Francia, campeona del mundo sin brillo
Una campeona sólida, efectiva y muy poco brillante. Francia exhibió músculo y basó su triunfo en la fortaleza ejemplar de todo el equipo y en un corporativismo tan exacerbado que los virtuosos Mbappé y Griezmann trabajaron como estajanovistas por el bien del colectivo.
La calidad estuvo siempre bajo sospecha en su ideario. Desde el once inicial a los cambios para remozar el equipo. Ejemplos tan sangrantes como el caso de Rabiot. Pudiendo optar por el talentoso centrocampista del PSG, se blindó con Matuidi para escoltar a Pogba y al omnipresente pulpo Kante en una línea de tres centrocampistas insuperable. Un muro casi infranqueable para cualquier adversario, pero que a su vez proponía muy poco fútbol y no superaba líneas de presión; si bien era más fiable que ninguno. El pragmatismo como ideario sobre el que vertebrar sus triunfos.
Asimismo, teniendo la oportunidad de colocar a Fekir junto a Griezmann, prefirió al tanque Giroud, quien se fue de Rusia sin tirar al arco. Un dudoso honor. Algunos defenderán que el delantero del Chelsea abrió espacios y habilitó a los artistas Griezmann y a Mbappé. Nada más lejos de la realidad. No confundamos al nueve galo con Benzema. Su presencia no ha hecho más fuerte a la campeona. Lemar, el rutilante y millonario fichaje del Atlético, y Dembelé (el traspaso más caro de la historia del Barça) no han tenido ningún protagonismo. Benzema, Martial o Payet no tuvieron siquiera cabida en la lista de 23. El entrenador francés priorizó la faceta defensiva a la ofensiva en todo momento. Y no le fue mal.
Por el bien del fútbol, esperemos que el juego de Francia no marque tendencia. Un equipo sin apenas fisuras y que se ha encomendado al balón parado y la solidez de su zaga sin intentar dominar los duelos pese a poseer las piezas y talento para ello. Una propuesta que no casa con el planteamiento ofensivo de la Bélgica de Roberto Martínez, la ganadora moral del torneo. No obstante, enhorabuena a los galos.