un hígado aguantador. Sigo ¿viviendo? entre aguas, atiendo a las demandas del hombre y a las del monstruo. Descubrí que Ítaca eres tú, así que de día soy civil y de noche rajo vientres de mujeres, extraigo un trocito de sus hígados, suturo sin dejar cicatrices, envaso lo que corto en frascos esterilizados, dialogo con ellos para detectar al más fuerte. No me culpes, todo es un viaje hacia ti". (Carta a la madre, de Lena Yau, Venezuela).
"Intenté quebrar la costra helada para liberar el caparazón, pero era más dura que la palita, que se quebró al tercer intento. Sin embargo, había logrado astillar la primera capa. Me saqué los guantes e introduje un dedo. El calor fue derritiendo la distancia entre el caparazón y yo. Al llegar a él, sentí que estaba blando, incluso me pareció que latía. El ser estaba vivo aunque no tuviera patas ni cabeza. Saqué el dedo, entre el asombro y la repugnancia, y sin pensarlo me lo metí en la boca. Una risa sórdida se apoderó de mí al recordar a mi padre. Después tomé una rama firme y amplié el agujero, cuidando de no volver a tocar a la criatura. El hielo se quebró y volví a ponerme el guante". (Huérfanos en la nieve, de Fernanda García Lao, Argentina).
"Al principio mirar era considerado como una forma civilizada de preocupación. 'Vi que tuvieron gris toda la semana, me dijeron que meditar podía servir' o 'Cuidado con el turquesa', podían ser comentarios dichos al pasar en el supermercado y que nadie se tomaba a mal. Eso, claro, al principio. Hoy ya nadie decía nada sobre los venenos de los demás. Aunque nunca dejaban de espiar: sus colores, sus tiempos. Cada vez llegaban menos ambulancias. Había menos relocaciones. Todos aprendiendo a acumular la menor cantidad de malos sentimientos. Todos, también, sonriendo un poco más de la cuenta, por si las moscas". (Buenas intenciones, de María José Navia, Chile).
"Su padre lo había conseguido: un pequeño dios rodeado de adoradores. Se abrieron las rejas del cementerio. Dos muchachos que esperaban tras las rejas se acercaron: También somos sus hijos. Bajo el silencio de todas las miradas, pidieron cargar el féretro. Sin palabras, les dieron la oportunidad. Se acomodaron el ataúd en los hombros. Un instante a cambio de treinta años de verdades de su padre. Ahora que está muerto por fin, mi padre está completo. Se ha armado en cada uno de nosotros. Todas sus distintas caras". (No recuerdo haber encendido este cigarro, de Katya Adaui, Perú).
"Me saco los ojos. Primero el derecho y luego el izquierdo. Los hundo en el cazo con agua y sal. A la superficie del agua comienzan a subir pequeñas burbujas verdosas del moco que segrego. Lo supongo, porque no puedo verlo ahora. Noto la manera en que va desprendiéndose el velo espeso de mis lágrimas grises, como si fuera un pellejo. Espero. Lo que ellos ven no tiene remedio. ¿Quién es la mujer que escribe? Ella debe ser quien supuso todo. Mi ojo izquierdo la ve ahora, está de pie junto a mí, observa el cazo sobre el fuego y tuerce los labios para enseñarme los dientes". (Ojo izquierdo, de Daniela Tarazona, México).
- Carne de mi carne. Antología de cuento. Varios autores. Colección Mantis de Editorial Plural.
En Carne de mi carne. Antología de cuento participan:
INTRODUCCIÓN
Frankenstein: el sabor de los climas helados, de María Negroni.
CUENTOS
Ojo izquierdo, de Daniela Tarazona.
No recuerdo haber encendido este cigarro, de Katya Adaui.
Huérfanos en la nieve, de Fernanda García Lao.
Yo sé de tu delirio, de Rosario Barahona.
Carta a la madre, de Lena Yau.
Mi hermano,sus veces, de Claudia Hernández.
Niño de barro, de Betina González.
Buenas intenciones, de María José Navia.
Deforme, de Fabiola Morales.
Como el hambre, como el amor, de Giuseppe Caputo.
Las elegidas, de María Fernanda Ampuero.
El monstruo de la voz, de Margo Glantz.