Cómo 'La casa de papel' ha hecho escuela y nos ha colocado en la Champions de las series
El final de la serie, la 'Parte 5 Volumen 2', llega a Netflix.
Hay tres elementos clave en La casa de papel: el escudo, que es la careta de Dalí; la bandera, que es el color rojo, y el himno, que es Bella Ciao. Esos tres elementos que conforman la potente iconografía de la serie —que estrena su recta final este viernes en Netflix— representan la patria, “son herramientas de eficacia probada. Una producción tiene algo que ver con una patria, porque las que de verdad funcionan son como los sitios a los que quieres regresar. Cuando una serie te gusta se queda como un pedazo de tierra conquistada, siempre quieres regresar y te sientes bien viéndolas”, explica Javier Gómez Santander, guionista y coproductor ejecutivo de LCDP.
Precisamente, como apunta, esa ha sido una de sus influencias en la ficción española, la del “poderío visual”, que ahora es más necesario que nunca, “porque se está produciendo una desmesura de contenido en todo el mundo y se está copando el mercado. Cuando llegas a uno de los mayores expositores, como Netflix, eso es lo que le entra al espectador por los ojos”. Es decir, hay que marcar la diferencia con el resto mediante la identidad visual: “En cada plano tienes que saber que estás viendo LCDP, y ahora cuando ves un plano de una serie sabes lo que estás viendo”.
Aunque cada producción requiera una estética concreta de acuerdo con la trama y el formato, según Juan Salvador López, del sindicato ALMA, “LCDP ha demostrado lo importante que es la serie en su conjunto en todas sus facetas, no es solo una cuestión de qué historia se está contando o de si es una comedia, es un producto cultural uniforme donde cada uno de los elementos tiene que estar al servicio de un único objetivo, que es contar de la mejor manera esa historia”.
Para ello, cobra una importancia vital la fotografía, “no requiere solo un desarrollo de personajes, sino una estética, una música, unos efectos especiales concretos”, añade el guionista de títulos como Sky rojo, LCDP o Centro Médico. Algo que ya se veía muy claro también en Vis a vis, de los mismos creadores, donde los colores primarios son esenciales.
Carlos García Miranda, coordinador del Máster de Guión de Series de Ficción en la ECAM, lo tiene tan claro como los dos anteriores: “Solo con ver un frame de LCDP se reconoce automáticamente, está diseñada de una manera en la que todo está integrado, algo que ocurre también en Élite, por ejemplo. Antes eso no estaba tan currado”.
El showrunner
Es el resultado, a su vez, de esa figura “polémica” que también ha aportado la ficción de Netflix, la del showrunner, el creador que está en el guión y en el proceso completo de creación. “Cuando lo que estás poniendo en el papel lo puedes trasladar a la imagen siendo fiel a ella, sin necesidad de que haya reinterpretaciones de lo que has escrito, el resultado final es más uniforme. Al final hay una mirada que determina a todas, aunque haya trabajo en equipo. Ahí la figura de los creadores, Álex Pina y Esther Martínez Lobato, es determinante. Han hecho escuela”, subraya el profesor y guionista de títulos como Los protegidos.
La ambición y la pérdida de complejos y prejuicios
La casa de papel ha vivido dos mundos, el ‘nacional’ en Antena 3 y el ‘internacional’ en Netflix, otra de las razones que ha potenciado su influencia. Sus capítulos se empezaron a emitir para un mercado más pequeño y, desde que se convirtió en un fenómeno, “de repente todos estamos haciendo series potencialmente consumibles en todo el mundo y las plataformas se han dado cuenta de que el mercado ha cambiado”, comenta el guionista de la serie. Con ello se refiere a que Estados Unidos ya no es el principal emisor, el que llena todos los países del mundo donde se consumen dos tipos de ficciones, “la estadounidense rica y la autóctona con menos medios”.
Eso ha ayudado, subraya, a situar la ambición a la altura del talento español. “Ahora es posible que suceda un milagro que antes no sucedía, y es que algo que se hace en Corea barra en todo el mundo, como El juego del calamar, y, además, de una forma inmediata. Un emisor que antes no copaba los mercados mundiales ahora puede ser lo más visto del año. Es muy curioso cómo Estados Unidos ha perdido hegemonía, se está ganando pluralidad y los consumidores también estamos cambiando porque ya no tenemos tantos prejuicios”, indica.
A ello, añade García Miranda, LCDP “ha puesto la ficción española en el punto de mira, nos ha hecho más internacionales incluso —dado que siempre ha viajado muy bien al venderse—. Se mira a España de otra manera y se busca talento aquí en todas las disciplinas”.
“Pero, sin duda, la principal influencia ha sido un cambio de la percepción que se tiene fuera de la ficción que se hace en España. La industria se ha terminado de convencer de que somos capaces de hacer cualquier tipo de ficción jugando en la misma liga que las series que siempre hemos visto y envidiado desde aquí, y ha servido también para quitarnos complejos que nosotros mismos teníamos como espectadores y como creadores”, reconoce Juan Salvador López.
