Filibuster, el procedimiento obstruccionista que paraliza a la democracia americana
Las reglas han hecho posible que los republicanos tengan mucho más poder del que deberían.
En el arcaico sistema político americano existe una regla parlamentaria creada en el siglo XIX que se llama filibuster, procedimiento obstruccionista o prolongado debate que impide que se lleve a cabo una votación a menos que se anule este. Mientras que para aprobar las diversas iniciativas que se presentan a votación se necesitan 51 votos de un total de 100, para anular el procedimiento obstruccionista se necesitan 60 votos.
Tanto demócratas como republicanos han usado este procedimiento de vez en cuando en el pasado. El problema es que en los últimos tiempos los republicanos lo utilizan para todo. No negocian. Bloquean sistemáticamente los proyectos demócratas. Es decir que un procedimiento que antes se usaba solamente en algunos casos ahora se usa siempre. La excepción se ha convertido en la regla. Esto quiere decir que en la práctica para aprobar cualquier proyecto en el senado se necesitan 60 votos en lugar de 51.
Hay que tener en cuenta que el senado es ya de entrada muy poco democrático, ya que incluye dos senadores por cada estado, sea cual sea su población, lo que favorece enormemente a los republicanos, que controlan los numerosos pero poco poblados estados rurales. Las reglas, pues, han hecho posible que los republicanos tengan mucho más poder del que deberían, dado su número de votos. Entre su desproporcionada representación en el senado y su agresivo uso del procedimiento obstruccionista, son capaces de impedir que los demócratas gobiernen aunque hayan ganado las elecciones. En estos momentos no hay tema más comentado entre los demócratas que el de la necesidad de eliminar este procedimiento de una vez para siempre. Si no se hace esto, Joe Biden no podrá cumplir sus promesas electorales.
Biden llegó a la presidencia con un mandato muy claro. Los votantes querían cambios profundos no solamente en cuanto a la pandemia y a la crisis económica, sino también en asuntos como inmigración, cambio climático y derechos de los votantes, y los querían inmediatamente. Hasta la fecha, Biden no ha parado ni un momento. Ningún presidente de la historia reciente ha actuado con tanta velocidad como él. Ha cogido por los cuernos el toro de la pandemia y ha implementado toda clase de medidas para acelerar la campaña de vacunación. La mejoría respecto al gobierno anterior es drástica y palpable. En el país se respira optimismo en lo que respecta a la resolución de la crisis sanitaria.
Asimismo, Biden se ha enfrentado con arrojo a la profunda crisis económica causada por la pandemia, presentando el más ambicioso paquete de medidas de estímulo de la historia de Estados Unidos, con un coste total de 1.9 billones de dólares. Aparte de proporcionar dinero para impulsar la campaña de vacunación y para efectuar de manera segura la reapertura de los centros educativos, el paquete proporciona ayudas directas a grandes sectores de la población. Se espera que esta enorme infusión de fondos reanime la economía desde abajo al poner dinero en manos de los que más lo necesitan, los cuales sin duda lo gastarán nada más recibirlo, beneficiando de inmediato al comercio y a la industria.
Biden ha logrado que se apruebe este paquete mediante una vía conocida como reconciliation o conciliación presupuestaria, que no está sujeta al procedimiento obstruccionista, lo que permite que las propuestas se aprueben en el senado por una mayoría simple, o sea, 51 votos de un total de 100. Esta vía es solamente para asuntos relativos a gastos e impuestos.
La otra vía abierta a Biden para efectuar cambios es la de las órdenes ejecutivas, que tienen la desventaja de que se limitan a ciertos asuntos y de que pueden ser eliminadas de un plumazo por el siguiente presidente. Biden ha dado un número record de órdenes ejecutivas en un corto espacio de tiempo. Es decir, ha hecho todo lo que ha podido dentro de las limitaciones del sistema político tal como está estructurado ahora.
El problema es que las grandes reformas que necesita hacer Biden respecto a inmigración, cambio climático y derechos de los votantes no pueden llevarse a cabo ni mediante conciliación presupuestaria ni mediante órdenes ejecutivas. La única manera de efectuar estas reformas sería eliminar el procedimiento obstruccionista. En teoría, esto no debería ser muy difícil, ya que para cambiar las reglas se necesita solamente una mayoría simple, es decir 51 votos, que es lo que tienen los demócratas. Si éstos se pusiesen de acuerdo, podrían eliminar este procedimiento con gran facilidad.
Pero nada es sencillo en el complicado sistema político americano. Al tratarse de un sistema bipartidista, los partidos tienen bastante diversidad interna. El Partido Demócrata, en particular, incluye personas de muy variadas ideas políticas, desde muy progresistas hasta bastante conservadoras. Y algunos demócratas conservadores han prometido a sus votantes oponerse a la eliminación del procedimiento obstruccionista. Como en EEUU no hay disciplina de partido, los demócratas no pueden forzar a los senadores conservadores de su partido a cambiar de postura, ya que, si se les hiciese demasiada presión, podrían hacerse republicanos. Eso llevaría a los demócratas a perder la mayoría en el senado.
En estos momentos los senadores demócratas más conservadores son Kyrsten Sinema, de Arizona, y Joe Manchin, de West Virginia, que siempre se han opuesto a la idea de eliminar el procedimiento obstruccionista. Si estos senadores no cambian de idea al respecto, Biden no podrá llevar a cabo sus proyectos.
Estos días se habla mucho de Manchin, quien, tras exigir con éxito que se redujesen algunos pagos en el paquete de medidas de estímulo que se acaba de aprobar, exhibiendo deliberadamente el conservadurismo que tanto gusta a sus votantes de West Virginia, se ha apartado un poco de las expectativas de estos al mencionar la posibilidad de reformar el procedimiento obstruccionista, haciéndolo más difícil para que solamente se use en algunos casos concretos y no rutinariamente, como se hace ahora.
Mientras tanto, otros políticos demócratas conservadores y moderados están hablando con los medios de comunicación sobre cómo han llegado a la conclusión de que el procedimiento obstruccionista, que ellos apoyaron en el pasado, se ha convertido en un obstáculo para la democracia y hay que eliminarlo o por lo menos neutralizarlo mediante cambios que limiten drásticamente su uso. Parece que las diversas ramas del Partido Demócrata se están acercando a la posición de los progresistas, que siempre han estado a favor de eliminar este arcaico procedimiento mediante el cual han prolongado su poder los republicanos durante años a pesar de que cada vez tienen menos seguidores.
Los demócratas están perdiendo la paciencia con la tiranía de la minoría republicana. “La gente nos ha pedido que llevemos a cabo reformas importantes en campos como inmigración, cambio climático y derecho al voto. ¿Vamos a decirles que no hemos podido hacer nada porque una anticuada regla nos impide avanzar si no tenemos 60 votos? Hemos ganado las elecciones, tenemos 51 votos y debemos cumplir con las promesas electorales,” dicen en las entrevistas constantemente. Poco a poco la propaganda en contra del procedimiento obstruccionista se extiende e intensifica.
El suspense va en aumento y todo el mundo está pendiente de Sinema y de Manchin, que en estos momentos son los políticos más poderosos del Partido Demócrata, ya que de la posición que adopten sobre el procedimiento obstruccionista dependerá el éxito o el fracaso de Biden y su programa de mejoras, que incluye protecciones para los votantes, cuyos derechos están siendo atacados masivamente por el partido republicano en los estados que controla. El asalto a la democracia continúa y el futuro de ésta pende de un hilo llamado filibuster.