De hecho, García Miranda ha notado ese cambio en las aulas: “Lo cierto es que llevo muchos años dando clase y cada vez tengo más trabajo, porque hay más cursos y máster de guión, y todos se llenan. Alguno de ellos es específico en series de televisión y la gente tiene ganas de formarse. Antes no querían hacer tanto televisión y ahora me escuchan con más ganas. Ha pasado en poco tiempo”.
Ha sido también una forma de ayudar a creadores y escritores a romper el cascarón, porque aunque el mercado siempre tiene una cierta tendencia, “hay que romperlas para generar la siguiente”, apunta Javier Gómez Santander.
Precisamente, LCDP llegó en un momento en el que la televisión había dejado de ser tan familiar, y la serie demostró que se podía hacer una ficción “que no solo estuviese apuntando a ese público y, aun así, funcionara”. Eso, según el profesor de la ECAM, “ha hecho que seamos más libres a la hora de crear contenidos y poder trabajar sin pensar tanto en que tiene que estar representado todo el espectro de audiencia”.
Por eso, antes LCDP habría sido una serie de nicho que se habría hecho para una audiencia determinada. “Series de acción, de terror, de suspense o policíacas se han hecho siempre, pero ahora el público potencial es mucho más amplio”, cuenta el guionista de Sky Rojo.
La confianza y el dinero
En ese sentido, Gómez Santander tiene clara la importancia de la figura de Sonia Martínez —entonces directora de Ficción de Atresmedia y ahora directora editorial de Atresmedia Studios—, porque arrancó en Antena 3 gracias a su apuesta: “Sonia Martínez, que es un personaje a estudiar en el desarrollo del audiovisual de España, ha tenido la valentía de apostar por cierto tipo de series y es una figura importante en lo que ha sucedido en este país con la ficción, porque ella ha dado una cancha de confianza y de entrenamiento a mucha gente que está haciendo cosas en otros sitios o que tienen proyección en todo el mundo. LCDP o Vis a vis son un ejemplo. Series que olían a plataforma con la valentía de Sonia de hacerlas para el modelo de televisión lineal. Chapeau”.
Ahora, esa confianza que ella tuvo con LCDP y que la propia serie ha afianzado a nivel global, “demostrando que tenemos buenos directores de acción”, apunta García Miranda, también la tienen las plataformas. Y con ello ha llegado el dinero.
“En la actualidad, en la ficción española sí que hay un margen de acierto bastante grande, se confía más. Alejandro Amenábar decía hace poco que en España el paro en el audiovisual es cero. No estoy de acuerdo, pero sí es cierto que hay muchos proyectos en preparación o en marcha. LCDP, está claro, ha tenido mucho que ver con eso”, añade.
Coincide con Juan Salvador López, que antes de ser guionista se dedicaba a la producción, e indica que “las productoras confían más, mientras que antes todo era un riesgo”: “Al acercarnos a un CSI Las Vegas con R.I.S Científica, a pesar de que aquí también tenemos policía científica, el riesgo estaba en no seducir a un segmento amplio de la población”.
La pelea por demostrar que España es una potencia cultural
Aunque si de algo ha servido la serie de Netflix, ha sido “para demostrarnos a nosotros mismos que España es mucho más que playas, toros y paellas. Somos una potencia cultural y siempre lo hemos sido, y es algo de lo que nos tenemos que sentir orgullosos y potenciarlo”, reivindica.
“Somos muy atractivos, tenemos un idioma que viaja muy bien y una forma de sentir que también lo hace, porque nuestra forma de contar historias es la forma en la que nosotros sentimos. Si miras los mercados en los que entramos peor, son los que emocionalmente menos se nos parecen, pero LCDP viaja muy bien por toda América Latina, por todo el Mediterráneo. Las ficciones españolas tienen que ver con toda esa periferia con la que tenemos muchas cosas en común. Es el momento de empezar a compartir este mercado ya”, apostilla Javier Gómez Santander.
Ya lo decía María Guerra, presidenta de la Asociación de Informadores Cinematográficos de España (AICE), “lo audiovisual es una industria estratégica y una gran inversión, no solamente en identidad, también en diplomacia, porque ellos son realmente nuestros embajadores”.
Salvador López recoge esa idea con un ejemplo claro: “Antes ibas a cualquier otro lugar, y España se identificaba con el Real Madrid o el F.C. Barcelona. Ahora se identifica con el Real Madrid, el F.C. Barcelona y La casa de papel. Tras su fenómeno, solo hay que echar un vistazo al catálogo de series españolas, que no solo están haciendo audiencia, sino que también están consiguiendo premios en festivales internacionales, como el caso de Vida perfecta, de Leticia Dolera, en Cannes. Es un orgullo del que todos tenemos que sentirnos parte”.
La casa de papel ha colocado a España en la Champions de la ficción. Al fin y al cabo, es una de las mejores series del siglo XXI, según los expertos. Su alcance es más que evidente y su influencia también.